Novelista, historiador y cuentista uruguayo, inaugurador en su país de la novela histórica. Con Eduardo Acevedo Díaz surgió la novela en el Uruguay, pues aunque previamente hubo algunos autores románticos que cultivaron el género narrativo de una manera dispersa, ninguno logró materializar una obra de categoría. Quien más se aproximó fue Alejandro Magariños Cervantes, pero sus extensísimos escritos sólo tienen hoy un valor documental.
Acevedo Díaz, tributándole homenaje, deslinda la estética de aquél de la suya propia: "...era un generoso divulgador de las virtudes de la raza y de las leyendas nativas [...] De una escuela literaria distinta por su fórmula, espíritu y tendencias [...] mis gauchos melenudos y taciturnos no son sus gauchos caballerescos, líricos, sentimentales [...] ni llegan los odios que él describe hasta más allá de la muerte, como en mi modo de ver yo los descubro en el fondo selvático de una raza bravía...".
Político y diplomático de formación universitaria, fue diputado y senador, y representó a su país en Argentina, Estados Unidos e Italia. Fue uno de los más apasionados militantes del Partido Nacionalista o Blanco; en su pasión política llegó a abandonar sus estudios universitarios para tomar parte en un movimiento revolucionario; de sus actividades en la tribuna y la prensa hay diversos y abundantes testimonios. Supo dos veces las amarguras del destierro.
Eduardo Acevedo participó en tres movimientos revolucionarios: acompañó a Timoteo Aparicio en su levantamiento contra Lorenzo Batlle (1870-1872), combatió en la Revolución Tricolor de 1875 y en 1897 se integró en las filas de Aparicio Saravia que lucharon contra Juan Idiarte Borda. Él mismo propició este último alzamiento, ya que dos años antes había retornado de su exilio para fundar el periódico El Nacional y denunciar la corrupción del gobierno. Su compromiso político fue paralelo a su trayectoria periodística, pues escribió también en La República, La Democracia y La Razón.
La estética de Acevedo Díaz puede considerarse naturalista -aunque no se despegó por completo del romanticismo- y está vinculada al positivismo filosófico, lo que le permitió superar la visión ingenua e idealizadora de sus precursores y plasmar retratos auténticos de los rudos personajes de la campaña. Su elección del género histórico respondía a un afán didáctico, pues a su juicio "se entiende mejor la "historia" en la novela, que la "novela" de la historia", y el asunto histórico le brindaba "el secreto de instruir almas y educar muchedumbres". En sus novelas narra hechos de la gesta independentista uruguaya y refleja el inicio de la formación de una conciencia nacional.
En 1886 apareció Brenda, su primera novela, que no ofrecía mayores méritos, pero en 1888, con Ismael, Acevedo Díaz inició su célebre tetralogía histórica, definida por el ensayista Arturo Sergio Visca como "uno de los monumentos literarios del Uruguay". En esta novela, siguiendo los cánones del género vigentes en la época, el personaje ficticio se mueve sobre un fondo histórico; el libro termina con la batalla de Las Piedras, en 1811.
El protagonista de la segunda parte, titulada Nativa y publicada en 1890, es un criollo montevideano que lucha en las huestes revolucionarias del gaucho Olivera, y también protagoniza Grito de gloria, de 1894, cuya base histórica es la cruzada de los Treinta y Tres Orientales. Todos estos acontecimientos históricos, cuya narración concluye con Lanza y sable (1914), la última entrega de la tetralogía, cobran vida gracias a un centenar de héroes novelescos, gauchos, mujeres, soldados, criollos rebeldes e indios, cuya riqueza es indiscutible.
Al ciclo épico de este autor hay que sumar Soledad, de 1894, en que integró los caracteres y tipos regionales y el paisaje nativo. Novela de ambiente gaucho, constituye un verdadero modelo en su género y ha influido, sin duda alguna, en buena parte de la novelística posterior hispanoamericana. Cultivó también el cuento, el más significativo de los cuales es "El combate en la tapera" (1892). Dentro del mismo espíritu se ubican sus ensayos históricos, reunidos en el volumen Épocas militares en los países del Plata (1911) y y El mito del Plata (1916).
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