RUMBOS
EL GRAN PREMIO (Primera Parte)
Era un pueblo pequeño. Tenía apenas unas mil personas. Las casas eran casi todas muy modestas pero limpias y confortables. El progreso, la tecnología y las nuevas costumbres hasta allí no llegaban. Todas las casas tenían un aljibe en un bello patio poblado por un jardín esmeradamente cuidado. No faltaban los parrales de variadas uvas y los enormes naranjos, grandes como ombúes, donde los muchachos de cada hogar, se trepaban hasta sus copas, comiendo las grandes, dulces y perfumadas naranjas. Al fondo de cada terreno, el infaltable huerto que proveía a toda la familia, de verduras, guisantes y tubérculos. También había un horno de barro para el pan y a su lado, un pequeño gallinero con dos o tres gallinas, alimentadas con lo que proveían el huerto y las sobras de las comidas. Ellas compensaban a las familias, con los codiciados huevos de yemas rojas. Aparte de las autoridades constitucionales, los vecinos nombraron una comisión de varios vecinos, para apoyar la escuela y la policlínica, el Ministerio les había enviado un destacamento Policial, pero como nunca había problemas u otros delitos, al fin quedó un solo policía que casi no usaba su uniforme porque aprendió las costumbres de los pobladores y también hizo su huerto, su aljibe, sus frutales y muchas veces integró la Comisión Rotativa de Vecinos. Pero el pueblo tenía una costumbre que provenía de los primeros pobladores. Todos los años, en la noche víspera de Navidad, después de la Iglesia, se reunían en la escuela para otorgarle al poblador más meritorio, en moral, apoyo a los semejantes y buenos ejemplos, el más distinguido y codiciado premio. Este objeto de arte que distinguía virtudes, era colocado junto a la puerta de entrada del hogar, como la placa del mayor mérito. Era un gran disco de bronce, marginado al igual que el Escudo Nacional, por un lazo de Laurel y Olivo que simbolizaban a la madre tierra, luego en el centro , el sol, mensajero de la inteligencia, la cultura y la vida. Bajo el sol, con sus manos extendidas hacia el, la figura de dos niños de ambos sexos , como los destinatarios de los buenos ejemplos de sus mayores, caso distinguido, los del premiado. Otra costumbre que el pueblo sostenía, era la humildad y la igualdad de todos los derechos y obligaciones. Allí no había ricos ni pobres, la sociedad costumbrista mantenía junto al orden y la justicia, el apoyo indispensable para los imposibilitados. No era una obligación ni se consideraba una limosna. Era la voluntad solidaria y moral que nacía desde el corazón, apoyada por la razón propia de una hermandad sentida y practicaba. Para ellos, los valores de las personas, se medían por lo que se daba y no por lo recibido. En el pueblo vivían dos abuelitos entre los muchos que habían llegado a esa edad, pero ellos, Lucio y su esposa Clara, padecían algunos problemas. Lucio casi no veía y Clara caminaba solo con dos bastones. Pero con ellos vivían dos nietos, Tulio y Rosita. Los nietecitos estaban al cuidado de los abuelos, eran tan buenos y obedientes y jamás se separaban de los dulces viejitos. Gracias a los dos niños, los ancianos vivían felices y la vida tenía un significado muy importante. Era tanto el amor y gratitud de la compañía, que sus padecimientos no los preocupaban. Los dos nietecitos iban a la escuela y a su regreso, en los días especiales, Rosita ayudaba a la abuela en el jardín y la preparación de las comidas. Clara hacía unos bizcochos de harina de maíz con pasas y cáscaras de naranjas, que a los niños les gustaba mucho. Un día llevaron algunos a la maestra y fue tanto el éxito que la educadora concurrió al hogar de los ancianos para aprender como se elaboraban. Tulio, en cambio, siempre estaba junto al abuelo, ayudándolo en el huerto, a preparar leña, al extremo que el niño había aprendido muchos de los secretos para preparar la tierra y las fechas de siembra de las distintas hortalizas. También tenían sus horas de juegos, entre el césped del jardín, junto a los muchachos animalitos que confiados de no ser agredidos, compartían esa horas felices. A los niños les encantaba las sabrosas comidas que hacían los abuelos y que ellos, no solo los ayudaban descascarando los frescos granos de las arvejas, habas, chícharos, porotos y deschalando las dulces mazorcas de maíz cosechadas en el huerto, sino que aprendían el arte de cocinar y valorar la eficacia de los alimentos. Para ellos era un deleite, en el desayuno y la merienda, aquellas rebanadas de pan casero, cubiertos por las ricas mermeladas de duraznos, higos, ciruelas, frutillas, etc. Prodigiosos alimentos sanos y puros elaborados por la abuela y la gran taza de leche, sin aditivos ni conservantes. Siempre había, tanto en invierno como en verano, verduras frescas y frutas variadas. En los meses fríos, abundaban las espinacas, acelgas, remolachas, repollos, coliflores, naranjas, nísperos, macachines y luego, las tempranas uvas, frutillas, moras, duraznos, peras, manzanas, etc. No tenía rival para el paladar, el dulce de zapallo en cuadraditos, de color ambarino y con al almíbar casi como miel. Para el invierno, todos los veranos la abuela llenaba varios recipientes con pasas de uvas, orejones de duraznos, ciruelas e higos, secados sabiamente con los excedente de las cosechas.
EL GRAN PREMIO (Última Parte)
Por. Antonino Cabana
Los nietitos hacían todos los mandados y era común verlos caminar por las calles y en la plaza, los abuelos en el centro tomados de la mano, Tulio y Rosita flanqueándolos. Cuando cobraban la jubilación, los niños les guardaban sus pasividades en las carteras escolares hasta las casas. Pero la noche de Navidad, llegó como siempre, con la misma alegría y expectativa de los pobladores. Era un reencuentro sagrado, emotivo y pasional. No importaba ser Teista o Ateo, pertenecer a un gremio, religión o partido diferente. Tampoco ser negro, rubio o amarillo, ser alto o enano, ser hermoso o feo. Esa cáscara material que formaba los cuerpos con nombres distinto, de sentir la sorpresa de verse por dentro y la infinita pasión que despertaba el alma, a través del rostro y los ojos. La abuela había vestido cuidadosamente a sus nietitos, con ropas humildes, pero prolijamente arregladas. Puso unas gotitas de aquel frasco de perfume inacabable y que casi no lo usaba, en las mejillas de los niños. Cuando llegó la hora de entrega del gran premio, todo fue silencio, emociones contenidas, nerviosismo y expectativa. Los dos nietitos, casi abrazados a sus abuelos, recorrían ávidamente con sus inocentes miradas, a la enorme concentración de público. Pronto la Comisión otorgaría el premio cien a un ciudadano del lugar, que sería distinguido con el máximo reconocimiento a sus virtudes. ¿Quién será el digno depositario? Se preguntaban Tulio y Rosita. También esa interrogante invadía el silencio de la sala. La Presidenta apareció en el escenario y habló sobre esa fecha, la felicidad de que en la población eran muchos los merecedores y que además, ese premio era el número cien. Luego se despidió del público, diciendo que la secretaria y los otros miembros, entregarían el premio. Que los destinatarios, por primera vez, serían dos personas y en algo distintas a las acostumbradas. Cuando la Secretaria se presentó con el Gran Premio y dos paquetes adicionales, nadie se atrevía ni a toser. Desplegó el gran pergamino que acompañaba al premio, donde se establecía el nombre del triunfador y leyó : “Esta comisión, con la soberanía que le otorga la población, analizando con los ciudadanos más notables, autoridades y nuestros propios integrantes, sin ninguna dificultad y por primer vez, evaluando virtudes, méritos y sentimientos de amor, considera que son los más dignos del premio, los niños-nietos, Tulio y Rosita”.
