ROMPIENDO CADENAS
Las fugas, los cimarrones
Por Oscar Montaño
En nuestra campaña a los “esclavos” compelidos a todo trabajo, como ya manifestamos, difícilmente se les permitía montar a caballo para prevenir posibles fugas. Es que éstas se daban con mayor asiduidad que lo habitualmente reconocido. Iban a engrosar las tolderías indias o intentaban formar poblaciones propias, separadas de los centros urbanos en que habían sido esclavos, como sucedió en 1803.
Antes, en el año 1793, en una de esas tantas huidas se escaparon tres negros llamados Juan Juaquín y Pedro “esclavos” de la estancia de Solís Chico, propiedad de Felipe Piris. Los tres se habían fugado, aprovechando la distensión que provoca la cercanía de la fecha de Navidad del año anterior, hacia el “Río Pardo o Grande”. Pero, gracias a la colaboración que el Gobernador les procuró, Piris “pudo lograr la recuperación de los dos primeros llamados Juan y Juaquín el uno en el Río Negro en el Paso de los minuanes, y el otro en las estancias del Cordoves… pero no así el Pedro, que nunca pudo ser habido quién habiendo tomado distinta ruta, tuvo la deliberación de venirse y esconderse en esta ciudad “Montevideo”. Esta información nos permite descubrir que la real causa por la que se dirigió aquí , fue que vivía otro negro conocido de él, “esclavo” de José Ascue, yerno del mencionado Piris, llamado Francisco. Luego sí, en un acto totalmente planificado de antemano, ambos huyen hacia el Yaguarón “dónde una de las partidas de campo los persiguió y quitó algunos caballos que llevaban y de aquí para el río Grande o río Pardo, porque el Negro Franco es baqueano del campo” , según lo dijo la peonada y demás gente que Piris y Ascue destinaron en seguimiento de los escapados. La descripción que se presenta de ambos negros es por demás elocuente de cuál era la imagen de los sectores dominantes tenían de “sus” , “esclavos” : “…el primero es Pedro como de edad de veinte y dos años, algo de cuerpo, recién apuntado de Barbero, cara de cacaco, y las dos manos de dedos grandes, pero corbos y no derechos, muy hocicudo y muy ladino y salamero y el Francisco de dicho su yerno de edad como de 40 años, retacón de cuerpo, muy pachorriento al andar caminando como Potroso con piernas abiertas, ladino de lengua portuguesa y lenguaras de la Guaraní Tape…Para intentar darles alcance, el gobernador de Montevideo Antonio Olaguer y Feliú resuelve dirigirles oficios a los “Gobernadores del Río Grande, y río Pardo, acompañados de un testimonio fehaciente comprensivo de dicho escrito, a efecto de que se sirvan los dichos señores Gobernadores auxiliar, como se solicita por parte de Piris, al Capitán Don Antonio Olivera vecino del Pueblo nuevo en el Río Grande.Fueron los propios portugueses, ya en el Brasil, quienes comenzaron a dar arbitraria y prejuiciosamente, el significado de prostíbulo o desorden, indistintamente, a aquellas poblaciones que tantas preocupaciones les causaron, acepción que ha quedado en nuestro léxico popular. El KILOMBO más conocido fue el de Palmares en el noreste brasileño en la entonces Capitanía del Pernambuco, que logró sobrevivir pro cien años (1595-1695) logrando albergar, y organizar a unos 50.000 negros distribuidos en más de veinte mocambos o poblados menores. Sumbí fue la figura más destacada en esta gesta, y quién encabezó Palmares por casi 30 años hasta la derrota militar del KILOMBO y su muerte ocurrida el 20 de noviembre de 1695. Por ello se ha tomado esta fecha del 20 de noviembre como Día de la Concientización Negra.
