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RINCONES HISTÓRICOS DE MONTEVIDEO

   
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EL PASEO DEL PASO MOLINO

El Paso Molino fue, desde fines de la década de los años 50 hasta el 900, un paseo preferido por la " gente principal" de Montevideo.


" La Nación", del sábado 7 de enero de 1860, al referirse a la concurrencia que había tenido lugar el día anterior, viernes 6, en el Paseo del Paso Molino, comentaba que la misma había sido menor de la habitual, aunque no por eso menos alegre. Hacía saber que había tenido lugar la segunda carrera de sortijas " en la cual no estuvieron tan felices los jinetes, pues fue contada la sortija que pudieron sacar". La banda de una fragata francesa había hacho oír su música y - según dice el cronista - " no faltaron sus pasajes amorosos entre las bellas jóvenes y elegantes dandis que habían reunidos allí".


Varios años después, Manuel Muñoz y Maines, publicaba sus recuerdos del paseo en el ejemplar de " El Sudamericano", de Buenos Aires, el 20 de junio de 1890, y decía:


" Yo me refiero al puente del Paso del Molino hace unos veinte años, más o menos ( hacia 1870).
¡El puente del Paso Molino!


Aquel punto de reunión de nuestra distinguida sociedad de entonces, a la hora del paseo, a medio día en invierno, después de misa de una, los domingos, y a la tarde en verano, después de comer, hasta ya muy entrada la noche, la hora del teatro, del salón, etc."-- El puente era el límite de la ciudad comprendidas las quintas, y en campo abierto. Era así como un balcón al cual se asomaban las niñas de la casa con el objeto de aspirar el aire puro del campo y darle acción a la vista, mientras oían la frase gastada y embustera, pero siempre seductora del novio, o la frase ligera, variada, y siempre sincera del amigo.
¡ Que panorama!
No era una monótona planicie; ondulaban el terreno en toda aquella extensión, preciosas cuchillas verdes sobre las cuales, como una inmensa víbora blanca, caracoleaba el camino de arena que conducía al Cerro; y aquí y allí diseminando en toda la zona pacía el ganado manso de los tambos vecinos; y uno o dos o más jinetes en sus caballos criollos corrían en las laderas, y todo bajo un cielo azul guarnecido con cintas y encajes blancos, y más tarde, allá cuando el sol cayera tras las cuchillas recoge sus rayos que prodigó temprano, para rematar la tarde, franjeado de rojo y oro.- ¡ Qué crónica bonita sería la crónica de aquella época!.
Allí estaban diariamente a aquellas horas, las familias de Acevedo, Zumarán, Lassala, Muñoz, Castellano, Martínez, Ferreira, Reissig, Flores, Masa, Reyes, Artagaveitía, Oribe, Pereira, Arocena, Cibils, Larravide, Hughes, Villegas, Mac Eachen, Maines, Larrazabal, Lecocq, Camusso,Viana, Álvarez, Giró, Roosen, Wilson,Real de Azúa, Algorta, Rodríguez Larreta, gearcía Lagos, Carballo, Gomensoro, Tomkinson, y muchos más.
" Una línea de tranvías conducen al Paso Molino, un largo barrio de los alrededores rodeado de casas de campaña entre las cuales se destacan algunas residencias veraniegas de magníficos jardines cultivados con laureles tintos en flores, camelias, agaves, eucaliptos, y una infinidad de arbustos con hojas persistentes.
"Así describía la " Société de Geographe de París" , Edmund Cotteau en su libro titulado " Promende autor de L'Amerique du Sud" recuerda su pasaje por Montevideo en 1877.

 

EL SANTUARIO NACIONAL



En la cima del Cerrito de la Victoria se yergue el Santuario Nacional del Sagrado Corazón de Jesús. Si origen se remonta a la creación de la Parroquia del Cerrito, decretada canónicamente el 30 de octubre de 1919 por el visitador apostólico José Johannemann. En su trabajo de investigación histórica sobre dicho Santuario , afirma la arquitecta Mariella Russi:
“Podría parecer extraña la erección de un templo de tal envergadura, como lo es el mencionado Santuario, dentro de una realidad nacional de orientación positivista, pero la idea surge, antes de comienzos del siglo , a raíz de la campaña del liberalismo contra la Iglesia Católica, que está, en ese momento, bajo la jefatura de Monseñor Mariano Soler. Este juzga necesaria la creación de un templo votivo, a los efectos de oponerse a dicha campaña. El Santuario tendría carácter expiatorio, y sería un monumento de la Patria al Dios. Ese ideal de Monseñor Soler cobra forma al resolverlo así la Primera Asamblea Católica Uruguaya de 1889, y en junio de 1902 se compran a los efectos dos manzanas de terreno en la cima del Cerrito de la Victoria, lugar elegido para ello. Fallecido Monseñor Soler parece abandonarse la idea, incluso bajo la Administración Apostólica de la Arquidiócesis de Monseñor Isasa, quien, al parecer, teme una incautación de los bienes de la Iglesia como consecuencia de la ley de separación de la Iglesia como consecuencia de la ley de separación de la Iglesia y el Estado, y vende en mayo de 1911 las dos manzanas. Es recién en octubre de 1919 que el padre Antonino D Elía recupera una de ellas” Ese mismo año , días después , el 23 de noviembre , el arzobispo de Montevideo , Juan Francisco Aragone, acompañado de Tómas Camacho , obispo de Salto, y José M. Semería, obispo de Melo , puso solemnemente la piedra fundamental del Santuario Nacional. En mayo de 1926 se iniciaron las obras según los planos del arquitecto salesiano P. Vespignani, para la construcción de una parte del edificio , que pudiese cuanto antes habilitarse para el culto.

 

El 28 de diciembre del año siguiente , el arzobispo instaló oficialmente en el Santuario a los religiosos Sacramentinos llegados expresamente al país el 30 de noviembre para tomar a su cargo el Santuario y la Parroquia del Cerrito. El 26 de febrero de 1928 fue instalado el primer párroco , P. Antonio Evers, superior de los sacerdotes Sacramentinos, y el 19 de junio del mismo año pudo habilitarse una parte del santuario, en cuyo día fue trasladada la imagen de Cristo desde la antigua Capilla de Nuestra Señora del Luján, establecida en 1898 . En 1938 es inaugurada toda la planta del Santuario y en 1946 surgen su cúpula y las torres. Hacia 1982 fue iniciada una campaña nacional para la reparación del Templo, que había resultado afectado por filtraciones de aguas pluviales por su cúpula, la que , efectuada con total éxito , posibilitó las reparaciones necesarias.

 

Viaducto de Paso Molino

En marzo 2 de 1938 la Intendencia resolvió encomendar al Departamento de Obras Municipales el proyecto de un pasaje para vehículos en la Avda Agraciada, en su intersección con la vía férrea. En setiembre del 38 y abril del 39 se aplaza el estudio del punto "hasta momento más oportuno". En junio del 45 el Ministerio de Obras Públicas comunica a la Intendencia que de acuerdo a la Ley del 23 de diciembre de 1944 (Plan Quinquenal de Obras Públicas), destina $514.500 para la construcción de un pasaje superior sobre la vía férrea en la Avda Agraciada. En abril del 47, la Intendencia aconseja ya estudiar la posibilidad de trasladar a otro punto el cruce de las vías. En noviembre del 49 se remiten actuaciones a la AFE, en junio del 50 se le solicita tome a su cargo lo concerniente a la realización del llamado a licitación respectivo, en noviembre se le remiten nuevamente las actuaciones. En mayo de 1952 se realiza una estimación de los tres tramos metálicos con que se construirá el puente, en $200.000. AFE se hará cargo de la tercera parte. En julio de 1954 se acepta la propuesta a licitación del Sr. Bruno Lúdeke, representante de la firma Eisenwerke Kaiserslautern por los tres tramos metálicos para un puente ferroviario de triple vía.

