El proyecto surgió por iniciativa del comerciante español Pedro Sáenz de Zumarán, quien montó una empresa privada con el objetivo de crear el mercado más grande de América del Sur. La firma se instaló el 19 de julio de 1865 con un capital de 309.000 pesos, repartidos en 618 acciones con un valor de 500 pesos cada una. Así las cosas, se adquirió un predio de unos 3.500 metros cuadrados con frente a las calles Piedras, Pérez Castellano y rambla 25 de Agosto de 1825, un paraje conocido en aquel tiempo como “Baño de los Padres”.
El proyecto y la construcción fueron encargados al ingeniero R. H. Mesures, quien tuvo también a su cargo la tarea de controlar la fabricación de las piezas de fundición metálica hechas en los talleres de la Union Foundry de K.T. Parkin en la ciudad de Liverpool.
El edificio fue inaugurado el 10 de octubre de 1868 con la asistencia del Presidente de la República, General Lorenzo Batlle y algunos de los ministros de la época, habilitándose al público al día siguiente.
HIERROS, ARCOS Y PORTONES
El amplio espacio interior se encuentra formado por una zona central libre de columnas en la que en principio se ubicaba una fuente, que fue posteriormente sustituida por un reloj (ver recuadro). Exteriormente, la estructura de hierro se disimula detrás de una envolvente de mampostería, con vanos en forma de arcos de medio punto y los portones de acceso. Se intenta dar a la fachada una apariencia de pesadez y opacidad, contraste con la sensación de fragilidad y levedad que proporciona la visión interior de la estructura sustentante de la cubierta. Arquitectónicamente la obra presenta exteriormente un tratamiento historicista de tipo ecléctico, habiendo perdido las fachadas su dispositivo original, sustituido desde hace tiempo por un revoque imitación piedra. En virtud de las cualidades testimoniales que presenta el mercado al ser una muestra arquitectónica característica de una época, de ser una obra vinculada estrechamente con la historia del país, como también un centro de atracción turística de Montevideo.
UN RELOJ CENTENARIO
Bajo la cúpula central del Mercado del Puerto existió hasta 1897, una fuente de hierro de forma circular que contaba con un chorro surgente en el centro, una verja y unos cuantos bancos que la rodeaban. En 1896 se sustituyó la fuente por un gran puesto central coronado por lo que se convirtió en uno de los elementos más calificados del Mercado, declarado Monumento Histórico Nacional en 1976: el reloj de cuatro esferas. Fue en 1897 cuando se inauguró el espacio central con el reloj importado por la casa Paganini desde Liverpool, de donde proviene toda la estructura de hierro del mercado. La empresa fue la misma que adquirió el reloj de la Iglesia Matriz. En la década de los 80 su sistema de pesas, engranajes y cuerdas dejó de funcionar, aparentemente en forma definitiva. Pero en 1996, la administración del Mercado del puerto encomendó la reparación al relojero artesanal Dardo Sánchez, con cuarenta años de oficio dedicados en su mayoría a la reparación de grandes relojes, que lo resucitó tras una semana de intenso trabajo.
UN PASEO TURÍSTICO
Actualmente si bien se conservan las características originales básicas de la cubierta y fachadas exteriores, con el tiempo el Mercado del Puerto ha tenido modificaciones. La actividad propia del mercado, con el particular encanto de su entorno, lo ha convertido en un lugar típico para montevideanos y turistas. En el Mercado del Puerto se puede encontrar una variada oferta culinaria, donde destaca el clásico boliche “Roldós” instalado desde 1886. Allí se reúnen las personas para celebrar brindando con el clásico “medio y medio” y saboreando los famosos sandwichs de mariscos. También se concentran varios locales que brindan exquisitas carnes rojas y blancas, pastas y otros platos típicos de la región. El mercado también es un espacio de concentración para artesanos y músicos populares. Sorprende el auge de las actividades culturales que se han ido gestando en el entorno de la Ciudad Vieja, ha llevado a un puñado de artistas plásticos a instalar sus talleres alrededor del Mercado del Puerto.
Fuente : https://montevideo.gub.uy/areas-tematicas/cultura-y-tiempo-libre/ferias-y-mercados/mercado-del-puerto
La abigarrada estructura de metal del Mercado del Puerto ha sido escenario de los más diversos encuentros. Carlos Gardel y Enrico Caruso se pasearon juntos por sus calles internas; José Enrique Rodó acostumbraba a beber allí sus "caflitas" en un disimulado pocillo de café; Pedro Figari tomó de allí varias de las escenas que inspiraron sus pinturas. Por los callejones del Mercado, se podía ver a Marta Gularte, figuras políticas, grandes jugadores de fútbol, el inefable “Fosforito” animando a niños y mayores…
LEYENDAS NO VERIDICAS SOBRE LA ESTRUCTURA DEL MERCADO
Paralelamente a la historia real del Mercado del Puerto circularon otras no verídicas. Se decía que por 1800 pasaba en tránsito por el puerto de Montevideo la estructura de hierro de lo que iba a ser una estación de ferrocarril en Bolivia. Al no haber pagado el país de destino las despensas necesarias para culminar la transacción, la compañía inglesa que la poseía, habría decidido rematarla en Montevideo. También existe otra versión que sostenía que el hierro del Mercado era, en su primitivo y original destino, una estación de ferrocarril que debía levantarse sobre una ciudad del océano Pacífico. El buque que conducía la carga habría naufragado en las costas de Maldonado o Rocha, y en esas circunstancias un grupo de capitalistas montevideanos habrían decidido adquirir por poco dinero el material abandonado y utilizarlo para la construcción de un mercado.
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