LA FUERZA DE LAS MADRES NEGRAS…
por. Oscar Montaño
Si difícil era la situación para los hombres de origen africano, qué decir de las mujeres. La actividad de las mujeres de origen afro era doblemente sacrificada ya que, al cumplimiento si o si de las tareas habituales que se le asignaban, estaba el cuidado y crianza no sólo de sus hijos sino también de los que su “amo” o patrón, según fuere la condición. Y, en presencia de éstos, el cuidado y la atención, debía ser primero para los niños blancos. Sacando fuerza increíble, las madres negras, se las ingeniaban para – mediante simulada sumisión – obtener la confianza de quienes la “compraban”, y así poder dedicarles a sus hijos el suficiente tiempo para transmitirles sus anteriores vivencias. Los rastros de africanidad que seguían guardando, serían de suma importancia para llegado el momento volcarnos certeramente. No hay que olvidar que aún en esta época que estamos estudiando , los “esclavos” , en una buena proporción habían nacido en África y buscaban , esperanzadamente, el fin de eso un lamentable que muchos no entendían. Esa misma esperanza era la que los llevaba a que, en situaciones tan penosas, no se rindieran y obstinadamente intentaran transformar esa realidad. Claro que había situaciones realmente increíbles, inenarrables, más que límites que llevaban al suicidio, que a veces incluía al hijo para evitarle esa triste vida que le esperaba. Desde la fuerza que residía e irradiaban las salas de nación, y de hechos tan importantes como eran los casamientos entre “esclavos” o con “libertos” , se iba edificando la resistencia cotidiana diaria, concreta con que se lograba la sobre vivencia del día a día. Es decir que, esas situaciones límites, eran sobrellevadas con el canto, la danza, la relación con sus deidades y la mínima vida en pareja que se les permitía. Es sabido que las parejas, en situación de esclavitud, fueron mucho menos capaces de engendrar hijos que otras parejas de origen afro en situación de “libres”, fruto de esa situación extrema a que aludimos. No obstante , reafirmamos el concepto de alentar la vida que manejábamos anteriormente porqué, además de estar implícito en el ser humano, la idiosincrasia del africano, por lo general positiva, lo empujaba a reforzar la resistencia pensando en la pronta finalización de esa tragedia, y a que sus hijos nacieran libres, como lo expresarán diferentes cantos como el de “Compañelo di Candombe” , de 1834. ¡Cuántas mujeres habrán optado, silenciosamente por no tener hijos para que tuvieran que vivir la terrible realidad que ellas mismas estaban sufriendo! ¡Cuántas mujeres se negaron a engendrar más hijos, cuántas optaron por abortar para que ese niño no pasara todas las tristezas, castigos y humillaciones que ella misma estaba viviendo! ¡Cómo no iba a ser baja la natalidad entre la población “esclava”! No es posible imaginarnos cuántas violaciones se perpetraban cotidianamente con las “esclavas” , pero quedaban los hijos como testimonio de atropello sin límites. El número de “pardos” y “mulatos” fue siempre importante en la población montevideana y si bien en repetidas ocasiones no se hace alusión al porcentaje en censos, se los incluía como población “esclava” en general.