 

El monto de la propuesta asciende a USS56.382 CIF Montevideo, que con el dólar a $ 2.45 de acuerdo al convenio Uruguayo Alemán, resultan $138.135.90. Se estiman en $24.909 los gastos de puerto, despacho de aduana, etc. Los dos tercios del gasto total serán de cargo del Municipio y el tercio restante de AFE. En mayo del 55 el Concejo Departamental aprueba los planos definitivos de los tres tramos metálicos. En enero del 56. el Concejo aprueba "por excepción", el aumento de U$S 2.443 experimentado en el costo de los tres tramos metálicos, provenientes de materiales, jornales y fletes. En julio del 56 el Concejo Departamental declara recibidos definitivamente los tres tramos metálicos. En octubre del mismo año aprueba la solución consistente en desplazar el trazado de la Avda. Agraciada en la prolongación de la calle Juan Artigas, manteniendo los niveles de la actual calzada y efectuando el pasaje en la nueva ubicación de la Avenida. En enero de 1959 luego de un llamado a licitación, el Concejo acepta la propuesta de la empresa Ambrosoli y Ludzcanoff para la construcción de los estribos para el puente ferroviario y muros de contención, por la cantidad total de $559.816.58. Ante vecinos desconformes por el futuro desplazamiento de la avenida, el Concejo solicita a AFE un estudio sobre la posibilidad de crear la Estación terminal de pasajeros del ferrocarril en la zona del Paso Molino, y otros detalles. Según el Concejo, "las obras no se han iniciado por dificultades con AFE para la realización de la tercer vía de servicio que será necesario hacer para la ejecución del puente, y por las expropiaciones necesarias para la implantación del mismo" Los tres tramos metálicos del puente están actualmente depositados en los Talleres del Ferrocarril en Peñarol. Se han pagado todos los gastos de su adquisición.

Estas líneas pertenecen a la Revista reporter donde nos cuentan que en el año 1961 el viaducto (puente de agraciada le llamaban) estaba todavía sin terminar. Lo que nunca imagino quien escribió la nota es que el viaducto demoraría 9 años mas en ser terminado. El 19 de junio de 1970 quedo oficialmente inaugurado luego de 10 años de construcción pero luego de 38 años de planificación del mismo. En el año 2011, luego de 41 años de vida se le hizo una restauración completa del mismo.

 

 

BARRIO GURUYÚ

El francés Gounouillou tenía un apellido tan difícil de escribir y de pronunciar, que la gente terminó llamándolo simplemente Guruyú. Y con este nombre acriollado (o simplemente adaptado al español) pasó a la historia en el característico barrio situado en el extremo de la península de la ciudad vieja. Gounouillou, un industrioso inmigrante llegado al país al mediar el siglo pasado, se dedicaba a los negocios del ramo marítimo y fundó un muelle en el puerto capitalino, al final de la calle Patagones (que hoy se llama Juan Lindolfo Cuestas). Eran esos los terrenos resultantes de la demolición del antiguo Fuerte de San José, que se alzaba sobre la punta del mismo nombre en la extremidad Nor-Oeste de la península. Derribado el fuerte se trazó la calle Isla de Lobos, de una sola cuadra de extensión, entre Piedras y Cerrito, cuya ubicación y breve longitud no tienen otra explicación histórica que ese hecho. El francés de tan endiablado apellido adquirió los restantes terrenos que ocupara el fuerte, y levantó allí su muelle al que anexó, al parecer, un precario establecimiento de baños, porque en aquel entonces las aguas de la bahía estaban limpias e invitaban a pegarse un fresco remojón cuando "la" calor del verano se adueñaba de la ciudad. Se dice que, por pocos vintenes, se podía alquilar una casillita de madera para cambiarse la ropa y ... al agua! Pero quien dio al lugar su definitivo perfil de lujosa estación balnearia no fue el naviero Gounouillou, sino el imaginativo y emprendedor español don Emilio Reus, quien soñó un moderno balneario en aquellos confines de la península. Y manos a la obra. Del sueño pasó rápidamente a la realidad cuando adquirió las instalaciones de Gounouillou y construyó en ese predio lo que los montevideanos de la época llamaron "las piletas", un suntuoso establecimiento de baños públicos, con agua de mar y agua dulce, para solaz y deleite de sus hedonistas coetáneos. Pero no sólo la estación balnearia estaba en la mente del activo empresario. Asociado con el coronel Carlos Gaudencio, Reus proyectó frente a sus piletas, después desaparecidas y transformadas en plaza de deportes, la construcción de un espectacular hotel, cuya ejecución quedó a medio camino por causa de la devastadora crisis económica de 1890. El monumental edificio del Hotel Nacional, que todavía se halla en pie y hoy está pidiendo a gritos una restauración, ocupa la manzana delimitada por las calles Juan Lindolfo Cuestas, Piedras, Ingeniero Monteverde y Cerrito, frente al establecimiento balneario. Su construcción quedó detenida en 1895, cuando el Estado se hizo cargo de las obras y lo destinó a sede de la Facultad de Matemáticas. Hasta hace unos 25 años atrás, antes de clausurársele por su estado ruinoso, funcionó en el edificio la Facultad de Humanidades.   FUENTE :"Los barrios de Montevideo" - Ricardo Goldaracena- Ediciones Arca – Montevideo

 

Barrio PEÑAROL.

Cada barrio tiene un aroma especial, algo que los identifica, los pioneros de cada barrio fueron moldeando con su esfuerzo el patrimonio que luego disfrutarán otras generaciones. Como todos los barrios en el caso de PEÑAROL, desde su estación histórica, los talleres de A.F.E , el Centro Artesano, un símbolo como el Trompo (Bvar. Aparicio Saravia y Newton) , las casitas de los empleados de los talleres, todo está allí como un dibujo inalterable al paso del tiempo…

ORÍGEN DEL NOMBRE

El lugar ya era conocido con el nombre de Peñarol antes de que el pueblo existiera. Por el año 1751 partía rumbo al Plata, desde la ciudad de PINEROLO (nombre que proviene de un tipo de pinos difundido en la región, situada al sur de la ciudad piamontesca de Turím – JUAN BAUTISTA CROSA, que en nuestro medio incorporaría como sobre-nombre  el lugar de su nacimiento, aunque deformado el vocablo por el habla popular, al españolizarlo. Posteriormente descendientes de JUAN BAUTISTA CROSA lo aceptarían como si en realidad fuera un segundo apellido familiar. Don CROSA , había llegado a Montevideo como Pifano 1º del 2º batallón del regimiento de Mallorca en mayo de 1765, acompañado de su mujer FRANCISCA PÉREZ BRACAMÁN y su hijo llamado JUAN ANTONIO CROSA, del cual no se ha encontrado otra mención posterior. En 1769 figura entre los moradores de la ciudad y después de haber salido del servicio militar activo, al reembarcarse con destino a España el regimiento de Mallorca, en abril de 1772 , en el llamado Padrón Aldecoa (1772/1773) , aparece inscripto como pulpero, con 40 años de edad, casado y con tres hijos de menor edad.
La primera vez que el genealogista JUAN ALEJANDRO APOLANT encontró escrito su “alias”, fue en una escritura de junio de 1775, en oportunidad de comprar una “suerte de chacra” , sobre el Miguelete. JUAN BAUTISTA CROSA falleció en Peñarol el 19 de mayo de 1790. Por decreto No. 16.783 la IMM , el 5 de marzo de 1975 , incorporó su nombre al nomenclátor departamental, asignándoselo a una calle de la zona donde viviera. De sus descendientes podemos decir que un nieto suyo, FÉLIX MODESTO CROSA PEÑAROL, hijo de JUAN FRANCISCO CROSA PEÑAROL, nació en la costa del río Negro, en la estancia de ANDRÉS FREIRE, participó como soldado en la cruzada libertadora de 1825, en Sarandí, Ituzaingó, y en el Sitio Grande de Montevideo como oficial de ORIBE. GABRIEL PIEDRA CUEVA, farmacéutico de la ciudad de Montevideo en el período hispánico, tenía una chacra contigua a la de CROSA. Su viuda construyó allí un oratorio público, con la advocación de NUESTRA SEÑORA DE LAS ANGUSTIAS. Fue erigida en viceparroquia de LAS PIEDRAS el 12 de febrero de 1784. Esta capilla, que tenía techo de teja, enmaderado de tijera y piso de ladrillo, ha sido descripta minuciosamente por el Dr. CARLOS FERRÉS. Fue clausurada en 1802, luego de la visita pastoral del obispo de Buenos Aires, LUÉ Y RIEGA.  El cementerio de la antigua capilla, ubicada en las proximidades del camino coronel Raíz, entre Carlos A. López y Osvaldo Rodríguez, data del 19 de marzo de 1790, habiendo donado el terreno el presbítero JUAN ANDRÉS CIPRIANO PIEDRACUEVA. En este cementerio se halló en 1896 la lápida que cubría los restos de JUAN BAUTISTA CROSA.