El aplauso duró varios minutos y de pié. Los niños además del premio, ambos recibieron una colección de cuentos infantiles editados por la Fundación “Lolita Rubial” . Los nietitos, todos los días se turnaban para leerles un cuento a sus abuelitos. Luego, antes de acostarse, con una franela que siempre mantenían limpita, le sacan brillo al Gran Premio.
RUMBOS
LA FAMILIA OLIGOQUETOS (Cuento para niños)
Por. Antonino Cabana
Toda la familia se encontraba reunida en el “laberinto”, un cómodo y espacioso hogar bajo tierra. La preocupación había llegado a un extremo insostenible. El abuelo don Oligoqueto, miro con ternura y dolor a sus numerosos nietitos. La abuela Oligoqueta, contenía apenas sus lágrimas. En un rincón del hogar, no quería demostrar debilidad en esos momentos tan necesarios para no perder la fe ni la esperanza por alguna solución. La familia era muy unida y los más pequeños creían en la sabiduría y consejos de sus mayores. Era el colmo de la preocupación, la inseguridad y el miedo. La debilidad de la familia para defenderse, los hacia conscientes de la impotencia frente a la creciente catástrofe ambiental. El abuelo también opina; -¡ Si esto sigue así, no habrá salvación para nuestra familia!.- La Abuela también interviene : -¡En esas condiciones en vano será la lucha y no se como podremos soportar el dolor de ver a nuestros hijos y nietos, morir lentamente! Prosigue con voz de reproche : ¡No comprendo tanta maldad, acaso los humanos se han olvidado de los propósitos del creador y de colaborar en la sustentabilidad y renovación de la tierra? Al igual que nosotros, ellos también están enfermándose y muriendo por culpa del hambre, las pestes y la contaminación de todo lo que existe en el suelo. Es cierto que nuestra modesta presencia carece de significación para juzgar tanta ambición y egoísmo que les nubla la razón, la moral y la fraternidad. ¡Solo esperamos la luz que los ilumine y se den cuenta lo que están haciendo!. El abuelo conmovido por esas palabras, responde : ¡Tienes razón amada compañera mía, es que con solo pensar en otros tiempos, sin las bombas atómicas, los generadores nucleares, todas esas armas modernas, la producción de tóxicos químicos, el envenenamiento de cuanto rincón hay en la tierra; nos quedan muy pocas esperanzas, tanto para nosotros como para todos los demás seres. Cada día se nos hace imposible a nosotras las lombrices y a todos los compañeros colaboradores, sostener la pureza del suelo y elaborar todos los compuestos que necesita el reino vegetal. Me duele que los humanos que son los beneficiados sin aportar nada, ni siquiera se conmuevan, tengan un instante de piedad y no reconozcan toda la perfección natural que el creador organizo sobre la tierra. Solo se creen los únicos privilegiados, los mas inteligentes y con el derecho de tomar, cambiar y destruir lo que les estorba para tener mas riquezas y poder. No quieren escuchar las leyes universales del orden y por momentos, su vanidad y egoísmo los hacen sentir superiores al gran creador!. Interviene la Abuela: - ¡Ya no se conforman con envenenar el aire, el agua y la tierra, justifican sus plaguicidas, las alteraciones genéticas y orgánicas, sino que talan, queman y modifican todo lo natural y biodegradable. Sus residuos y deshechos industriales transforman en desiertos miles de hectáreas que antes producían con nuestra ayuda. No existen las hierbas, hojas y los rastrojos para nuestro alimento y poder hacer con ellos, los miles de nutrientes que mantienen sano y productivo el suelo. Cuando no lo destruyen con herbicidas los queman. Entonces la tierra se transforma en asesina de nuestros hijos y de todas las demás especies que la habitamos. Así nuestros hogares se van transformando en desiertos y las plantas mueren también porque ya no hay nutrientes y algunas que sobreviven, lo hacen a través de productos químicos que los humanos les aportan, después de modificarles sus códigos genéticos. El abuelo mira la despensa vacía, la tierra que quema con su contacto y comenta ¡Dicen los genios modernos, que los viejos somos anticuados, ignorantes y caprichosos. Que queremos vivir estancados en el pasado y que no sabemos apreciar las virtudes de la ciencia moderna que con sus conquistas, esta superando la lenta y deficiente obra de nuestro creador. Al parecer, todas las experiencias milenarias son erróneas y nosotros un estorbo para ese progreso que los sabios; los nuevos brujos del planeta, han logrado para que los animales y las plantas crezcan mas rápido, fructifiquen antes del tiempo natural, tengan mejor color y tamaño, pero sin importar cuantas vitaminas, encimas y compuestos orgánicos han perdido! Es como tener una casa muy bonita por fuera, pero vacía por dentro. Recuerdo cuando yo era joven, el campo estaba lleno de chacras y familias como nosotros. Después de cada cosecha, quedaban en el suelo miles de nutrientes y muchas veces, desde los corrales de los numerosos animales domésticos, nos llegaban toneladas de alimentos. Las plantas crecían sanas y vigorosas, creaban su propias defensas y trabajamos en comunidad, cumpliendo cada cual con su función especifica, concordantes con lo dispuesto por la naturaleza. No existían ni eran necesarios los millones de pesticidas que se vierten en el aire, el suelo y el agua. Recuerdo a aquellos humildes agricultores que de sol a sol, sin una sola queja, cantando y silbando alegremente, sembraban y cosechaban con arados de manceras y bueyes, miles y miles de parcelas que sostenían a sus numerosas familias. Ellos como nosotros, éramos y nos sentíamos parte de esa cadena renovada y sustentable, sin agresiones ambientales, protegiendo y enseñando a sus hijos, los deberes contraídos al ser creados y la gratitud a nuestra madre naturaleza. Uno de los nietos Oligotepos que había escuchado en silencio, pregunto : ¿Qué podemos hacer nosotros para salvarnos y salvar a la tierra? Como el brillo que es capaz de dar la esperanza y el amor, la Abuela interviene : ¡Seguir luchando como lo están haciendo algunos humanos y esperar que pronto y cuando no sea demasiado tarde, se den cuenta los demás, que este drama que estamos viviendo, también nos afectara y destruirá a todos por igual! Apelamos a que ese don de la razón que el creador les dio, les haga comprender que la supervivencia del todo, depende de la conducta moral de cada especie y del cumplimiento estricto de los cometidos para los cuales fue creado. ¡ Solo así se podrá lograr que evitemos la destrucción total!