LA CRUZADA AFRO
La “Cruzada Libertadora”, iniciada el 19 de abril de 1825, fue el comienzo del fin para la dominación luso brasileña en estas tierras, y el bajo número de sus primeros componentes es uno de los puntos que mas llaman a su admiración. Claro que , a los cerca de 40 expedicionarios que la comienzan, se suman inmediatamente nuevas fuerzas, pero los más destacados por la Historia Oficial han sido un número de 33, de los que han quedado 17 listas. En ellas, no todas con los mismos nombres, se aprecia que varios no eran orientales. Si fundamental fue el papel desempeñado por los negros orientales durante la gesta artigüista , no menos lo constituyó el que cumplieron en la lucha independentista desde 1825. Hay hechos claves cumplidos por la gente de sangre africana en esta etapa de nuestra historia , y que han sido muy poco o nada tenidos en cuenta por parte de la historia oficial. Comencemos por decir que cuatro, “Treinta y Tres Orientales” , tenían sangre africana. Esta fuera de discusión que participaran desde el inicio de la Cruzada desde Buenos Aires, ya que sus nombres aparecen en las diferentes listas. Y más aún: dos de ellos, a quienes se había obligado por parte de los “amos” a llevar por nombres Dionisio Oribe y Joaquín Artigas, habían nacido en África. Esta información la hemos extractado de la lista de “33” realizada por uno de los líderes de la “Cruzada” Manuel Oribe. Esta la confeccionó el 10 de febrero de 1832, en la cual están incluidos los otros dos afro-orientales, identificados como “pardos” en varias de las listas que sobre los “33” , se confeccionaron , y que hemos consultado. Ellos son Celedonio Rojas y Juan Rosas. Incluso el autor de una de estas listas, el Dr. Francisco Berra, le adjunta a Celedonio Rojas , la calidad de Cabo 1. La lista Nº 11 aparece al principio del Catálogo de la correspondencia militar del año 1825. “Los individuos que se compone la siguiente lista, pisaron en la margen oriental del Uruguay para promover la libertad de la Provincia, el 19 de abril de 1825. Luego se enumeran a los Jefes, capitanes, etc. Pasa a la categoría de soldados, entre los que se hallan: Dionisio Oribe (criado de Dn. Manuel Oribe) y Joaquín Artigas (criado de Dn. Pantaleón Artigas). Lista Nº 13 de Acevedo Díaz, se publicó en 1894. Enumera a 32 Orientales, entre los que se hallan “Dionisio Oribe (negro) , Celestino Rojas (pardo), José Palomo (indio) , Juan Rojas (pardo) , Joaquín Artigas”. En la Lista Nº 14 al “pardo” Celedonio (Celestino) Rojas se le adjunta por parte de su autor Dr. Francisco Berra , la calidad de Cabo 1º , de Joaquín Artigas dice que es negro esclavo , al igual que de Dionisio Oribe. La Lista Nº 15, “Es la formulada por Dn Manuel Oribe el 10 de febrero de 1832 : Relación de los oficiales y soldados que pasaron el 19 de abril de 1825, con el Sr. General Dn. Juan Antonio Lavalleja”. En esa lista aparecen, entre otros, como soldados Celedonio Rojas, Juan Rosas, Dionisio Oribe, Joaquín Artigas. De Dionisio Oribe y Joaquín Artigas, Manuel Oribe confirma su lugar de nacimiento “AFRICA”.
ACTIVIDADES, TAREAS,TRABAJOS. ¿CUÁLES NO REALIZARON?
Por. Oscar D. Montaño (autor del libro “YENINYANYA” – UMKHONTO II)
La sociedad colonia de la Banda Oriental en su conjunto, ya en la ciudad como en la campaña, utilizó la mano de obra esclava en número considerable, aunque no llegó a los niveles de las zonas de plantaciones del nordeste brasileño, sur norteamericano o en Haití, donde la dinámica social tuvo un carácter marcadamente esclavista. El negro en la época Colonial y aún luego, en la etapa posterior fue quién, como mano de obra esclava o liberta, sostuvo la economía de la Banda Oriental, junto al peón.
No solo cumplió, como generalmente se ha sostenido , actividades domésticas, así como tampoco hubo esclavos sólo en Montevideo. Existieron africanos o afro-orientales en la condición de esclavos libertos en todo el resto de la Banda Oriental. Y no únicamente en villas sino también en los establecimientos de campo, en las estancias. Sin la mano de obra del negro no hubiera sido posible el mantenimiento y hasta incluso el surgimiento de los saladeros, por nombrar solamente un tipo de actividad. Es aquí donde se manufacturó el más importante producto de exportaciones desde este territorio en aquel tiempo: el charque o tasajo. Esta producción oriental pudo llegar, de esta manera, como principal alimento de los esclavos de otras colonias españolas: Cuba y Perú , como también para el Brasil.