 

Fuente “Los Barrios de Montevideo” – Aníbal Barrios Píntos – Reyes Abadie.

ORIGEN DEL BARRIO

Para fundamentar este trabajo sobre los orígenes del barrio nos remitimos al libro “Los Barrios de Montevideo” tomo VIII “Antiguos Pueblos y Nuevos Barrios”, sus autores ANÍBAL BARRIOS PÍNTOS, quien supo ser colaborador con grandes aportes a nuestra Revista Raíces, así como el otro autor del libro Don WASHINGTON REYES ABADIE.
Dicho todo esto, les contamos que el lugar ya era conocido con el nombre de Peñarol antes de que el pueblo existiera. Por el año 1751 partía rumbo al Plata, desde la ciudad de PINEROLO (nombre que proviene de un tipo de pinos difundido en la región, situada al sur de la ciudad piamontesca de Turím – JUAN BAUTISTA CROSA, que en nuestro medio incorporaría como sobre-nombre  el lugar de su nacimiento, aunque deformado el vocablo por el habla popular, al españolizarlo. Posteriormente descendientes de JUAN BAUTISTA CROSA lo aceptarían como si en realidad fuera un segundo apellido familiar.Don CROSA , había llegado a Montevideo como Pifano 1º del 2º batallón del regimiento de Mallorca en mayo de 1765, acompañado de su mujer FRANCISCA PÉREZ BRACAMÁN y su hijo llamado JUAN ANTONIO CROSA, del cual no se ha encontrado otra mención posterior. En 1769 figura entre los moradores de la ciudad y después de haber salido del servicio militar activo, al reembarcarse con destino a España el regimiento de Mallorca, en abril de 1772 , en el llamado Padrón Aldecoa (1772/1773) , aparece inscripto como pulpero, con 40 años de edad, casado y con tres hijos de menor edad.La primera vez que el genealogista JUAN ALEJANDRO APOLANT encontró escrito su “alias”, fue en una escritura de junio de 1775, en oportunidad de comprar una “suerte de chacra” , sobre el Miguelete. JUAN BAUTISTA CROSA falleció en Peñarol el 19 de mayo de 1790. Por decreto No. 16.783 la IMM , el 5 de marzo de 1975 , incorporó su nombre al nomenclátor departamental, asignándoselo a una calle de la zona donde viviera.De sus descendientes podemos decir que un nieto suyo, FÉLIX MODESTO CROSA PEÑAROL, hijo de JUAN FRANCISCO CROSA PEÑAROL, nació en la costa del río Negro, en la estancia de ANDRÉS FREIRE, participó como soldado en la cruzada libertadora de 1825, en Sarandí, Ituzaingó, y en el Sitio Grande de Montevideo como oficial de ORIBE.GABRIEL PIEDRA CUEVA, farmacéutico de la ciudad de Montevideo en el período hispánico, tenía una chacra contigua a la de CROSA. Su viuda construyó allí un oratorio público, con la advocación de NUESTRA SEÑORA DE LAS ANGUSTIAS. Fue erigida en viceparroquia de LAS PIEDRAS el 12 de febrero de 1784. Esta capilla, que tenía techo de teja, enmaderado de tijera y piso de ladrillo, ha sido descripta minuciosamente por el Dr. CARLOS FERRÉS. Fue clausurada en 1802, luego de la visita pastoral del obispo de Buenos Aires, LUÉ Y RIEGA.  El cementerio de la antigua capilla, ubicada en las proximidades del camino coronel Raíz, entre Carlos A. López y Osvaldo Rodríguez, data del 19 de marzo de 1790, habiendo donado el terreno el presbítero JUAN ANDRÉS CIPRIANO PIEDRACUEVA. En este cementerio se halló en 1896 la lápida que cubría los restos de JUAN BAUTISTA CROSA.

 

LOS VIEJOS CARNAVALES DE PEÑAROL
Nos cuenta el poeta Emilio Tacconi.



Si los muros del Centro Artesano hablaran de las fiestas de Momo, sus palabras equivaldrían a una página de Isidoro de María, de añejo sabor mundano, exaltando el colorido y la gracia de aquellos divertidísimos bailes de máscaras, de resonante fama lugareña – aún recordados con nostalgia por más de un patriarcal sobreviviente – que dieron lustre y esplendor a la institución organizadora, al punto de que la Empresa del Ferrocarril fletaba – casi siempre con pasajes agotados – un tren expreso de Central a Peñarol, para facilitar la concurrencia del público montevideano. (relataba el poeta Emilio Tacconi) Y continuaba : ¡Qué “lanceros” y qué “cuadrillas”! ¡Qué esbeltez de  parejas! ¡Y que gusto para lucir figurines! Como aquel disfraz de “galesa” por ejemplo, con que Davies obtuvo el primer premio …En la calle y a la luz del día, el panorama era otro. Mas bullicioso, más popular. Desbordante de alegría, de carcajadas de músicas, de brincos y piruetas. Baila, baila , Margarito. Y el inefable oso de arpillera, con su collar de cascabeles, traspirando a mares bajo el sol quemante de estío, danza y danza en dos patas, al son del pandero gitano, contento de hacer las delicias de chicos y grandes, como los animales amaestrados lo hacen en las arenas del circo. Allá , una máscara suelta, de traje chillón y voz más chillona aún, descarga su batería de chispeantes alusiones vecinales, a conocidos y amigos, que le forman coro y le festejan alborozadamente las graciosas ocurrencias. Y la risa estalla en carcajada, cuando alguien detecta la identidad del personaje encubierto bajo la careta de grotescos perfiles bigotudos. Uy, te conozco, mascarita. Yo lo conozco. Es el inglés Johny Dull.
Murga bulliciosa de chiquilines pintarrajeados, enarbolando un judas por estandarte y golpeando latas y cacerolas – como si fueran instrumentos musicales de percusión – aturden los oídos del vecindario y le malogran la bienaventuranza de la siesta.
¿Y el tablado de Medina? Con ojos de niño lo recreamos en la imaginación. Y lo vemos a lo lejos, fabuloso, como cosa de ficción mitológica. Algo parecido en su finalidad esencial de divertir a las gentes – salvando las distancias de calidades y magia funambulesca – al tinglado de la antigua farsa – el de Tabarín, sobre el Puente Nuevo de París – que nos recuerda Benavente en el prólogo de “Los intereses creados” y donde todo el mundo reía : “reía el grave de ver reír al risueño y el sabio al bobo, y los pobretes de ver reír a los pobretes…¡Rafael Medina! Decir Medina era decir diablura, picardía , jarana…Queridísima figura del pago, Fundador de la primera tienda local. Nacido para irradiar bondades y estimular el hábito de la risa. Si hasta en los últimos días de su vida, ya en el umbral de los 90, varado en la silla de ruedas, mantuvo invicto el genio festivo del humor. El Tablado de Medina, en mitad de la calzada polvorienta, frente a la tienda toda iluminada con lámparas de mantilla; con sus dos puertas, de dos hojas cada una, abiertas de par en par , y su fascinante vidriera de caretas y antifaces , caretas de bebe, caretas de bruja, caretas de negro….pitos , cornetas , matracas
Allí se congregaba todo el pueblo : los de radio céntrico, los de “El Trompo”, los de “El Mirador” , los de “Las Escaleritas” , los de “La Cruz” , los de las quintas. Era la fiesta popular por excelencia. A la intemperie. En torno al escenario callejero, embellecido por guirnaldas de colores, farolitos chinos que se columpiaban con el viento, una gigantesca alegoría de payaso al frente y en cada uno de los cuatro ángulos originales caricaturas de Momo, en sendos medallones