RUMBOS
Por. Antonino Cabana
POESIA DE PAJAROS Y JARDIN
Aun en los fríos días de invierno hay vida esplendorosa de verdes, flores y el trinar melodioso de pájaros. Refugiados en los abrigos de ramas y techos de galpones, llenan de vida y sonidos el pequeño entorno de mi jardín. Desde los primeros días de primavera, hasta los últimos del otoño, la ventana esta días y noche abierta. Por los finos orificios del tejido penetra la luz esplendorosa desde el amanecer hasta la noche. Junto a la luz filtrándose por las ramazones de varias enredaderas, saltan, pían y se esconden varios pájaros. El colibrí, diminuto y veloz se afana sin pausas detrás de cuanta flor armoniza en los matizados verdes. Las horneras, apenas amanece, abandonan sus nidos de barro, más lejanos y mas altos, con el clásico parloteo de aviso. Con los meses más cálidos crece el mundo alado, que se mezclan, anidan formando familias y cautivando con sus agradables conciertos onomatopéyicos. Finaliza la primavera y el verano grita desde un cielo más cálido y luminoso su mensaje de calor y días más largos. La luz se prolonga devorándose varias horas de la noche. Desde muchos nidos que la mano criminal del hombre no destruye, aparecen mansos y tímidos, cientos de pichones. Desde mi ventana, un inagotable mundo de vida y color llega incesante, renovándose, transformándose y llenando cuanto vacio espiritual necesita la vida plena. Desde mi cotidiano escritorio, todas las mañanas me deleito con esa visión inigualable de la creación, junto al mate y el cuaderno donde escribo lo que me dicta el corazón y la conciencia. Es el impulso de una vida que se va y quiere dejar de alguna manera, especialmente la modesta, lo sublime que el creador nos regalo como un soplo inextinguible, el misterio de las emociones. La ventana abierta deja entrar raudales, junto con la luz, sonido y color. Es el modesto entorno del mundo verde de visitantes alados, que como las aguas de un rio caudaloso, nos regalan lo mejor de nuestro patrimonio. La naturaleza incansable y sostenida se viste, desviste y se transforma sin agredir. Todo es positivo, luchador, sacrificado y compartido. Es la conjunción de una obra maestra de arte, practicidad y colaboración para sostener el orden en pos de los designios del creador. No existe la ira, el odio, el mal llamado derecho avasallador, ni la muerte ejecutada por el fusil, la soberbia y el dinero. Me conmueve ver desde la ventana a un trío de zorzales que a diario me visitan. Allí junto al comedero desde muy temprano, lleno de migas, trigo, maíz quebrado y algún conocimiento con carne picada. Revolotean benteveos, sabias, calandrias y muchos otros pájaros que se renuevan, glotones y golosos llenan con su presencia, aleteos y trinos, el entorno verde de un hábitat protegido y seguro. En los amaneceres y las últimas horas de la tarde, las parejas de picaflores recorren raudas y veloces las flores y construyen sus pequeños nidos, canastitas, pendiendo de las ramas fuertes de las enredaderas y casi ocultos en el follaje. También oigo a diario los trinos reproducibles de las calandrias y sabias, alternando con precisión en la sinfonía, el bajo gutural de las torcazas. No hay jaulas, manos agresivas, hondas ni chumberas. Convivir, tolerar y disfrutar es la inviolable ley de la creación. Amar y respetar los cimientos del orden, la paz y los derechos igualitarios que no caducan ni pertenecen absolutamente a la auto-creida especie superior. Hay momentos que esos pequeños maestros alados del creador, reproducen el embrujo sutil y melodioso del gran Eduardo Fabini, en su obra extraordinaria de la “Isla de los Ceibos”. No hay nada comparable con tanta belleza, la vida plena, el grito de felicidad latente y la inagotable imaginación renovada lejos de los paraísos.
RUMBOS
EL MOZO (Parte I)
Por. Antonino Cabana
El dueño del Café Oriental de Minas, miro pensativo a su socio y le dijo ¡Parece mentira…, es el mejor mozo que tiene el café, vale por dos o tres juntos y siempre termina borracho! Si sigue así, tendremos que arreglarle la cuenta y que no venga mas!
Pedro y Martín, los dueños del negocio, analizaban la marcha del café ; sentados junto a una mesa, bebiendo un vaso de agua mineral. Eran extremadamente cuidadosos del prestigio del comercio y fanáticos de la atención esmerada del personal. Lo mismo de la presencia de los eficientes empleados, pulcramente vestidos con uniformes de calidad, bien afeitados y peinados, en el exigido corte corto de cabello. Observaban sin faltar un solo día, educando a los novatos para evitar las mínimas torpezas. No permitían que los mozos tomaran una escoba o un trapo de piso, para limpiar los casuales derrames. De pronto aparecía una mujer, también prolijamente uniformada, encargada de la limpieza y realizaba la tarea. No se trataba de categorizar ni discriminar sino de evitar que el cliente viera al mozo utilizando en la limpieza las manos con que lo servían. Además, todos los mozos usaban guantes blancos. El café Oriental, junto a la plaza Libertad, trabajaba a capacidad llena, tanto de día como de noche. Ofrecía un servicio de total garantía, en atención como en la calidad de sus productos. Apenas llegaban los ómnibus de las empresas ínter departamentales a sus agencias, los pasajeros casi corrían hasta ese prestigioso café. El ojo del amo, experiente y sabio, era la mejor garantía de promoción. No descuidaban esa formula que a la postre, los beneficiaba de un equipo diestro, elegante y confiable para su variada y heterogénea clientela. Hacia años que no había una queja y no se hacia distinción al servir un café, un vaso de agua o la copa mas cara. Todos eran tratados con el mismo esmero y cortesía. Los dueños tampoco toleraban las demoras y llegado el cliente, de inmediato aparecía el infaltable mozo con elegante traje negro, camisa blanca y moñita negra al cuello. Doblada con prolijidad profesional, la infaltable servilleta en el brazo izquierdo. El cabello prolijo, bien corto y peinado con gomina, una sonrisa agradable y el “que se sirve señor, señora o señorita”. Al retirarse el cliente , el mozo siempre le agradecía su presencia, consiente de que esas visitas estaban garantizando su sueldo. Anselmo , el mozo de referencia, caminaba con la elegancia de un modelo profesional. Toda su figura, aseada y firme, sosteniendo la bandeja colmada, zigzagueando con prestancia admirable entre las mesas y publico concurrente. La modulada pronunciación del “si señor” o “señora” , una leve inclinación y la sonrisa apenas dibujada en su bien afeitado rostro, lo hacían el mozo perfecto para los dos socios. Anselmo era alto y delgado, de ojos grandes y saltones que sonreían a la par de sus labios. Su porte elegante, el bigotito fino y bien recortado, armonizaban con el cabello corto y negro, siempre húmedo y aplastado por la gomina…
RUMBOS
EL MOZO (Ultima Parte )
Por. Antonino Cabana
…las manos grandes, de largos dedos, parecían dóciles tentáculos de armoniosos movimientos. Pese a las continuas recomendaciones y el control impuesto sobre el para que no bebiera, todos los días terminaba el horario, casi apenas de pie. Había compañeros que opinaban : -¡ Este se mama solo con el olor de Whisky! Pedro y Martín, los dos exigentes socios, decidieron llamarlo a la sala apartada del escritorio. Muy serio y procurando ser lo mas duro posible, Pedro le habla : ¡ Mire amigo Anselmo! , si Ud. Persiste en comportarse así …bebiendo tanto, tendremos que despedirlo! Martín asiente con la cabeza como haciendo suyas las palabras del socio. Pedro prosigue : ¡Es una lastima que un mozo con su categoría y responsabilidad, deje de ser competente y arruine su vida, por tomar unas copitas de mas! El problema mayor es por los otros funcionarios, el prestigio ganado desde hace años en el negocio y la ofensa que le hacemos a los clientes! . Si le permitimos a Ud. Este comportamiento, no podríamos observar ni corregir otras faltas. No se si Ud. Se ha dado cuenta que esta perjudicando el negocio y a todos sus compañeros!. Antes de tomar graves medidas, creímos conveniente conversar, ya que Ud. Es un mozo con antigüedad y muy eficiente y muy eficiente. Se puede decir que esta destruyendo con los pies lo que hace con la cabeza! . En esas condiciones no podemos dejar que sirva a nuestros clientes!. Anselmo escuchaba muy serio, sin una palabra en defensa, mirando a sus patrones con esos dos ojos grandes y saltones. Parecía la estatua de la culpa, parado al lado del escritorio. Martín que había guardado silencio, trata de suavizar la molesta situación y lograr la enmienda del mozo para no perderlo. Lo mira fijamente mientras le habla : ¡Mire Anselmo! , no queremos ser injustos y menos no reconocer otras virtudes que nos ha demostrado. Creemos que podemos hacer un compromiso de caballeros y darle una oportunidad. Si Ud. nos promete no emborracharse mas en las horas de trabajo, nos olvidamos del pasado y continua atendiendo la clientela con esa calidad que lo distingue! Renacen las esperanzas en el mozo y una sonrisa ilumina su rostro : ¡Si , les prometo no tomar bebidas alcohólicas en mis horas de servicio ni venir ebrio! Entonces, todo parece arreglado y entre apretones de mano y palabras reconfortantes, se rompe la tirantez del encuentro. Al llegar a la puerta, Anselmo se da vuelta y pregunta : ¿Una maltita por lo menos me podré tomar reservadamente cuando el trabajo me lo permita? Los socios sonríen y le contestan a coro : ¡Si , claro maltitas todas las que quieras! Pasaron unas semanas y la obscura botellita de malta, permanecía en un lugar oculto a la vista de los clientes. Allí se reponía a diario como si fuera una reliquia y Anselmo periódicamente, le daba un “beso” . Para asombro de los dueños y de los compañeros de trabajo, Anselmo terminaba la jornada casi cayéndose de ebrio. ¡No puede ser posible! , repetían a coro. ¡Hasta con malta se emborracha!