El negro es traído con preferencia para el fomento de las industrias madres del litoral y de algunas regiones del interior, o sea la agricultura y la ganadería, siendo muy poco utilizado en las labores mineras. Los africanos, constituyeron mano de obra fundamental en los saladeros, panaderías , atahonas, velerías, fábricas de sebo en marquetas etc. Fue peón de barracas y trabajó en el puerto, encargándose de las tareas más duras y desagradables del Hospital y el Presidio.
Entre otras de las tareas que los esclavos fueron obligados a efectuar estaban: la fabricación de ponchos, mantas, zapatos, sombreros, tejidos de jergas, medias, jergones. Asimismo, realizaban vasijas de barro cocido: ollas, platos, tinajas etc. y trabajos de madera: bancos, camas, etc ; morteros para moler maíz, velas, jabón, almidón; carros, carretas, arados, rastras etc.
Las esclavas, entre otras muchas actividades, elaboraban pan, dulces, rosquillas, “que a veces vendían en provecho de sus dueñas venidas a menos”. Fueron lavanderas, no sólo para las familias que servían sino también tomando lavados y entregando parte del jornal a sus “amos”. La tragedia parecía no tener final ya que, además de todas las circunstancias inhumanas que les tocaba vivir, a las mujeres se las vejaba, “utilizándolas” para “iniciar” a los “señoritos blancos”. Muchas veces los propios “amos” las prostituían, aunque no estaba admitido legalmente. Los innumerables “pardos” o “mulatos” que , en todos los censos aparecen se deben, en su mayoría, a las violaciones constantes de que las “esclavas” eran objeto. Estos hijos, casi nunca eran reconocidos por el “padre amo” ocurriendo, incluso, que también eran reducidos a la “esclavitud”.
1832 LOS NEGROS Y EL TANGO
Es posible corroborar la continuidad, durante todo el siglo XIX, del Tango como manifestación musical representativa de los afro-orientales o afro-uruguayos. Ya hemos expuesto en “Umkhonto” algunos elementos que atestiguan la paternidad de esta demostración cultural. Allí vimos documentos que , en la primera y segunda décadas del 1800 hacían mención al Tango como expresión negra. Nuevamente aparece el Tango de los negros, ahora en una crónica de la prensa periodística del año 1832. También por aquellas primeras décadas del pasado siglo, 1832 , el diario “La Matraca” , que se subtitula “Papel crítico que no es periódico” , “5to. Toque. Montevideo 13 de 1832” , realizaba un interesantísimo informe en su sección “Carnaval” , y donde nos permite apreciar que ya desfilaban las comparsas de negros durante esta festividad. “Días, de agitación y continuo movimiento; días apetecidos y bien llegados para casi toda clase de personas, menos para los esclavos. El ocioso, el pisaverde, la elegante, el tenderito, los criados, los amos – hasta la oposición , todos buscan mascara y todos hallan entretenimiento. Algunos rabian, pero en desquite son mas los que a su costa se divierten y hallan placer. Unos van , otros vienen; unos suben, otros bajan, aquí un turco, allí un soldado de marina; el mamarracho de los Diablos, el cartel de la comedia. Por acá la policía, por allá los negros con el Tango.
Un huebaso de este lado, un balde de agua por aquel; la harina, la granjea, el almidón y sus mezclas… Ah! No puede darse una escena mas variada. Estos días son celebres y grandes a cuantas luces miremos : los Padres de la Patria no han podido tener sus sesiones. Nada nos puede dar más alta idea de su representación, de su solemnidad y su importancia”…
LA ESCLAVITUD EN EL MONTEVIDEO COLONIAL
La trata de negros en la Banda Oriental, igual que en sus hermanas latinoamericanas, constituyó un excelente negocio para los negreros y , en cierto aspecto, para las arcas del Cabildo.
En particular para Montevideo, porque su puerto favorecía el tránsito de buques de ultramar.