 

 

EL CERRO

Luego de la llegada de Magallanes al Río de la Plata anotará Francisco de Albo en su Diario de Viaje: " ... de allí adelante [desde el cabo de Santa María, hoy Punta del Este] corre la costa este oeste, y la tierra es arenosa, y en derecho del Cabo hay una montaña hecha como un sombrero. al cual le pusimos Monte Vidi; corruptamente llamado ahora Santo Vidio ... " Nacía así un topónimo que tanto ha desvelado a quienes han intentado desentrañar su significado. Entre ellos, Paul Groussac se inclina por la denominación primitiva de Monte del Santo üvidio, un santo portugués que fuera obispo de Braga.

Algunos de los historiadores que sostienen que el Río de la Plata fue descubierto por el portugués Juan de Lisboa en 1514, antecediendo al viaje del malogrado Piloto Mayor de España, Juan Díaz de Solís, acreditan dicha interpretación.  Roberto Levillier, a su vez, considera que la primera denominación de nuestro Cerro fue Pinachullo detentio, asignado por Américo Vespucio (pináculo ante el cual se detuvieron sus carabelas, según aquel autor alrededor del 10 de marzo de 1502). Pasan los años y en el 1531 arriba el portugués Pedro López de Souza, quien escribe en su Diario de Navegación, el sábado 23 de noviembre, que "pasando adelante de la isla [de Flores] descubre un alto monte al cual le puse nombre -monte de San Pedro". Agrega, luego de haber subido al Cerro en dos oportunidades, que "no se puede describir la hermosura de esta tierra; son tantos los venados, gacelas, avestruces y otras alimañas del tamaño de potros recién nacidos y de su aspecto que el campo está todo cubierto de esta caza ... "

A partir de la época en que Pedro Millán reparte tierras, en 1730, a los pobladores de Montevideo, las tierras situadas sobre la margen derecha del Pantanoso constituyeron la "Estancia de la Caballada del Rey", de dominio fiscal, lugar destinado, fundamentalmente al cuidado, conservación y cría de équidos para el servicio real. Estos vastos campos que se extendían por el Pantanoso, Las Piedras, Santa Lucía y el Río de la Plata, serían otorgados en 1814 por el Director del Estado don Gervasio Antonio Posadas a su entonces Ministro de Guerra y Marina, general Francisco Xavier de Viana.

Una alta cruz en la cima del Cerro señalaba el lugar a los marinos de los barcos surtos en la bahía que se adentraban tierra adentro en procura de caza. En 1802 comienza a funcionar el fanal erigido en el Cerro y ordenado por Real Cédula de 1799. Dos años después se instala en su falda el saladero de Miguel Antonio Vilardebó, al que se llegaba por mar o por un camino que costeaba la bahía. En 1833 los sucesores de Viana vendieron sus tierras a Bertrán Le Breton y Cia. y a Miguel Martínez y Cia., ambos asociados, tierras que en menor extensión fueron adquiridas en 1835, por Juan Miguel Martínez, Francisco Lecocq y Atanasio Aguirre.

RINCONES HISTÓRICOS DE MONTEVIDEO
EL CERRO (Parte II)

Fue en la época, en 1834, que a solicitud de Antonio Montero, -y no Damián Montero, como se ha dicho y repetido--, quien pretendía levantar como negocio particular una población en la falda meridional del Cerro, el gobierno nacional resolvió fundar, durante el itinerario de Carlos Anaya, la "Villa del Cerro bajo la" advocación de Cosmópolis", denominada así pues se esperaba que recibiera inmigrantes. El decreto de Anaya fue dictado el 30 de diciembre de ese año. Por esos días se dio principio al amojonamiento de las chacras de la futura Villa. Con una punta de iroma la ·"Gaceta Mercantil" de Buenos Aires comentó que mejor seria llamarla "Angola", "en atención al gran flujo de inmigrantes de esa parte del África". De la compulsa de los documentos de la época surgen datos que confirman la distancia que mediaría, en la fundación, entre las intenciones y los hechos. "El Universal" del 26 de junio de 1837 dice que "la fundación de la Villa del Cerro, que hasta hoy sólo existe en el nombre, y en cuyos solares se han empleado sin fruto miles de pesos, ocupa en estos momentos la atención de muchos propietarios para darle impulso y el fomento que merece su situación ventajosa y que reclama también las necesidades de una población creciente como la de Montevideo. Los graves hechos militares que culminan con lo renuncia del presidente Oribe en octubre de 1838, y posteriormente la iniciación de la Guerra Grande, impidieron su desarrollo. . En 1841 el agrimensor Enrique Jones levanta un plano de la Villa, situada en campos de los mencionados Aguirre, Martínez y Lecocq; con posterioridad el proceso de poblamiento adquiere mayor empuje, ya que hasta entonces muy pocos edificios se habían levantado. Fue precisamente en enero de 1841 que en la prensa se anunció la venta, "en el nuevo Pueblo del Cerro, de solares de una superficie de 12 1/2 varas de frente y 50 de fondo al precio de 70 patacones; de 12 1/2 de frente y 37 Y medio de fondo, a 60 y otros de 12 1/2 de frente por 25 de fondo, a 50". En cuanto a los terrenos situados en las esquinas de las calles, de 25 varas por ambos frentes, se ofrecían a cien patacones cada uno. Existe una libreta escrita por J. Sandres, constructor de casas de la Villa, radicado en el Cerro en 1841. En ella el maestro de obras francés dejó una serie de valiosos apuntes sobre los costos de albañilería de aquellos tiempos y también sobre la vida doméstica entre el 50 y el 60. En una de las páginas se lee: pan, mensual, $ 0.98. Y en otra: junio, verduras, $ 1.02. En 1843 la sociedad Stanley Black y Cia. adquiere terrenos que le permiten extender hacia el mar su saladero, levantado en tierras libres, "algunos con el objeto de dejar la calle que cuando la Villa del Cerro se formase" cruzarían dicho saladero. En una acuarela del veraz y detallista dibujante Juan Manuel Besnes e Irigoyen sobre un episodio del sitio de Montevideo, pintada en el mediodía del 10 de noviembre de 1844, se puede apreciar en la falda del Cerro no más de una docena de casas. No es de extrañar que en 1846 el alcalde de la jurisdicción del Cerro informara que en su zona no existía ninguna escuela. En 1859 iniciará sus actividades una, la actual escuela N 29. Un censo estadístico de la sección del Cerro levantado en 1852 arrojó la cantidad de 700 habitantes, de los cuales 325 eran extranjeros, 54 nacionales (de 14 años arriba) "y 6 negros".

