Las huellas borrosas de la poetisa Delmira Agustini en Sayago y Colón-Una pequeña y deteriorada fuente, en el cruce de Ariel y Garzón, es el único recuerdo que queda de Villa María, la casa de veraneo de la familia de Delmira Agustini, de cuya muerte se cumplen 100 años. La poetisa pasó allí muchos de sus días. Delante de la fuente -el último vestigio de la casa de la familia Agustini- hay una placa colocada en 1986 por el Club de Leones Montevideo-Sayago, la cual ya ha perdido varias letras, que recuerda el natalicio de la "insigne poetisa" en 1886. Detrás, hay un taller de motos y un puesto de venta de verduras con la fachada chillonamente pintada de publicidad de una marca de helados.
En tanto, el antiguo Parque Giot -actualmente el Monte de la Francesa- sigue siendo un lugar arbolado pero diferente al aire aristocrático que rodeaba a la acaudalada familia a la que Delmira solía visitar para ver a su amigo André Giot de Badet. Sayago y Colón eran zonas poco pobladas a fines del 1800 y comienzos del 1900 y elegidas por familias adineradas para tener sus casas de veraneo. Varias de esas mansiones siguen en pie, algunas mantenidas en buen estado y otras no, en estos barrios ahora urbanos. Si a primera vista no parece que la huella de Delmira esté muy presente en la zona, hay vecinos que buscan que la obra de la poetisa y su vida en el oeste de Montevideo no se olvide. A su vez, la Intendencia Municipal de Montevideo tiene planes para crear una plaza alrededor de la vieja fuente.
Uno de los propietarios de esa esquina es Yusef Yarwa (sus padres compraron la propiedad en 1956), quien fue el responsable de que la fuente de Delmira Agustini no fuera destruida junto con la casa en 1974. Relató que ese año las autoridades municipales decidieron, en el marco del ensanche de Garzón, tirar la casa abajo. Comentó que su familia rechazaba la demolición porque indicaba que no era necesario ya que no incidía en el ensanche de esta avenida.
"Yo estaba cuando iban a tirar la casa y también iban a romper la fuente. Le dije que no a un empleado, que era una fuente de una poetisa uruguaya. Fue a hablar con un capataz y no lo hicieron", relató. Yarwa dijo a El País que mantener esa fuente "fue un dolor de cabeza" para su familia. "Primero vinieron comisiones de personas que querían ver la casa de Delmira y nosotros las hacíamos pasar con gusto". Luego de la demolición de la casa "empezaron a hablar de la fuente".
"Últimamente, a la intendencia se le ocurrió hacer una placita y nos expropian 120 metros cuadrados donde está la fuente". "Nos querían dar dos vintenes, averiguamos y presentamos otra oferta porque nos expropian toda la esquina", dijo.
Baúl del tesoro
Alejandro Cáceres, autor del libro Delmira Agustini-Poesías completas (que este año tuvo una edición especial por el centenario del fallecimiento de la escritora) dijo que "la casa quedó vacía después que ella murió, pero quedó un baúl como único mueble. Cuando lo abrieron encontraron un tesoro: estaba toda la obra poética de ella escrita en cuadernos de tapas rojas duras, con la caligrafía del padre que pasaba los poemas y los garabatos de ella. También el traje de novia, la muñeca que tenía y otras cosas. Nunca se supo si se había robado algo". Comentó que como la familia de Delmira veraneaba en Villa María, ella subía en Sayago al mismo tren que su amigo André Giot de Badet tomaba antes en Colón, y juntos iban al Centro dos veces por semana, "a estudiar en el taller de Domingo Laporte, de donde vienen las pinturas". Giot "era un hombre muy rico, viajaba prácticamente año a año y en Francia es posible que fuera amigo de pintores y poetas del momento, traía material e información que compartía con ella en esos viajes al Centro en tren", contó. Agregó que iban además al Solís junto al poeta Ángel Falco "y se quedaban sentados en el escalón de Villa María conversando hasta tarde en la noche. Ella también visitaba el Parque Giot, elegantemente vestida para la época". Otro asunto poco conocido que guarda cierta relación con Delmira es que Juan Carlos Onetti -el escritor más prestigioso de la literatura uruguaya- conoció a André Giot cuando "la familia Onetti tuvo un revés económico y se alejaron un poco por razones financieras y fueron a la Villa Colón".