El secreto estaba en los paseos que Anselmo hacia hasta el sótano del Café que estaba próximo a los baños. Allí vaciaba la oscura y panzona botella de malta y la llenaba de caña Habana que venia en tolenes de roble. Lo demás para el enviciado mozo, era “pan comido” , mas bien dicho “bebido”.
(Queridos lectores …por razones de espacio ofreceremos la segunda y ultima parte del cuento en Raíces de julio 2011)
RUMBOS
LOS GRANJEROS
Los niños estaban reunidos para hacer sus juegos. El amplio patio del jardín, rodeado de coposos árboles, ofrecía un entorno seguro y acogedor. Se turnaban en los puestos que cada juego consideraba. A Emilia le toco el momento deseado y ella eligió ser “La Maestra”. Imitando a la docente, adopto una postura severa a su juicio. Comenzó a llamar a sus compañeros de juego, por sus nombres. Ya reunidos, con un gesto de solvencia ordeno silencio e inicio las preguntas. La clase comenzó a funcionar con observaciones, amenazas para los malos comportamientos como penitencias y comunicaciones a sus padres. Todos los niños tienen curiosidad y debilidad por algún animal. Luisito era un apasionado de los cangrejos. Los había conocido cuando acompañaba a sus padre en las pescas. Su padre le hablo sobre la vida, costumbres y características de estos crustáceos. A Luisito le había llamado la atención el habito de caminar para atrás, apuntado por su padre. En pleno funcionamiento de la clase, el niño levanto la mano. Emilia lo miro un instante y pregunto : ¡”Maestra”! , ¿Por qué los cangrejos caminan para atrás? – La improvisada maestra del juego, sintió el aprieto de la pregunta. Noto la expectativa de todos los demás niños, pendientes de la acertada respuesta. En su posición de máxima autoridad disciplinaria y educativa, no podía fallar al asumir la verdadera responsabilidad del cargo que había elegido. Menos aun, ignorar el porque esos crustáceos se comportaban así. Los niños son mas inteligentes de lo que creemos, son incansables investigadores, con mucha memoria no se les engaña fácilmente. También sus códigos del honor y la vergüenza , no admiten mentiras ni engaños. Su autoestima sin prejuicios, es lógica y racional, lastimándolos profundamente sus fracasos. Emilia hace un gesto con la mano y apelando a la inteligencia, contesta : ¡Niños!! , ya es la hora del recreo, así que vayan a jugar y cuando regresen, les voy a explicar porque los cangrejos caminan para atrás! Disuelta la improvisada aula, Emilia corrió hacia donde estaba el abuelo. Apresuradamente inquirió sobre la razón insólita de esos crustáceos. Enterado el anciano de los aprietos de su nieta, comenzó a narrar la historia de ese comportamiento. – Sucede cuando el creador fue poblando la tierra con animales buenos. Luego, al igual que con los humanos, algunos se volvieron malos. Habito los mares primero, incluyendo entre muchos crustáceos a los cangrejos. Así se fueron reuniendo en grandes familias para protegerse, ayudarse y procurar alimentos. Los cangrejos formaron sus hogares en los lugares rocosos. Cavaron largos laberintos para seguridad de sus hijos y guarecerse de los temporales. Para ellos, eran ciudades con casas como las de ustedes en Minas. También guardaban sus reservas de alimentos y era el refugio de los abuelos como yo. Los mayores y los mas fuertes, salían todos los días en busca de alimentos. En esa época, vivían en paz y confiados. Elegían a su rey, llamándolo “El Cambado” , para que los gobernara. Pero un cangrejo ambicioso y fracasado llamado “Crac” , no conforme con la decisión mayoritaria que no lo elegía, se volvió malo. Quería ser rey a todo costo, sin importarle el respeto y la voluntad de su colonia. Se fue muy enojado, empujado por la ira y la ambición hasta el rincón de las tinieblas donde los malos tienen sus cuevas. Allí estaban guarecidos los monstruos mas poderosos y despiadados. “Crac” los tentó hablándoles de las grandes riquezas que sus hermanos guardaban. El les facilitaría el camino para el saqueo a cambio de ser el rey. Traiciono a su familia diciéndole a los malos cuando la colonia quedaba desprotegida. Era el momento cuando los jóvenes y os mas fuertes se iban a buscar alimentos. Así los monstruos sorprendieron a los niños y a los viejos. Cuando los buenos regresaron confiados, fueron atacados por los malos que los esperaban escondidos. Para salvarse tuvieron que huir y refugiarse en el océano. Los monstruos comenzaron a festejar la victoria y mientras comían y bebían, dejaron una guardia en la entrada. El rey “Cambado”, por la suerte de su pueblo, le pidió al creador que los ayudara. Este envío un mensajero con una varita mágica y armo a los cangrejos buenos, con fuertes pinzas para romper las rejas y los doto de una resistente coraza. Como estrategia para engañar al centinela, hizo que avanzaran marcha atrás, de manera que los malos creyeran que huían. Cuando el centinela noto su error era demasiado tarde. Los cangrejos sorprendieron a los malos, arrojándolos muy lejos, junto con “Crac”. El traidor. El ángel mensajero del creador se fue y el rey “Cambado” estableció que ningún cangrejo cambiara en honor a la feliz estrategia, por lo que, toda la vida seguirían caminando para atrás. Al reiniciar la clase, Emilia asombro a sus pequeños alumnos con la narración aprendida del abuelo.