(Queridos lectores esto no se agota aquí, con el número de Octubre 2021 , seguiremos paseando por la historia de El Cerro)

 

RINCONES HISTÓRICOS DE MONTEVIDEO
EL CERRO (Parte III)

En cuanto a sus viviendas, fueron censadas 45 casas de azotea, 30 con paredes de material y 112 ranchos de estanteo. Con relación al ganado existente en la sección, se registraron los siguientes guarismos; 832 haciendas vacunas costeadas, la mayor parte bueyes, 419 caballos, 80 yeguas, 139 mulas, 60 ovejas, 68 cerdos y 275 cabras. A su vez, el establecimiento de Francisco Lecocq, al cuidado de dos peones, tenia 200 animales de pastoreo. Finalmente, por lo que respecta a las industrias y comercios existentes, éstos fueron los datos obtenidos; 4 saladeros (los de Henrique Jones, Pablo Duplessis, que también tenía jabonería y velería, Manuel Gonzalves y Tomás Tomkínson), 12 negocios por menudeo, 2 fondas (las de Bernardo Anchordoqui y Juan Fialho) y 3 hornos de ladrillo. Por decreto de 1867 se establece la nomenclatura de las calles del Cerro. Un diario de la época dice que sus nombres eran los de "veintisiete naciones, una confederación y una provincia de España". En las faldas del Cerro se siguen instalando saladeros, cuyos muelles van marginando la bahía. En 1873 existían nueve, algunos de gran costo, que tenían un alto movimiento de matanza: los de J. R. Gómez. Jaime Cibils, Pedro Piñeyrúa, Tomás Tomkinson, Luis J. Anaya, Apestegui, Pauleti y Duplessis, Correa, Lemos y ,Cía. y Buther y Martin. El 12 de febrero de 1878' el Poder Ejecutivo concedíó la autorización para establecer una escuela práctica de agricultura por el término de seis años en la manzana número 109 de la Villa, destinada a plaza pública. Esta primera escuela agrícola autorizada oficialmente en la República, estimulada por José Pedro Varela, fue dirígida por el maestro de la ,escuela de varones del Cerro, don José María López. En 1879 entraba en servicio el dique de carena Cibils - Jackson en Punta de Lobos, en la costa del Cerro. Era el más importante del contínente y "permitía la entrada de los buques de mayor tonelaje que cruzaban el Océano". Entraba en servicio después de haber insumido un costo global de un millón de pesos oro. En 1911 el dique se convirtió en "Arsenal de la Marina y Dique Nacional" al ser adquirido por el Estado. Jaime Cibils y Puig, nacido en Cataluña y formado en Marsella, estuvo vinculado a Félix Buxareo, a cuyo servicio -y luego independientemente- efectuó grandes negocios de importación y exportación. Fuerte armador, creó una flota que desarrolló intenso tráfico con Europa, Brasil y Cuba. Levantó asimismo un saladero en Punta de Lobos, del cual se ha dicho que fue el primero que tuvo digeridores de hierro en su grasería, el gran dique de carena al cual nos referimos y un teatro que llevó su nombre, inaugurado en 1871 en la calle Ituzaingó casi Piedras. Presidió el Banco Comercial. Dibujo: Pierre Fossey

(Queridos lectores esto no se agota aquí, con el número de Noviembre 2021 ,   seguiremos paseando por la historia de El Cerro)

 

RINCONES HISTÓRICOS DE MONTEVIDEO
EL CERRO (Ultima Parte)

Su socio, Juan Dámaso Jackson era hijo de Juan Jackson, súbdito inglés, y de Clara Errázquin, uruguaya, emparentada con el presbítero Larrañaga. Heredó cuantiosa fortuna y dilatadas posesiones rurales. Su padre fue propietario de la antigua estancia jesuítica "Nuestra Señora de Los Desamparados", que tenía unas 41 leguas cuadradas de superficie. Integró Comisiones de Caridad y Beneficencia Pública, Presidió también el Banco Comercial y tuvo fuera de sus actividades agropecuarias, negocios de barraca. Estaba emparentado con Félix Buxareo. Jackson y Jaime Cibils integraron asimismo el primer directorio del Ferrocarril Central del Uruguay. Los malos olores propios de los saladeros envolvían la atmósfera de la Villa del Cerro "con una ola pestífera". Su progreso era lento, a pesar de la intensa fuente de trabajo en la zona. Dice Fernández Saldaña que su Comisión Auxiliar enumeraba en 1885, como mejoras urgentes de la localidad, un muelle oficial de pasajeros, alumbrado público, servicio de serenos, chapas de nomenclatura y arreglo de la única plaza pública. Calculábase que en toda la sección había unos 3.200 habitantes, casi todos "supeditados al trabajo que proporcionaban los once saladeros agrupados en la zona". Las futuras obras del puerto influyeron para que la zona adquiriera cierta importancia. En 1890 visita la villa un periodista, que dice en su crónica: "Hace apenas cuatro o seis años, el Cerro era una localidad despoblada, sin más atractivo que varios edificios vetustos, y un centenar de ranchos habitados por las familias de los peones de los saladeros. Ahora existen allí soberbios edificios, chalets, buen número de casas de comercio, varios saladeros que constituyen el pan de cada día de millares de obreros, colegios donde se instruyen algunos cientos de niños de cada sexo, un club social [Recreativo Igualdad], etc., etc. Es bellísima la entrada a la villa; una calle larguísima, regularmente empedrada, a cuyos costados se levantan ora grandes barrancos, ora caprichosas quebradas, ora pequeñas lagunas y allá a lo lejos se divisa la bahía en cuyas aguas' se mecen las embarcaciones." En la época la Villa del Cerro tenia unos 8.600 habitantes y una intensa actividad industrial: además de sus nueve saladeros, una fábrica de lenguas conservadas propiedad del Sr. Mac Coll, otra de dulces, del Sr. Mongrell y dos barracas de carbón de la Sucesión Braga. Posteriormente se instalaron nuevos saladeros como el de Duclós, en 1902, y poco tiempo después un grupo de capitalistas uruguayos funda, en los predios adquiridos a los propietarios. de los saladeros "18 de Julio", "San Miguel" y el de Punta de Lobos, el primer frigorífico uruguayo para la explotación de nuevos sistemas en la conservación de carnes. Se denominó "La Frigorífica Uruguaya" y dio comienzos a sus tareas en diciembre de 1904. En 1911 es comprado por una firma anglo-argentina que en 1929 arrendará sus instalaciones al Frigorífico Nacional. El Frigorífico Montevideo se funda en 1911 y dos años después adopta el nombre de "Frigorífico Swift"; pertenece a un consorcio norteamericano. Faenará en gran escala. A su cierre definitivo pasó a propiedad de EFCSA (Establecimientos Frigoríficos del Cerro S.A.). Finalmente, un recuerdo para la fortaleza. Fue mandada construir en 1808 por el gobernador Francisco Xavier de Elio. Su papel fue importante en la Guerra Grande, como punto de apoyo en operaciones militares. En 1870, en la llamada "revolución de las lanzas" fue tomada por los coroneles Salvañach, Leyera y Mendoza y los comandantes Veles y Carreras. En 1916 una ley estableció que en la cumbre del Cerro se haría un parque público. Hasta 1929 no se fijaron sus límites. Y el 12 de octubre de 1939, la Fortaleza, incorporada a la heráldica nacional y también a la municipal de Montevideo, agregó en su ámbito un instituto de cultura, el Museo Militar, en cuya organización se venía trabajando desde tiempo atrás. En 1953 comienza a funcionar el liceo. La Villa del Cerro tiene una enorme trascendencia en el desarrollo económico de la república. La industria saladera y frigorífica la eligió como máxima sede, dándole una fisonomía intransferible. Insufrible vaho de sangre y carroñas; fábricas de labor sin pausa, que convierten la riqueza semoviente en divisas del comercio de carnes; calles pobladas de gente humilde, laboriosa, con una decidida conciencia obrerista: todo eso ha sido el Cerro, de bravías tradiciones, de gente sufrida, de familias muy unidas, que han coreado el nombre del país en horas de alegría y atrapado la atención del Uruguay entero, en horas de hoscas huelgas casi revolucionarias. El Cerro tiene algo muy cosmopolita y algo profundamente terruñero: es una síntesis del Uruguay rural y del Uruguay urbano, una imagen simbólica del país, en el ruedo de una bahía universal.

