LA DROGA NO TIENE CODIGOS, TIENE VICTIMAS
Por. Gonzalo Sebastián Zervino
Sobre la alfombra del paraíso de humo
ojeras tendidas
manotean la música lejana
de una entraña sagrada.
Despojos de larvas oníricas
balbucean la lóbrega pesadilla
de un día que no fue.
La espada sin códigos
hundió su acero en el cerebro del trigo
que agoniza
cuando el sol bosteza su eternidad.
Y en el reino de las cosas perdidas
una carroza de negros caballos
transporta la tragedia del futuro
abortado antes del amanecer,
mientras el sórdido mármol
sentencia la fecha inexorable
de las próximas víctimas. |