RUMBO
LA PIEDRA
Por. Antonino Cabana
Esta narración, le pertenece a mi padre. En los días de temporales de lluvias, tanto el como nuestra madre, siempre tenían alguna vivencia, cuyo epilogo y la filosofía del contenido, era un sabio ejemplo de la moral. Era el disimulado, constante y diario, predicar hacia nuestra formación, cimentada en las buenas costumbres. Esas, hoy casi perdidas en la “Patria Potestad”.
La respectiva narración; según nuestro padre, sucedió en su niñez. Mucha gente culta aun hoy día, estaba convencida que el hombre de campo “el de tierra adentro” , no solo inculto sino ingenuo e incapaz de razonar plenamente y contribuir a una buena formación en la familia. Bastaba escuchar sus consejos basados en una educación ancestral, para encontrar en ellos, sabiduría, indulgencia, amor y respeto. La mayoría no sabia leer ni escribir, pero si sabían de la responsabilidad asumida, el premio a la tenacidad y esfuerzo. La fraternal solidaridad de la convivencia, en las familias. Ese celo infinito para trasmitirles a sus hijos, destacaban siempre las virtuales que hacían dignas a las personas y el desprecio como castigo para los picaros e inescrupulosos.
Este es pues el cuento:
Don Zenón era un comerciante en el pago de muchos chacareros. Tenia un negocio de ramos generales, vendía de todo y también compraba lo que producían los agricultores. Su almacén, solvente, bien surtido, no solo abastecía sino que también oficiaba ante tramites y otros encargos con sus clientes cuando viajaban a Montevideo. En el vecindario lo apreciaban, le tenían confianza y su fidelidad no solo era comprar allí sino que jamás averiguaban precios en otros lugares. El surtido especial del negocio de don Zenón, eran las herramientas de trabajo, yerba, tabaco y combustibles. Pero ente el vecindario, como sucede en las sociedades mas depuradas, siempre aparece algún individuo sin escrúpulos, que se cree el mas inteligente aunque abuse de la confianza de los demás. En un termino injusto, ue no pretende racismo ni injurias, se les catalogaba como “la obeja negra” del rebaño. Así apareció un vecino, ventajero cuando se le brindaban las oportunidades. Le vendía al vecino mas pobre una vaca, que ya no daba leche, sin advertirle como lo harían los demás. Lo mismo sucedía con todos los productos de su granja, por lo que los “mercachifles” , resabiados por algunos “clavos”, revisaban con los ojos clínicos, cuanto compraban allí. Especialmente los huevos donde siempre habían mezclados con los buenos, otros descompuestos. En cierta oportunidad, don Zenón recibió un pedido de maíz mas barato de un colega de Montevideo. Aprovechando los viajes que hacia a la capital, llevando productos y surtiéndose al regreso con las necesidades del almacén, le compro a ese avivado chacarero, cinco bolsas de maíz. El comerciante no conocía las “mañas” del inmoral vendedor, a quien creía de la mejor confianza. El señor Emiliano Manfredi, era el “oveja negra” del pago y quien le llevo y cobro el maíz a don Zenón. Cuando volvió a Montevideo, al mes siguiente de llevarle el pedido a su colega, este le entrego sonriente, una enorme piedra de trece kilos que venia dentro de la bolsa del cereal. Lejos de enojarse don Zenón sonriendo le pidió dos bolsa mas a Emiliano. Pero, mantendrían los negocios, siempre y cuando el pícaro agricultor le comprara una barrica de yerba para matear. Con la esperanza de mantener un negocio mas fluido y ventajoso, el pícaro acepta la propuesta. Cuando Emiliano le pago la yerba, don Zenón le dijo : - ¡No me traiga el maíz porque tiene mucha piedra! – Lo que no supo hasta que comenzó a usar la yerba, era que dentro de la barrica, estaba su piedra de trece kilos, descontada del contenido.
RUMBOS
LOS PERROS (Parte I )
Se levantaron un poco mas temprano de lo acostumbrado. La luna llena en un cielo despejado, alumbraba casi como de día. A media altura entre el cenit el oeste, permitía calcular la hora, cuatro antes del amanecer. La noche templada de marzo del año 1942 , le deparaba a los dos jóvenes chacareros, una sorpresa y un día muy caluroso. Las seis cuadras de maíz sembrado en los primero días de diciembre, estaban en todo su esplendor y prontos para la cosecha. Aquel pedazo de tierra generosa de rastrojo del trigo que recién se había cosechado y la caída de varias lluvias durante su crecimiento, hicieron que la siembra fructificara con hasta dos choclos en la casi totalidad de las plantas. En la tarde del día anterior, junto a su padre, el “Lolo” y el “Toto”, observaron el optimo desarrollo del maíz ya sazonado, de chalas resecas y robustas mazorcas. La generosidad de la tierra, el esmero de su preparación y el amor que acompañaba a los cultivos, lograban la satisfacción y esperanzas en la familia de chacareros. Habían decidido iniciar la corta del maíz , desde las horas mas tempranas posible, aprovechando “la fresquita” y la suavidad de las chalas humedecidas por el rocío. Los dos jovencitos de 14 y 16 años de edad, salieron al patio de los ranchos, observando la propicia luminosidad lunar que favorecería la tarea. Una breve brisa, fresca y agradable, soplaba desde el norte y al este, aun sin el resplandor de la aurora, Venus, el lucero de los amaneceres, se destacaba en el firmamento, por su plateada luminosidad y tamaño visible. En la cocina, matearon de apuro, junto a su padre que los acompañaba orgulloso y feliz, de esa silenciosa obra educacional en sus hijos, propia de la generacional estirpe. Antes de partir para el maizal, disfrutaron de sendos tazones de leche y gofio, prepararon los delantales de arpilleras, se calzaron los tamangos y , hoces en mano, partieron muy decididos, rumbo al sembrado. Las hoces subían y bajaban a un ritmo sostenido, con un “chasquido” corto y seco en dada corte. Las chalas secas del maíz, producían otros sonidos ; ásperos y crujientes. Las bruñidas herramientas dentadas, brillantes por el uso, relampagueaban a la luz de la luna. La mística “Seleneida” parecía caer por un resbaladizo cielo, hacia el oeste. Las primeras luces del naciente día, iban opacando su brillo y devorando estrellas. Los dos muchachos movían sus brazos como pistones, con precisión y destreza, con rapidez y eficacia mientras avanzaban por los surcos, dejando hacia atrás las hileras de tallos cortos y de una perfecta altura. Esos trabajos, aprendidos desde los siete a ocho años, ganaban en eficacia, rendimiento y automatismo. Avanzaban en silencio, abrazados al manojo de maíz cortado, que a intervalos, los depositaban en “gavillas”. Todas sus energías y atención, estaban dedicadas al proceso de la cosecha. Ya habían pasado cuatro horas sin pausas de idas y vueltas de un extremo a otro del maizal, encorvados empuñando las hoces, convencidos de la importancia del trabajo y de las obligaciones familiares. No había pausas ni descansos en ese continuo trajinar semiencorvados, acompañados por los sonidos de las hoces y las chalas. A pequeños intervalos, llegaban hasta ellos, el canto de los gallos, ladrar de perros y el mugir de algún ternero. Casi no se daban cuenta, de ese concierto familiar, de vida y actividad, repetido al naciente de cada día, en toda la vecindad. En silencio, la concentración y los brazos musculosos y fuertes, acostumbrados a las rudas tareas de la chacra, casi no sentían el peso del manojo del maíz cortado. Serian las nueve de la mañana cuando sucedió. En tropel y a la carrera, llegaron los tres perros. Uno grande de color cobrizo, orejas caídas, vientre y terminación de patas