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CRÓNICAS DEL TIEMPO LIBRE

   
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DEL BARRIO GOES (Primera Parte)


Sim hablamos del barrio Goes, los lugares de encuentro, comida y bebida mediante, reflejan sus orígenes en torno a una plaza de carretas y su desarrollo en el entorno de un mercado agrícola. Desde los comienzos se abrieron fondas, pulperías y almacenes que contemplaban los requerimientos de los vecinos, comerciantes y trabajadores, y les ofrecían espacios donde reponer energías o facilitar los momentos de descanso.

 

Juan Carlos Patrón, autor del libro Goes y el viejo café Vaccaro, sostiene que la de Casella fue una de las primeras fondas, abierta en la década de 1870 frente al camino Goes y al norte de Rivadavia, cuyo plato más famoso era un guiso de caracoles inventado por Tomasito, el hijo del dueño. Le siguió la Fonda del Caballito, abierta hacia 1875 sobre Isidoro de María, propiedad del italiano Miguel Bassiadone, donde se servía un amplio menú a precios acomodados.

En 1903 abrió la de Gaetano Franchi, antiguo mozo del Caballito que compró y mejoró un viejo negocio existente en el camino Goes y la calle Cuñapirú. Luego vino la de Badoc, en la esquina de San Eugenio, sobre un terreno anegadizo lindero con el barrio Kruger. En Goes y San Fructuoso se recuerda la fonda de Juan Capdevielle, vendida luego a Alejandro Bertiz y que hacia 1930 perteneció a la familia Liano. Era la preferida de los lecheros, que se reunían para probar los excelentes embutidos de cerdo que elaboraba el dueño. En la esquina de enfrente se encontraba la fonda de José Prado, quien trabajaba sin horario, a medida que llegaban los comensales. En Goes y Libres estaba la de Piana y Fossat, preferida por los mercachifles que llegaban a comprar baratijas en los almacenes al por mayor. Capítulo especial merece L´Albergo e Trattoria Milanesa, en Goes y Cuñapirú, frente a la actual plaza de deportes Nº 2 . Sobre un pizarrón colocado a la entrada del local, el propietario, don Gaetán, escribía pintorescos anuncios del variado menú, aunque se sabía que la especialidad era la polenta con tuco, tan famosa que se organizaban concursos para ver quién era capaz de comer mayor cantidad. Publicista nato, Gaetán conseguía que algunos vecinos consintieran en poner sus nombres como ganadores, lo que redoblaba la clientela. Abría desde las cuatro de la mañana hasta las once de la noche, y durante ese lapso el propietario hablaba sin parar, en monólogo inacabable. El Gran Café Vaccaro, en General Flores y Domingo Aramburú, fue sin duda el más representativo del barrio, desde 1900 como almacén y despacho de bebidas y después en 1928 como soberbio y elegante edificio de café, restaurante, salón de fiestas y hotel. En palabras de Patrón, “el viejo Café Vaccaro era la catedral alrededor de la cual se levantaban iglesias, capillas y capillitas”, alusión a la cantidad de bares y cafetines abiertos en las inmediaciones.

 

 

 

 

 





   
 


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