El ex Presidente Dr. Baltasar Brum, en la puerta de su domicilio, arma en mano. Su inmolación marcaría el rechazo político a Gabriel Terra.
Si lanzamos una mirada retrospectiva para examinar cuál fue la relación entre Carlos Gardel, máxima gloria del canto rioplatense, y el presidente de facto de Uruguay, Dr. Gabriel Terra, veremos que hemos sido parcos y, más propiamente, esquivos.
El 31 de marzo de 1933 un connotado personaje de la política nacional, presidente del ejecutivo bicápite por el que constitucionalmente se regía el país, asaltó el poder con un cuartelazo. La corriente batllista a la que había pertenecido lo repudió por violar la legalidad y le recordó la culpabilidad implícita por la muerte del ex presidente Dr. Baltasar Brum, quien se suicidara en la puerta de su domicilio ante el sitio que las fuerzas dictatoriales le impusieran. En medio de aquella represión perdió su vida Julio César Grauert, vigorosa personalidad del ala izquierda del batllismo. Otros, como Francisco Guichón, resultaron heridos y, muchos más, como quien luego resultara electo presidente constitucional, Andrés Martínez Trueba, pagaron con un confinamiento en condiciones penosas en la isla desértica de Flores, en el Río de la Plata (1).
Carlos Gardel por esos años era, por el mérito de su arte y por su carismática personalidad, una codiciada figura. Abierto a los contactos con el público que lo seguía en sus presentaciones, era asimismo requerido para recitales por miembros de los estratos gobernantes, del empresariado, gente del espectáculo y la cultura, etc.
Gardel, diamante que forjara sus aristas en el suburbio, primero, y en las metrópolis, después, era un ciudadano de mundo. Querido y aclamado. No fue ni un militante social, ni un político. Navegó por fuera de las ideologías, pero supo imantar la sensibilidad popular por el canto y la música. Abrazó la materia de la vida. El dolor, como la alegría y el amor no resultaron ajenos a su ejecutoria de intérprete y compositor.
Desde la resiliencia talló su talento, golpe a golpe.
La investigadora gardeliana, Sra. Martina Iñiguez, que tantos elementos ha revelado sobre el origen de Carlos Gardel, ha enriquecido el acervo biográfico explicitando la causalidad profunda del vínculo Gardel-Terra. Ese estupendo rastreo permite bucear en la intimidad del hombre de la sonrisa eterna.
Hacia 1933 una serie de actos del cantante lo llevan a ratificar su nacionalidad uruguaya.
Tal circunstancia está acreditada por declaraciones y expresiones volitivas diversas. Iñiguez recopila aquellas manifestaciones y se detiene para exhibir el propósito coherente que lo guía. En tal cuadro pueden situarse, a modo de ejemplo, construcción de una espléndida residencia en el Barrio Punta Gorda, en Montevideo, así como cartas que revelan que aspiraba ofrecer las máximas comodidades a su madre adoptiva, Doña Berta Gardes, en un punto top de su carrera.
Pero, había más: en su encuentro con Gabriel Terra, durante una gala en el palacete de este, en el barrio Capurro de la capital uruguaya, tuvo un aparte personalísimo, en el que ventiló al mandatario su identidad de tacuaremboense.
Ricardo Bonapelch, del más estrecho círculo de amigos de Gardel, fue quien, por intermedio del Ministro de Defensa Nacional, Domingo Mendívil, realizó los arreglos para la visita de Gardel a Terra. El ministro, emparentado con los Escayola, ya le había informado al anfitrión acerca de la identidad real del invitado.
El acercamiento del Máximo Cantor a su familia natural, por la eventual mediación del gobernante, suscitó en Carlos una adhesión irresistible hacia el señor Terra. En su apartamento neoyorquino Gardel lucía una gran foto del presidente de facto y, por ese entusiasmo que le había despertado, solía llamarlo “mi presidente”.
Tal vez pronto, podría estar cerca de los suyos…
Iñiguez examina las referencias. Pone las cartas sobre la mesa. Los indicios de la nacionalidad uruguaya suman y suman.
La recepción en el barrio Capurro muestra a Gardel con Terra. Hay misivas que certifican el estado descrito. Y fotos.
Antes de su fallecimiento “El Zorzal” fue entrevistado en el “Hotel Granada”, de Bogotá, para la revista “Caretas de Antioquia” (Nº 1054), oportunidad en que sostuvo: “Mi corazón es argentino, pero mi alma uruguaya, pues allí nací”.Es que cuando Gardel habla, no hay más intérpretes. Ni nadie que pueda dar vueltas sus palabras.
NOTA (1): Siendo muy joven fui distinguido con la amistad del Presidente Martínez Trueba y del Senador Francisco Guichón, hombres imbuidos de un profundo sentimiento republicanista y democrático.
En las lides sindicales y políticas conocí y traté al Senador Eduardo Víctor Haedo. |
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