Del libro: Los Barrios de Aníbal Barrios Pintos

(Queridos lectores , con RAÍCES del mes de diciembre, seguiremos viajando por la historia de otro barrio)

 

 

Barrio Peñarol.

En 1751 partía de la ciudad de Pinerolo, situada al sur de la ciudad piamontesa de Turin, Juan Bautista Crosa, hijo de un abogado del lugar que en nuestro medio incorporaría como alias el lugar de su nacimiento, aunque deformado el vocablo por el hablar popular al españolizarlo. Un nombre muy conocido mundialmente por la hazañosa actuación en los campos de juego de una de nuestras principales instituciones deportivas. Los descendientes de Crosa agregaron a su apellido el de Peñarol, y uno de ellos el coronel Crosa Peñarol, participó como soldado en la cruzada libertadora de 1825, en Sarandí, en Ituzaingó y en el Sitio Grande, como oficial de Oribe. Gabriel Piedra Cueva, farmacéutico de la ciudad de Montevideo en el periodo hispánico, tenia una chacra contigua a la de Crosa. Su viuda, Antonia Maria Pérez, construyó allí un oratorio bajo la advocación de Nuestra Señora de las Angustias. Dicha capilla, que describe minuciosamente el Dr. Carlos Ferrés, fue erigida en Viceparroquia de Las Piedras el 12 de febrero de 1784.Artigas, durante el primer sitio de Montevideo, luego de haberse alojado en el Cordón pasó a Peñarol, a la "Chacra de la Boticaria", Y allí estableció su cuartel general. En el cementerio levantado junto a la capilla y que funcionó de 1750 a 1850, había una lápida significativa: la del vecino de ese lugar, Juan Bautista Crosa, fallecido en 1790. Otro entronque de Peñarol con la historia señala que desde allí se anunció, el 8 de octubre de 1851, el fin de la Guerra Grande, por parte del general Justo José de Urquiza. El censo estadístico de la población que tenia la sección de Peñarol, extendida sobre 18.000 cuadras cuadradas, levantado en 1882 por el comisario Primitivo Larrobla, contiene detalles de interés, entre ellos la clasificación de habitantes según su nacionalidad. Importa señalar algunas de sus conclusiones:
La población total era de 3.343 vecinos. De ellos, 405 eran propietarios y 357 arrendatarios; 110 alumnos se instruían en escuelas del estado y 61 en escuelas particulares. Los habitantes se distribuían en 1.934 orientales, 1.011 italianos, 188 españoles, 132 franceses, 52 argentinos, 9 brasileños, 6 ingleses, 4 africanos, 3 portugueses, 2 alemanes y 2 paraguayos.439 pobladores vivían en construcciones de material; 269 en ranchos de tierra. En cuanto a sus profesiones u oficios, 389 eran labradores; 326, peones; 65, comerciantes; 40, zapateros; 23, albañiles; 14, militares; 14, panaderos; 14, carpinteros; 11, herreros; 9, empleados; 8, troperos; 8, carreros; 6, pedagogos; 5, barberos; 5, tamberos; 4, sastres; 4, armeros; 4, curtidores de pieles; 3, plateros; 2, abastecedores; 1, cordonero; 1, molinero.
(Queridos amigos de RAICES , hasta aquí la primera parte de este muy buen trabajo de Don Aníbal Barrios Píntos, con el próximo número seguiremos hablando de Peñarol)

RINCONES HISTÓRICOS DE MONTEVIDEO
Barrio Peñarol. (Parte II)



El lugar ya era conocido con el nombre de Peñarol antes de que el pueblo hubiera aparecido. En 1888 el secretario de la Empresa del Ferrocarril Central del Uruguay realizó un viaje de inspección a nuestro país para estudiar algunos problemas urgentes en los que figuraban la instalación de los talleres. El consejo de Mr. Barker fue que se trasladaran éstos, provisoriamente situados en Bella Vista, a un punto cercano a Sayago. Se eligió entonces un área ubicada a 2 km. de esta estación, enmarcada por un triángulo delineado por las actuales avenida Sayago, camino Casavalle y camino Edison. El área referida abarcaba 17 hectáreas. En 1890 la obra estaba cumplida; los talleres se habían trasladado a su nueva sede. Pero tras los talleres vinieron sus obreros, y así fue como hacia 1898 había nacido un núcleo poblado al cual, con mucho énfasis, se le llamó "Ciudad Ferroviaria" o "La Nueva Manchester". Ninguna de estas denominaciones tuvo andamiento y prosperó la de Peñarol, más antigua y arraigada. El 28 de setiembre de 1891 se funda en el pueblo Peñarol el "Central Uruguay Railway Cricket Club". El 12 de marzo de 1914, disidentes de este club, en vista de su resolución de no practicar más Foot-ball Asociación resuelven cambiar su denominación por la de "Club Atlético Peñarol" y crear la bandera de las once estrellas. Éste es el origen del actual nombre de dicha institución deportiva. Según Orestes Araújo, el grupo poblado de Peñarol, hacia 1912, excedía de 3.000 habitantes. En una documentada crónica sobre su evolución, ha dicho el poeta Carlos Emilio Tacconi que "al camino de barro sucedió la carbonilla, más tarde el macadam, y posteriormente el adoquinado y en último término el hormigón. Donde antes se hundían hasta el eje los carros del molino con sus cargas de harina -teniendo que sacarlas con dos yuntas de bueyes- ahora se podría practicar el deporte del patín."
Señala asimismo que de la fecunda siembra de la escuela N" 166, hoy llamada con justicia, María Vittori, egresaron figuras señaladas de la política y la literatura, como Andrés Martínez Trueba y Ovidio Fernández Ríos, y del deporte, como el tres veces campeón olímpico y mundial, José Nasazzi, y agrega este rasgo que evoca con orgullo: "a Peñarol le otorgaron el privilegio de lucir en sus calles el patronímico de poetas ilustres: como Shakespeare, Muton, Camoens, Schiller, Goethe, Dante Alighieri, Petrarca, Terencio, Lamartine, Lope de Vega, Becquer...En la actualidad el barrio Peñarol se halla en la zona comprendida entre las calles Lincoln, Schiller, Avda. Sayago y Avda. Peñarol. Esta última separa el núcleo poblado de los talleres e instalaciones complementarias. Las casas de los obreros y las de los empleados están separadas, a su vez, por un espacio que la empresa donó al municipio de Montevideo,
en 1918, para que éste construyera una plaza pública. El Centro Artesano tiene su sede en el mismo lugar de origen. Peñarol está habitado por gente trabajadora vinculada a los transportes y maquinarias ferroviarias de A.F.E. Esto no obsta para que su fisonomía se integre con otras actividades y que su historial haya prohijado empresas deportivas tales como las que dieron origen al epónimo club de fútbol.