En la segunda mitad del siglo XVIII, entre los años 1750 y 1810, entraron a puerto, traídos por buques de diferentes nacionalidades unos veinte mil esclavos que aportaron, por concepto de tributos, unos trescientos mil pesos fuertes.
Un negro valía unos doscientos pesos de esa moneda. En cambio, unos pocos de ellos quedaban en Montevideo. Un censo practicado en 1778 indicó uno total de 1368 esclavos, suma equivalente al 20% de la población montevideana de entonces. Con el crecimiento y desarrollo de Montevideo, el número de esclavos aumentó considerablemente llegando, en 1790 , a 5.000 aproximadamente, más de la población total. Las condiciones sanitarias e que llegaban los pobres infelices hacinados en las bodegas, mal alimentados y sin condiciones higiénicas de ninguna clase, causaron mortandad y afecciones graves que alertaron a las autoridades responsables de la salud pública.
En cierta oportunidad, el Cabildo de Montevideo, teniendo en cuenta que el depósito de los negros se hacía dentro del pueblo, procedimiento que estimó “opuesto a la piadosa mente del soberano que no vigila en otra cosa que proporcionar a sus vasallos por cuantos medios le dicta su tierno amor, la mayor sanidad y preservarlos de todo contagio” …dispuso una serie de medidas profilácticas con respecto a la introducción de negros que “viene cubiertos de sarna y llenos de otros males capaces de infectar la parroquia” , por lo cual “corresponde prevenir el daño general que pueda esparcirse en la ciudad…”
Las disposiciones de orden higiénico comprendían la creación de una Junta de Sanidad, la obligación de visitar los buques que hacían tráfico de negros y la permanencia en puerto por un plazo de cuarenta días.
Un episodio que merece destacarse ocurrió en 1787, cuando llegó a Montevideo un barco cargado con estos infelices. El Cabildo de Montevideo, cuenta Isidoro de María, dispuso que se alojaran fuera de la ciudad, disponiendo que, con tal fin, se levantara un barracón con capacidad suficiente para albergarlos. La construcción se levantó próxima al arroyo Miguelete, en un lugar cercano al que ocupan hoy, las instalaciones de Ancap , en la Rambla Sud América y calle República Francesa. Ocupaba, dice de María, una manzana aproximadamente, bajo muro, teniendo en el centro cinco piezas edificadas, dos grandes almacenes, cocina , techo de teja. Por mucho tiempo, continúa de María, sirvió para depósito de los pobres negros condenados a la esclavitud. Vino luego el sitio chico y grande “de esta plaza, del año 11 al 14 y otro fue su destino, convirtiéndose en ruinas , quedándole el nombre vulgar de CASERÍO DE LOS NEGROS” . Allí acudían los señores de entonces a comprar esclavos. Algunos como Lucas Obes negociaban al por mayor, para luego revenderlos.
Fuente : Almanaque del Banco de Seguros del Estado (1965) autor : Ing. Ponciano S. Torrado
ANSINA, SIMBOLO DE LEALTAD Y FIDELIDAD
De todos los ejemplos que se mencionan para resaltar la fidelidad del esclavo hacia su amo, ninguno es tan patético ni merece tanto reconocimiento como el demostrado por el negro Ansina hacia el Jefe de los Orientales.
Porque Ansina simboliza la lealtad por encima de todo. Cuando todo se había perdido. Cuando la gloria, el triunfo, el éxito del gesto apasionado cedía ante la traición para dar paso al infortunio que significaba renunciar a la patria y obtener, en cambio miseria y olvido, él; fiel servidor no vacila en correr su misma suerte. Ansina sabía que todo lo que aún quedaba en poder del caudillo, en gesto de reconocimiento, sería enviado a sus amigos prisioneros en la Isla das cobras como nuevo incentivo para mantener viva la llama de lucha y coraje. Sentimientos necesarios para que otros, con más suerte, lograran la libertad que tanto deseó para su pueblo.