como si usara medias blancas y la misma franja, alrededor del cuello. Otro negro con algunas pintas blancas, mediano, robusto y de orejas cortas. El tercero, mas chico, un cuzco barbilla de pelo blanco agrisado y sucio. Las patas y la panza mojada en los tres animales, por los pastos altos cargados del rocío. Apenas llegaron a la carrera hasta los dos cortadores, algo fatigados pero decididos, comenzaron a ladrar, formando un concierto disfonico. El Lolo el mas joven de los muchachos, miro a su hermano Toto, dos años mayor que el, mientras se detenían a observar la presencia de los perros. Después de unos minutos de observación, expreso, mas que una pregunta, una exclamación de asombro ¿De donde salieron estos perros que no los conozco? El Toto también intrigado, contesto : ¡Yo tampoco los conozco…., creo que nunca los había visto por aquí! Del vecindario no son….pero además, porque vienen a ladrarnos a nosotros? Luego de los razonamientos, llegaron a la conclusión de que esos animales no eran del vecindario.Asi como llegaron, desaparecieron ladrando detrás del alto maizal. Agotadas las conjeturas sobre los visitantes, recomenzaron con los mismos bríos, la corta de maíz. Así como llegaron, desaparecieron ladrando detrás del alto maizal. Agotadas las conjeturas sobe los visitantes, recomenzaron con los mismos bríos, la corta de maíz. Hacia media hora que solo el ruido de las chalas llegaba a los oidos de los dos jovencitos, cuando a la carrera, ladrando desaforadamente, volvieron los tres perros. Nueva pausa en la tarea y las mutuas interrogantes : ¡ Otra vez estos Pichinchas !! - ¿Querrán algo de comer o estarán perdidos? Comenta el Lolo. El Toto opina : ¡No creo que por hambre nos esten visitando y los perros no se pierden con facilidad. Si fuera uno solo, tal vez, pero los tres son compañeros y del mismo lugar. Es rara y acostumbrada esta forma de visita! - ¡A lo mejor; algun tropero acampo en el arroyo junto al camino y ellos salieron a divertirse! Los dos zafreros se ríen de ese comentario y terminan por creer mas razonable esta opinión. Se ajustan los delantales de bolsas de arpillera, beben agua de una damajuana resguardada del sol dentro de una “pirva” (parva) y de nuevo acometen hoces en mano, el sembradío maduro para cosechar…
LOS PERROS (Parte II )
Por. Antonino Cabana
…el sol de marzo aun conserva el fuego del verano y el viento norte cargado de humedad, hace prever un día caluroso a mediodía y en las primeras horas de la tarde. Era urgente adelantar la tarea mientras estuviera mas fresco y las chalas conservaran parte de la humedad del rocío. El ritmo de las hoces y los sonidos ásperos de los tallos y hojas , les hicieron olvidar las visitas de los perros. No habían avanzado mas de una cuadra, cuando aparecieron de nuevo. Esta vez, se arrimaron a dos pasos de los muchachos, mas insistentes y ladrando con mas bríos. El Lolo se detiene , tira para el costado el brazado que había cortado y grita : ¡No! ..,no puede ser! ¡Algo grave les esta pasando a estos “pichichos” y sus visitas no son de cortesía! Ellos, nos quieren decir algo. El Toto asiente pensativo y agrega : Si, estoy seguro que tienes razón y nos indican algún problema. Insisten demasiado y no porque sean perros; quieren nuestra ayuda. ¡Vamos a seguirlos para ver que pasa!.
Cuando los muchachos avanzan hacia los canes, estos giran rápidamente y en fila, corren por el mismo sendero anterior. Son más rápidos que los cortadores de maíz, pero cuando se alejan demasiado, se detienen lengua afuera, a esperarlos.
Dejan atrás las seis cuadras de maíz, avanzan orillando un rastrojo de trigo, cruzan un alambrado lindero y penetran en un potrero de vacunos. Están en los campos de un vecino y a las seis cuadras mas, llegan al arroyo. Siempre en veloz carrera, vadean la laguna por el paso, saltando sobre las piedras mas salientes. De nuevo otro rastrojo, un “manchon” con un montecito de talas, higueras y el pajonal. A una cuadra del mismo, orillan un conjunto de álamos criollos. Han atravesado tres propiedades vecinales y parece no haber pausa en las carreras de los perros. Los tres animales incansables, ladran, corren y se muestran desesperados. Después de un bajo, otro alambrado, un potrero y el chircal. Los muchachos se sienten cansados de esa persecución sin pausas. Han recorrido como dos kilómetros por chacras y campos sin viviendas. Llegan a un albardón con barracas y se detienen indecisos. También lo hacen los perros que se vuelven hacia ellos y les ladran con insistencia. El Toto opina : Ya hemos recorrido mas de dos kilómetros y no creo razonable abandonar a estos perros locos!! El Lolo agrega: ¡Ahora no hay mas remedio que seguir hasta no se donde!. A coro: ¡Avancemos, pues porque algo sucede y nos están pidiendo ayuda!.
Después de otro kilómetro, penetran en un campo de serranías. Los animales vacunos de los potreros, los miran recelosos. A la distancia se divisan algunos establecimientos junto a pequeños arbolados. Al superar una colina, ven en la ladera, casi escondido entre árboles y arbustos, dos ranchos. El Lolo los señala con el dedo y dice : ¡Mira…, nos están llevando hasta esas viviendas! Son las de Martínez; no hace mucho tiempo que lo conocí en la feria. ¡Es increíble que desde tan lejos, nos hayan ido a buscar estos perros! . El Toto razona : A la hora que ellos buscaban gente, la mayoría de los vecinos están mas lejos o no se encuentran en el campo. ¡Hoy es domingo y nosotros ni cuenta nos habíamos dado! Llegan y se detienen frente a la puerta abierta del rancho que tiene una chimenea humeando. Pero los perros pasan por el patio y sin detenerse, continúan corriendo por la ladera. Los muchachos los observan desilusionados, fatigados y deseosos de finalizar la aventura. Golpean con insistencia las manos, silbaron y gritaron por si había alguien. ¡Aquí no hay nadie! Y los perros se detienen a unos pocos metros, junto a un montón de tierra y piedras próximos a una cañadita. ¡Míralos como corren y ladran alrededor de esos montones que se ven allá! Algún animal tal vez. ¡Los mato si nos hicieron correr tanto por eso!
Avanzan decididos y al llegar, ven la oscura boca de una cachimba, rodeada de postes y algunas tablas quebradas. Con cautela se aproximan y miran hacia el interior. A unos tres metros, divisan un bulto que se movía. Luego un grito ahogado por el cansancio y la desesperación. Uno de los jóvenes corre hacia el galpón en busca de cuerdas. El otro trata de calmarlo, instándolo a resistir ya que lo iban a sacar en pocos minutos. Los perros calmados, sentados alrededor de la cachimba, lengua afuera, parecían mudos espectadores, ansiosos y esperanzados. La operación de rescate se cumple rápidamente, arrastrando fuera de la resbaladiza trampa, un bulto viviente, totalmente cubierto de barro. Tendido boca arriba el agotado Martínez , espera unos minutos para reponerse y hablar. Los dos muchachos parados, lo miran en silencio, sorprendidos y asustado. El agotado Martínez, apoyándose en los codos, levanta algo el torso y la cabeza, mira a los dos jóvenes, luego gira la mirada hacia los perros y dice : ¡Gracias a ellos estoy vivo! Cuando hoy temprano vine a buscar agua, como esta muy bajo el manantial, me incline demasiado apoyándome en el cerco de palos y se rompió cayéndome adentro! Hay como tres metros desde la boca al agua. No se cuantas horas estuve intentando salir, pero el barro de las paredes es muy resbaladizo y volvía a caerme. ¡Ya estaba acalambrado, cansado y pensé que seria mi ultimo día!