Del libro: Los Barrios de Aníbal Barrios Pintos 

 

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Barrio PEÑAROL. (PARTE III)

Cada barrio tiene un aroma especial, algo que los identifica, los pioneros de cada barrio fueron moldeando con su esfuerzo el patrimonio que luego disfrutarán otras generaciones. Como todos los barrios en el caso de PEÑAROL, desde su estación histórica, los talleres de A.F.E , el Centro Artesano, un símbolo como el Trompo (Bvar. Aparicio Saravia y Newton) , las casitas de los empleados de los talleres, todo está allí como un dibujo inalterable al paso del tiempo…

 

LA PRIMER ESCUELA Y UNA MAESTRA DE SINGULAR PERSONALIDAD

MARÍA VITTORI GABBAS



María Vittori Gabbas / Nace el 8 de setiembre de1874.
Su padre Daniel Vittori, suizo, su madre Juanita Gabbas de origen aragonés. Llega a esta zona llamada Pignarolo con 20 años, 3 de experiencia, en 1894.
Peñarol, como pueblo, se inaugura recién en 1913. Contactada por jerarcas del Ferrocarril Ingles, es que llega al Centro Artesano, donde le designaran tres salones, en 1894 para fundar la primera escuela rural No.25, luego No.26 En 1899 se funda la escuela de 2do. grado. Apoyada por sus hermanas, también maestras, Margarita, Delia y Luisa. Junto a Zorrilla Dini, María Rama, María del Carmen Pou y Marola Vidal van formando la planilla de docentes, con la Srta. Maestra María Vittori como directora. La escuela crecía a raiz de un mayor flujo de alumnos y construye una nueva escuela, donde estaba el piquete policial. Desde entonces, y aun llamada, Congreso de Abril de 1813. La plaza contigua con el mismo nombre en la actualidad. Este terreno fue donado por los ingleses. Luego con rifas y contribuciones se obtuvieron $ 1.000, requisito planteado por las autoridades de Enseñanza Primaria. En 1907 se inaugura el nuevo edificio. Desde ese momento fue la Escuela No. 34 de 2do. grado. Hasta nuestros días. En 1969 fue demolida para dar paso al actual local, trocando los espacios que ocupaban plaza y escuela. La Srta. María continuo su obra creando un curso nocturno, donde interactuaban adultos y niños, que no podían asistir al turno diurno. Tomo para si esa responsabilidad. De todo Peñarol y sus alrededores, como Sayago, Colon, etc pues había muchas chacras.
En 1917 se retira . Al acogerse a la jubilación había dejado a la Escuela con 7 clases, nutrida biblioteca y abundante material de trabajo. Y en su domicilio de Sayago siempre recibía a sus ex alumnos. El 8 de setiembre, fecha de su cumpleaños, era el día en que constantemente se producía una especie de desfile, con todos aquellos que tanto la querían. La admirada maestra fallecio el 7 de octubre de 1959. El Parlamento Nacional rindiendo homenaje a su memoria asigna el nombre de Escuela María Vittori a la No. 166 que comparte actualmente, en distinto turno, el local de la Calle Estrella del Sur con la escuela No. 34. El gobierno departamental dispuso que llevara su nombre la Biblioteca Municipal de Peñarol. Por los bancos de su escuela pasaron el ex Presidente de la Republica Andrés Martínez Trueba, el el ex ministro de la Suprema Corte Dr. Hamlet Reyes, los poetas Ovidio Fernandez Rios y Emilio Tacconi, el primer obispo salesiano del Uruguay Monseñor Ángel Muzzolon, el Dr. en Medicina Diamante Benatti laureado en Paris, el ex decano de la Facultad de Ciencias Sociales y Económicas Cr. José Domínguez Nocetto, el periodista y director de “El Día” José Pereyra González, el ginecólogo Dr. Manuel Rodriguez Lopez, Maestra de maestros Reina Reyes, Norberto Bautista Alcaraz, Jorge Silva Varela, el Cr. Enrique Brusco, Jose Nasazzi deportista excepcional........y toda una sociedad, que en el anonimato, aporto valores morales en una época de esplendor

 

(Con RAICES, de febrero seguiremos repasando la historia del barrio Peñarol)

 

BARRIO REUS AL NORTE (VILLA MUÑOZ)

Los orígenes y desarrollo


Por los años 1875-1876 , la ciudad de Montevideo atravesaba una situación angustiosa, secuencia del sometimiento del país “al rigor del cuartel” , de la postración financiera de la plaza , de la incertidumbre creada por la tumultuosa realidad, política uruguaya. Un cronista de la época dice que, a consecuencia de esta general decadencia, “el conjunto de suntuosos edificios construidos en la floresta de Montevideo en épocas de fomento, así semejaban después, en su soledad y tristeza , a panteones de familia” (J.A. Giménez). Una década después , hacia 1887 , el panorama ya era otro. Habían renacido la confianza y el espíritu de empresa. Vienen capitalistas de Buenos Aires , unos con el propósito de especular con la compra de terrenos y otros para fundar bancos de construcción y de crédito. La tierra comenzó a cotizarse a muy altos precios, a tal punto que llegó a niveles desmedidos. Este frenesí no duró mucho. Sin embargo, un hombre con empuje atrevido y tremenda energía creadora hizo perdurar su nombre hasta nuestro días. La meteórica carrera del Dr. Reus en el Río de la Plata sólo cubrió el lapso de cinco años. Cuando llegó a Buenos Aires en 1886 tenía 27 años de edad. En plena juventud, este alicantino había tenido tiempo de ser abogado y jurisconsulto de consejo, doctor en Filosofía y letras, traductor y prologuista de las obras de Espinosa , autor de obras jurídicas, diputado de Cortes, director de la Revista Jurisprudencia. Pero la personalidad de Reus era múltiple detrás del hombre de leyes, del investigador de gabinete, del escritor y el orador, se perfilaba un hombre de negocios, un financista y especulador osado, que había revelado sus dotes al jugar audazmente en la Bolsa de Madrid. Como empresario , había dirigido el canal de Ecija. Ya en Buenos Aires realizó juegos bursátiles que le reportaron en poco tiempo medio millón de pesos, que perdió prestamente. Pero como cumplió con sus acreedores, siguió contando con la confianza y el respaldo de grandes fortunas argentinas. En época del gobierno del Gral. Tajes se llamó a una especie de concurso para la organización del Banco del Estado que se proyectaba. En tales cincunstancias el Dr. Reus cruza el Plata y organiza un consorcio integrado por capitalistas del volumen de Duggan, Cassey , Ayarragaray y Drydale, fundando en nuestro medio el Banco Nacional. Fue su primer paso. Pero sus opositores, que los tenía y muchos, lograron que a los once meses se alejara de la gerencia del nuevo banco. Su empuje , en vez de menguar, se acrecentó extraordinariamente. Formó entonces una Compañía Nacional de Créditos y Obras Públicas, integrada con un capital de veinte millones de pesos – de los de aquella época – dividido en 200.000 acciones de cien pesos cada una, y se lanzó de nuevo a la lucha. Entre sus primeras obras figuraron un establecimiento de baños hidroterápicos y el Barrio Reus al Sur. No obstante, acariciaba proyectos aún mayores para Montevideo y éstos cristalizaron, pese a todos los inconvenientes humanos y naturales que salieron a su paso, en el bloque de viviendas que hoy constituyen Villa Muñoz. Para llevar a cabo su idea de construir todo un enorme conjunto de casas sólidas, funcionales y baratas necesitaba el Dr. Reus un colaborador avezado. Y pronto lo halló en la persona del teniente coronel Marcelino Santurio. Este, que había residido en Europa, aprovechó su experiencia de viajero inteligente para estudiar los barrios de viviendas económicas, aptos para alojar decentemente a la gente de trabajo. Una vez en Montevideo trató de encontrar un empresario dotado de capital y ambiciosos propósitos. Con Reus unió capacidades y esfuerzos. El lugar donde concentrarían todos sus fuegos, fue la chacra de Echeverría, con 68 hectáreas de superficie, que extendía sus tierras entre el Barrio Lavalleja – fundado por Francisco Piria en 1885, en la zona que encerraban los caminos de Goes, Figurita y Pastor – y la zona conocida por La Humedad, que comprendía las quintas de Muñoz, Béjar y Hocquard, denominada así por la humedad que le trasmitía un brazo del arroyo Seco, que cruzaba esas tierras que formaban hondonada. La compra se efectuó a razón de $ 0,40 el metro cuadrado. Una vez delineadas las calles y establecida el área de los solares se iniciaron las obras edilicias el mes de marzo de 1888. Nunca el Uruguay había conocido trabajo de tal envergadura. Más de 2.000 hombres por día se ajetreaban en las construcciones, 500 carros de carga iban y venían , trayendo arena y ladrillos, cal , pizarras y vigas. Los hornos de ladrillo no daban abasto. Superada la producción de los montevideanos, se debió recurrir a los hornos de otros departamentos del Uruguay. Una pequeña humanidad afanosa vivía en las obras.