Una figura clave del modernismo
Delmira Agustini nació en Montevideo el 24 de octubre de 1886, en el hogar de una familia acomodada de la sociedad montevideana de 1900. Escribió tres libros de poemas en un período de seis años: "El libro blanco (Frágil)", escrito durante los años de adolescencia y temprana juventud y publicado en 1907 con 20 años de edad; "Cantos de la mañana", publicado en 1910, y "Los cálices vacíos", publicado en 1913. Además hay un cuarto volumen de poemas titulado "Los astros del abismo", publicado póstumamente en 1924. En su libro, Alejandro Cáceres señala que las circunstancias de la muerte de Delmira, ocurrida el 6 de julio de 1914, cuando tenía 27 años de edad, aún están rodeados de misterio, aunque los hechos acerca de su muerte sean bien conocidos: su ex esposo Enrique Job le dio muerte al dispararle dos tiros de revólver en la cabeza y luego disparando otros dos contra sí mismo. La pintura es una faceta poco conocida de Delmira Agustini y a la que le dedicó mucho tiempo durante parte de sus 27 años de vida. Cáceres recuerda en su libro que la poetisa estudiaba pintura durante el verano de 1903, cuando comenzó su amistad con André Giot de Badet, en el taller del pintor y grabador Domingo Laporte. En su libro se incluyen 35 ilustraciones muy poco conocidas de Delmira, que incluyen retratos, paisajes y escenas de la vida cotidiana. Esta colección fue recopilada con laborioso esfuerzo por el director de la Biblioteca Nacional, Carlos Liscano, quien al a tomar posesión halló varias de estas imágenes diseminadas por distintas dependencias de esta casa de estudio. Este año la Biblioteca Nacional publicó un catálogo de la obra plástica de Delmira Agustini, en la conmemoración de los cien años de su muerte, y recientemente se realizó una muestra fotográfica de pinturas de la artista en el edificio anexo del Palacio Legislativo. "Uno puede decidir si era un hobbie o algo más serio mirando las láminas, y hay de todo, lo cual sugiere un progreso de lo que iba haciendo", dijo Cáceres. "Hay muchas. Liscano encontró más de 50, lo que quiere decir que fue una tarea importante para ella. Y es muy raro encontrar una poetisa que fuera además pintora y artista músical como lo era", añadió. Delmira había estudiado piano. En su libro, el catedrático señala que "la arquitectura musical" es un aspecto significativo en la poesía de Delmira, que "ha utilizado en la construcción de su discurso poético varios elementos como el ritmo, el compás y sus unidades de tiempo".
Relaciones
Cáceres destacó especialmente la amistad de Delmira con André Giot de Badet y las diferencias de personalidad entre éste y el esposo de la poetisa, Enrique Job.
"André Giot (hijo de un francés millonario y de una baronesa descendiente directa del rey de Francia Enrique IV, quienes eran propietarios de grandes tierras en Colón y Villa Colón y plantaron centenares de eucaliptos que aún quedan en la zona) le acercaba todo lo francés que venía, que a ella le gustaba y era de la época", dijo. En tanto, "con Enrique Job, -tuvieran sexo o no porque se supone que ella llegó virgen al matrimonio-, le despertaba el deseo"."Creo que nunca uno supo de la existencia del otro en la vida de Delmira. Porque para André Giot hubiera sido alguien desagradable y para Job, Giot hubiera sido el monumento al antihéroe masculino", consideró Cáceres. Recordó que en una entrevista a Giot que le hizo en Francia la directora de coros Nilda Muller cuando ya era un hombre adulto, él decía que no sabía que Delmira tenía un novio. "Fíjese el grado de compartimentar sus amistades al que llegaba, ya que tuvo de novio a Job cinco años", comentó. Sobre las diferentes hipótesis de la muerte de Delmira y de su esposo, Cáceres dijo que no se puede comprobar ninguna, porque solo ellos estaban presentes en el apartamento de la calle Andes 1203, donde ambos fallecieron.
"En el parte policial está claro que se encontró en esa habitación a una mujer muerta de dos balazos en la sien y a un hombre moribundo. Si eso fue un intento de asesinato de él y luego suicidio, o un pacto suicida en el cual hubieran estado de acuerdo en que él lo llevara a cabo, no lo sabemos", dijo.
"Los dos hechos son probables pero ninguno comprobable, porque no había nadie más allí", añadió. Dijo que "se habló mucho sobre si el tema de la muerte de Delmira es tan relevante, y la verdad que no lo es".
"Se escribe mucho sobre Delmira. En casi toda conferencia literaria fuera de aquí, donde se presenta algún trabajo sobre ella, nunca se está hurgando tanto en el asunto de su muerte", aseveró. En su libro, Cáceres hace un raconto de opiniones sobre la obra de Delmira en el mundo, entre ellas de Alberto Zum Felde, Rubén Darío, Carlos Vaz Ferreira, Julio Herrera y Reissig, Alfonsina Storni, Eduardo Acevedo Díaz, Miguel de Unamuno, José Enrique Rodó, y Roberto de las Carreras.
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