Como horrorizado se cubre el rostro con las manos embarradas y murmura casi llorando : ¡Jamás olvidare tamaño favor! A ellos que salvaron mi vida. Si uno lo cuenta lo tildan de loco o fantasioso porque nosotros los humanos, nos sentimos superiores a ellos y los creemos como seres inferiores. Esto es un inolvidable ejemplo de fidelidad y nobleza, algo que nos cuesta tanto reconocer como practicar, concluyo bajando la cabeza, mientras dos gruesos lagrimones le surcaban el rostro , y los tres perros se arrastraban sumisos hacia el a lamerles las embarradas manos.

RUMBOS
A LA TRADICION
Es probable que ese termino no refleje todas las emociones, sentimientos y recuerdos que se pretenden encasillar. Nada hay mas puro y representativo que las vivencias. ¿Entonces porque escribo, insisto y me apasiono por los temas de los chacareros, campesinos, labradores, los “pisatierra” y “tamangudos”? ¿Es esa semilla que germina desde mi infancia, forma mi carácter y me hace solidario empedernido con un pasado inolvidable y que se niega al olvido? No es que se pretenda volver a las tecnologías del pasado, pero si advertir, cuanto deterioro se les esta causando a las familias, a la diversidad de cultivos, al amor a la tierra con la galopante contaminación. Son muchas cosas que se pierden y se ignoran tras la seducción de promocionadas técnicas, adulteraciones de la naturaleza y modificaciones de los comportamientos que regulan el orden de la creación y sus transformaciones. Un día me aparte físicamente de mi inolvidable chacra, familia y vecinos para ilustrarme. El liceo y preparatorios pulieron algo mi ignorancia, al igual que el arado con los terrones. Pero nunca pude separar mi corazón de las mujeres y hombres del pago. Tampoco de cada rinconcito del suelo donde nací, crecí y aprendí a amar. Esta viva en mi gratitud la arcilla que le dio a mis manos la fantasía e ilusión de modelar. También del carbón del horno de pan, para mis dibujos. Hace unos pocos años me interne por la desolada campaña, donde otrora mugían bueyes, chirriaban carretas y arados, florecían cultivos variados que sostenían en paz y con amor a cientos de familias, forjadoras del bienestar de una patria admirada y respetada. Ya no encontré tierra arada, animales domésticos, sinfonía de voces, risas y cantos, ni a esa comunidad feliz y fraterna cuya humildad, traducía todo el amo de la tierra. Camine como perdido, como en un país extraño, por campos desiertos y cubiertos de malezas, sin los armados anchos, sin nidos de horneros, ni vida de pájaros e insectos. Los arroyos y cañadas, agotados por los montes foráneos y la flora y fauna indígena desaparecida. Borradas para siempre las huellas de pezuñas, de carretas sulkys. Derruidos alambrados rodeando taperas, en el silencio que deprime y la tristeza que lastima. Sin mangangaes en los cardos y carquejas, ni camoatíes en las ramas. La invasión de pesticidas monocultivos esta transformando nuestro prospero suelo en un cementerio. Avance por la décima tercera sección de Lavalleja, buscando un motivo de la tradición, con algún ermitaño que simbolizara el pasado, con el esqueleto de referencia como huella de una época ue no puedo olvidar. No perdurara en los archivos de la historia, porque la humanidad solo le otorga dimensión sobresaliente, a las promociones, las dinastías a los políticos a los criminales. La humildad, el sacrificio, el trabajo y la dedicación en silencio, no merecen ni el mas pequeño recuerdo. Quería pintar algo de ese símbolo tradicionalista que se atomiza en las chacras abandonadas. En un recodo del camino, junto a un vacilante ranchito de terrón con techo de paja, casi vencidas sus paredes por el tiempo, apuntalado para no caer, enhiesta, soberbia y caprichosa, elevaba su porte una destartalada carreta. Su pertigo casi vertical, apuntaba al cielo como un brazo extendido, resistiendo la tradición. Un anciano nervioso por mi presencia con una tela y un caballete, sentado en la puerta del rancho, mateaba y soñaba con los tiempos de cosechas y familias. Antes de iniciar la pintura del cuadro, llegue hasta el solitario campesino, para saludarlo y comunicarle lo que pretendía hacer. Mientras conversaba, su huesuda mano aun con callos, acariciaba el mate y recorría por sus ojos llorosos con timidez. Se sentó junto a mi mientras reproducía el paisaje, con el ranchito, un añoso ombú, un matorral de cañas y ligustros. A la distancia, un potrero con el alambrado caído y las otrora fértiles tierras cubiertas de chilcales, sin voces, risas y cánticos felices de las familia. El anciano solitario nació allí y allí moriría. Tan fiel a la chacra como lo fue con su desaparecida esposa. Los hijos huyeron para la ciudad y sus nietos no soportan la quietud del campo, sin computadoras, equipos electrónicos, pantallas, maquinitas y los diarios y sofisticados pasatiempos para el ocio, la molicie y las modas sociales importadas. El aun araba con un vieja yunta de bueyes, unas melguitas para maíz, zapallos, papas, boniatos y porotos. Las gallinas le proporcionaban huevos, los pollos la carne y aun le quedaba para la yerba, algún fideo y su modesta ropa. Pero jamás abandonaría ese rincón tradicional, ni a su amada carreta. Al finalizar mi pintura, me acerque a ella y vi su amazon de tablas deterioradas por el tiempo, herrumbrada la chapa de su techo, tambaleantes las ruedas, desgastándose lentamente bajo las lluvias y el sol, pero firme, caprichosa y testaruda como su viejo propietario, orgullosos de sus raíces patrimoniales, sublime como sus hermanas que acompañaron a Artigas en el Éxodo, hasta que el soplo del tiempo incorpore sus átomos al suelo de la patria.

Nacido “pa´pion”
Por. Antonino Cabana
El alboroto de los tres perros casi junto a la portera, hicieron que Don Juan Mendizábal se levantara de su ahuecada silla de cuero y mate en mano, saliera al patio. Basto un corto gruñido y un ademán, para que los perros se callaran. Allí junto a la cerca, un joven de no mas de 20 años, sombrero en mano, esperaba tímidamente. Era próximo al mediodía de aquel otoño de 1940. Vestía bombacha de brin gastadas botas. Sobre la camisa estilo escocés, un chaleco de lana gris, hecho a mano. El infaltable pañuelo blanco de “gauchito” , anudado bajo el mentón, resaltaba el rostro juvenil del mocito. El cabello negro, cortado sin ninguna coquetería, estaba bien peinado hacia atrás se notaban las marcas del sombrero como un anillo a la altura de las orejas. Era un muchacho hermoso, bien formado, alto y fornido, elegante y nervioso. Su caballo tordillo, estaba atado a una rama de un grueso paraíso al borde del camino. La voz de Don Juan resonó firme y autoritaria : ¿Qué se le ofrece amigo? – El muchacho hizo girar el sombrero entre sus manos algo entrecortado respondió , ¡Buenos días don Juan…! Me llamo Tomas, Tomas González para servirle…Yo…yo , creo que nací “pa pion” y desde chiquito quise ser peno de estancia …! Supe que Nicasio se fue a trabajar en Montevideo pensé que a Ud.le faltaba un trabajador….Don Juan lo mira un instante y le pregunta : ¿Dices que te llamas Tomas, de los González chacareros de la falda de los cerros de Aguas Blancas? – “ Si Don Juan”. - ¿Y…cuantos años tienes, que experiencias para trabajar en una estancia? Esto es distinto a ser chacarero. - ¡Yo se hacer de todo Don Juan! , aprendí de chiquito , en mi casa, en la hacienda de los Rossi, aprendí a domar, enlazar novillos, domar caballos y le prometo que aprenderé enseguida lo que Ud. me enseño. ¡Ah, tengo 18 años, los cumplí ayer! - ¿Así que naciste para peón! , ¿Quién te lo dijo? – Nadie Don Juan, cuando trabajaba con mi padre en la chacra siempre soñaba con ser tropero y trabajar en una estancia…como la suya!!.