Camino de GOES

Esta actividad comercial, desarrollada en el punto de partida de un camino que se prolongaba hacia el Cerrito de la Victoria y desde el almacén de La Figurita, por la actual avenida Gral. Garibaldi, le dio a Goes temprana y decisiva fisonomía. Alrededor de la plaza-feria surgieron modestos pero abundantes locales. En ellos se alojaban pulperías, almacenes, fondas, corralones y barracas de acopio. Predominan las casas de material sobre los ranchos. Dice el Dr. Juan Carlos Patrón en sus amenas crónicas anecdóticas e histórico-costumbristas sobre el barrio Goes, que de las tres pulperías que en poco tiempo fueron instaladas alrededor de la plaza., la preferida era la del Gaucho, fundada antes de 1870, donde hoy se cruzan General Flores y Yatay. Agrega dicho autor que "en la azotea del edificio se asomaba un gaucho con una copa en la mano, construido en terracota". La Pulpería del Gaucho "fue la madre espiritual del almacén de Yirumin, el que a su vez fue progenitor del Viejo Café Vaccaro, padre este último del Gran Café Vaccaro, el infortunado edificio de cuatro pisos". Si bien la vocación comercial de Goes le otorga un memorial de transporte e intercambios, otra historia de guerreros alborea en sus comienzos. Triunfantes las tropas patriotas de Rondeau en el Cerrito, las fuerzas realistas de Vigodet se retiraron por el camino de Goes, en la mañana del 12 de diciembre de 1812, para buscar amparo en el abrigo· de la ciudad murada. A partir de febrero de 1843, mes en el que el ejército del Gral. Oribe pone sitio a Montevideo, dicho camino es entonces vía de ir y venir de las tropas y de episodios de guerreros como el de la muerte del coronel Marcelino Sosa, caído el 8 de febrero de 1844 en un lugar cercano a la playa de la Aguada, luego desaparecida a consecuencia de las obras de construcción del puerto de Montevideo. Marcelino Lucas Sosa había tenido intervención personal en las batallas de Rincón, Sarandí, Ituzaingó y Cagancha. El 20 de febrero de 1865, las tropas del Gral. Venancio Flores, culminando la que él llamara Cruzada Libertadora, en la que sangre de hermanos había vuelto a correr, entraron en Montevideo por el viejo camino de la Figurita. Un buen día, la ciudad sale decididamente a su encuentro. En 1880 se establece, por iniciativa particular, la empresa del Tranvía Oriental, que une la barriada con el centro Y sur de la urbe. Para sustituir los barracones, que no estaban ya a tono con el movimiento comercial de la zona, se construyó el Mercado Agrícola. En un terreno donado por Carlos H. Cracker -hubo cinco donantes de terrenos, que por lo visto deseaban valorizar sus propiedades-, se colocó el 30 de diciembre de 1906 la piedra fundamental. La estructura fue traída de Europa y pertenecía a un stand de una exposición ganadera. La obra quedó terminada por 1913. Todo el día, desde entonces, funcionó el mercado.

 

Camino de GOES

El Camino de la Figurita, uno de los caminos de entrada a Montevideo, fue denominado, desde el 20 de diciembre de 1866, Camino de Goes. No sería éste, como se ha dicho, el Camino de Juan de Toledo (Juan Gil de Toledo, vecino poblador de Montevideo, según Juan A. Apolant). En su "Geografía del Departamento de Montevideo", publicada en 1898 por Julián O. Miranda, afirma dicho autor que el Camino de la Cuchilla Grande, o de Juan de Toledo, nacía en Maroñas, pasaba por Piedras Blancas, y siguiendo en gran parte el curso de la Cuchilla Grande entraba al departamento de Canelones, después de cruzar el arroyo Toledo. El camino Goes, que comenzaba en la plaza Sarandí, evocaba con su nombre a los hermanos Goes, Scipíón y Vicente, que según Ruy Díaz de Guzmán introdujeron a Asunción desde el San Vicente, Brasil, hacia 1555, un toro y siete vacas, que luego, con su multiplicación y otros aportes, a lo largo del tiempo iban a inaugurar nuestra Edad del Cuero.


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Las caravanas de carretas cargadas de frutos del país tenían como natural destino la actual plaza de Cagancha, mal llamada Libertad, donde se encontraban los mercados abiertos de productos agrícolas y ganaderos. Pero la ciudad crecía y exigía nuevos espacios para la edificación. Ello determinó que en 1856 el gobierno de Gabriel Pereira decretara el traslado de dichas ferias a la plaza Sarandí. El camino que seguía la pedregosa cresta de la Cuchilla Grande continuaría cumpliendo con su misión comercial, pero la feria fue desplazada a las orillas de la ciudad, el cinturón donde el campo y la naciente gran urbe entablaban su diálogo. Diez años más tarde se acentúa la importancia económica de la zona. En el 1866 el gobierno del general Flores obtuvo de los hermanos Guerra la cesión de amplios terrenos donde hoy se levanta el Palacio Legislativo y la Facultad de Medicina. Al finalizar el año se inaugura en el lugar un vasto mercado de frutos, que englobaba en su seno a la Plaza de Carretas y que tenía por límites, al este, la calle José L. Terra, por el oeste Marcelino Sosa, por el sur Yatay y por el norte, la actual Isidoro de María. Dicho mercado tenía un ajetreo permanente; en él la ciudad adquiría los productos de la campaña y ésta se asomaba, cautelosa, al bullicio cosmopolita (continuará)

 

 

BARRIO ATAHUALPA

La piedra fundamental de Atahualpa fue colocada por el presidente de la República general Lorenzo Batlle; en derredor de la antigua quinta del sabio sacerdote Dámaso Antonio Larrañaga, donde luego surgió la residencia de don Alejandro Gallinal, se nucleó un centro de casas amplias, rodeadas de vastos y umbrosos jardines. En la actualidad el Prado y Atahualpa forman una unidad casi indisoluble. Ambos comparten el prestigio de haber sido cuna o residencia de hombres ilustres, como Vaz Ferreira y Julio Herrera y Reissig. Ya muy lejano aquel día de fines de 1888, en que en "breacks", en victorias, en cupés, en landós, en americanas o en humildes jardineras o "birloches" acudieron unas 30.000 personas al entonces llamado Prado Oriental para ser protagonistas de las tan famosas como populares romerías españolas, hoy ambos continúan siendo, aunque con muy disminuida intensidad, paseo soleado de los domingos, rincón remansado de los barrios aledaños.


CAPILLA JACKSON

Construida en 1870 por el francés Víctor Rabau y declarada Monumento Histórico Nacional desde 1975, fue edificada como un pequeño oratorio por la familia Jackson en un sector de su quinta, que fue la antigua chacra de Larrañaga, en torno a la cual se fue generando el barrio Atahualpa, con amplias residencias inmersas en vastos jardines. Hoy, totalmente integrada a la ciudad, aún conserva características que evocan el momento en el que fuera edificada. Se trata de un templo de una sola nave; exteriormente se lee la presencia de un crucero, el que es generado por las dos sacristías adosadas a la nave. La esbelta torre está rematada por una lujosa flecha, en el eje de la fachada principal. Todo el edificio está unitariamente concebido, apelando al lenguaje gótico -por su carácter evocador- como fiel expresión del espíritu romántico íntimamente vinculado al ambiente señorial y bucólico de las casas quinta finiseculares. Se aprecia una clara manifestación del carácter ecléctico historicista que predominaba en la arquitectura al momento de construirse esta singular obra.

 

 

 

 





   
 


PÁGINAS AMIGAS