Don Juan Mendizábal era un vasco de pocas palabras, alto, flaco y huesudo con cara sonrojada, ojos pequeños, azules y hundidos bajo una frente saliente como sus pobladas cejas. Nariz fina y larga, boca pequeña casi si labios y mentón agudo, un ancho cinto de cuero, gastado descolorido, ajustaba su bombacha marrón, abotonada en los tobillos. Calzaba alpargatas al estilo de chancletas. Miro al joven, luego hacia el galpón y pregunto : ¿Y…, cuando quieres empezar a trabajar conmigo? ¡Ya, ya mismo si a Ud. no le parece mal! – Bueno, esta bien si vienes tan decidido, entra el caballo y allí en los galpones encontraras a Lucio que te va a dar de comer, donde dormir y las tareas que tienes que hacer! Aun no habían pasado dos años Tomas, el nacido “Pa pion” como el decía ya se había ganado el afecto y confianza de los patrones, sus compañeros peones y la familia del dueño de casa. Era el primero en levantarse , encender la cocina, acarrear leña y agua, carnear cuando era necesario y al final de la jornada, el ultimo en suspender las tareas. No era necesario decirle dos veces las tareas nuevas las cotidianas como alambrar, curar bicheras, encarnerar ganado y supervisar rodeos, se cumplían con celo y responsabilidad. Don Juan y su esposa Adela, satisfechos y agradecidos, a veces lo invitaban a la gran cocina de la estancia, pero Tomas siempre alegre y respetuoso, sombrero en mano,se retiraba hacia los galpones y su aposento porque en ese código que imponían las relaciones entre patrón peones, era ejemplo cumplidor…
2a Parte
…A los 5 años en la estancia, su manejo, selección del ganado para el frigorífico compra de específicos y bienes de reposición como alambre, postes y piques, eran celosamente recomendados por Tomas. En cierta oportunidad, Don Juan le ofreció dinero para el pago de las compras el jovencito, se excuso cortésmente haciéndole ver, que no era necesario, que no deseaba asumir esa responsabilidad ya que el patrón tenia crédito en todos lados y el dinero siempre trae involuntariamente “malos entendidos”. Los dos hijos varones de Don Juan , estudiaban en Montevideo y Natalia, la hija menor en el liceo de Minas. Viajaba en ómnibus todos los días. La esposa de Mendizábal, pasaba la mayor parte del tiempo en la capital, apoyando a sus dos varones. Una mañana de enero, Tomas se acerco a Don Juan y le dijo : Tengo unos ahorros para comprar un pedazo de campo en Aguas Blancas, próximo a su estancia y hacer un rancho porque pienso casarme. Así que en los ratos libres, los ocupare en construir mi casa . ¡Pero hijo! – le dijo paternalmente el patrón – no compre nada, elija un pedazo de mi campo en el lugar que le guste mas, unas 40 cuadras, alámbrela y deshaga alguno de esos galpones que ya no usamos, corte la paja brava del bañado y toda la madera que precise del monte y haga su rancho aquí. No gaste sus ahorros, compre con ellos algunas ovejas y llévese alguna vaca de ordeñe que a nosotros nos sobra. Por los campos de serranías, valles y quebradas de las dos mil hectáreas de la estancia corría un inagotable arroyo. A pocas cuadras del casco habitacional, una gran laguna rodeada de sauces, álamos, ceibos, coronillas, arueras y la enmarañada vegetación propia de los lugares húmedos de los valles de las serranías. A pocos metros de una de sus orillas, hasta la misma laguna, como una gran raíz de un cerro de Aguas Blancas, llegaba una cadena rocosa con grandes bloques horizontales como asientos ; allí, casi junto a la orilla, sentado sobre uno de ellos, Don Juan pasaba horas solitario, meditabundo y al parecer, contemplando la belleza natural de ese prodigo remanso. Hacia 15 años que Tomas trabajaba en la estancia cuando Don Juan falleció . Por un tiempo todo el lugar se transformo. La viuda y los hijos buscaban cuanto rincón, hueco , troncos y raíces, techos de la casa y los galpones y en cuanto recipiente había un posible escondrijo de los ahorros en vida de Don Juan. No había ni aparecía por ningún lugar, el producto de la venta de ganado y de otros bienes. Incluso empezaron a dudar de la honestidad de Tomas a quien creían sabedor del lugar donde se escondía el dinero. Fueron días de desconfianza, disgustos y veladas acusaciones. Tomas quiso renunciar, pero la esposa del patrón, le pidió llorando y arrepentida, que no los abandonara en los momentos que mas lo necesitaban. El tiempo fue alejando la fatigada búsqueda y el misterio ocupo esos lugares junto con los mas increíbles e insidiosos comentarios. La viuda se fue con sus hija a vivir a Minas y los hijos ya crecidos ejercían sus profesiones en Montevideo. Pasaron 5 años donde Tomas, con celo, honestidad y esfuerzo , sostuvo vigente y productiva la estancia. Aquel mocito nacido “pa’ pion” , con madurez segura experiente, era para sus nuevos patrones, la solución perfecta en el manejo de sus bienes. Cada vez que Tomas recorría el campo al pasar por el paso de la laguna, se detenía frente al montículo de rocas donde tantas veces Don Juan pasaba horas sentado meditando. Por simple curiosidad, bajo del caballo y llego hasta la gran roca plana se sentó en ella. La roca se movió algo inclinándose. La empujo y ella se corrió varios centímetros. Miro el lugar vació y vio el recipiente casi totalmente enterrado. Doña Adela, la viuda de Don Juan estaba en la cocina cuando oyó llamar a la puerta. Allí estaba sonriente, con un enorme envoltorio cubierto por una bolsa, su peón Tomas. La gran cantidad de monedas, muchas de oro, superaban las mas optimistas suposiciones. La familia reunida, con mas asombro que alegría, miraba la figura robusta, y rustica de aquel hombre nacido “pa`pion” La lealtad y la honestidad no tienen precio y no hay tesoro que la emule. Muchos amigos y vecinos de Tomas le reprocharon su gesto, incluso lo tildaron de torpe y bobo. ¡De ninguna manera podía quedarme con una sola moneda ya que no me pertenecen y que ejemplo le daría a mis tres hijos! – decía con convicción – Siguió en la estancia hasta el fin de sus días, pero no en sus 40 cuadras sino que la viuda le regalo la mitad de esa propiedad, incluido sus cascos.

|
|








|