Abandonado de todos, triste y fugitivo, Artigas elige como compañeros a unos pocos soldados entre los que Ansina había de ser el único acompañante, el único que tendría el privilegio de compartir su soledad y sus recuerdos de gloria.
A la gloria llegó también su fiel sirviente. A la gloria alcanzó este esclavo que se elevó por encima de su humilde condición. La Patria entera reconoció su gesto, dándole un lugar en el Panteón Nacional para que el jefe glorioso y su fiel servidor sigan juntos en la eternidad, como juntos vivieron en el ostracismo.
La Patria ha reconocido este mérito de un humilde negro, nacido esclavo pero liberto por decisión del ilustre Oriental. Como dijera una destacada historiadora compatriota su origen se pierde “en la noche sin luz ni esperanza de la esclavitud. Tal vez era hijo de una pobre negra tan sin sombra como él. Una cosa ANSINA que creció en un rincón abandonado y por eso lo llamaron así: Ansina....... “.
En realidad Ansina fue un predestinado. Porque habiendo nacido en un medio miserable, en el más alejado de los límites de humildad y de pobreza, mereció el honor de compartir, por lealtad y fidelidad abnegada, la gloria que la Patria entera otorgó al Precursor de la Nacionalidad Oriental. Bien está que el pueblo rinda en el granito y en el bronce, modelado por Belloni este homenaje al Ansina esclavo y liberto. La historia quiere reivindicar al esclavo para glorificarlo en su nombre. Decimos eso porque se ha planteado la duda de si Manuel Antonio Ledesma o Joaquín Lenzina, fue realmente Ansina. Este vocablo era sólo un apodo recogido en la inscripción de su monumento en la Plaza Artigas. ¿Fueron Ledesma, y Ansina dos servidores fieles. Uno Ledesma llamado “el último soldado artiguista” y otro Ansina, en quien la historia y el pueblo todo reconocen corno símbolo de lealtad y fidelidad a su Fundador?
Sea cual fuere la verdad histórica, en la intención y en los hechos la Patria ha levantado este monumento reconociendo en el apodo, el mérito que la gloria reserva a quienes merecen bien de la Patria. Es por eso que, en este reconocimiento, no debemos ver solamente un alcance individualista.
Debemos ver algo más. Debemos ver en este negro ilustre, el germen, modelo o raíz de lo que ha sido la raza negra en el Uruguay, de los sentimientos que la impulsaron, de sus nostalgias, de sus luchas y de sus sufrimientos como raza sojuzgada. El negro de hoy, heredero directo de esa raza, debe sobreponerse al prejuicio histórico sabiendo que sobre él gravita también el peso de la gloria que iluminó la frente de Ansina y de todos esos fieles compañeros; de Artigas que formaron en la legión de gauchos de indios y de libertos en que se apoyó para darnos la patria, único motivo de su gloriosa existencia.
Autor: Ing. Ponciano S. Torrado
Almanaque del Banco de Seguros del Estado 1965
Cuando, ocurre la sublevación patriota que siguió al Grito de Asencio, todo el pueblo nativo se puso bajo las órdenes de los caudillos que surgían en cada lugar. Las primeras huestes patriotas agruparon bajo la bandera de resistencia y rebeldía contra el yugo español, tanto a blancos y gauchos, como a indios y mulatos. Entre ellos se contaron en gran número, los negros esclavos y libertos, decididos a luchar por la Patria.
Ejemplo viril de la raza sojuzgada que ve mantuvo aferrada a sus ansias de libertad y fiel a sus conductores. Virtudes que brillaron con máximo esplendor en esa expresión de rebeldía que se llamó el Éxodo del pueblo oriental.
El ansia de libertad que alentaban los patriotas negros, cuyas características salientes fueron la LEALTAD y la FIDELIDAD a sus jefes, justificó que Artigas recurriera a ellos para reforzar el ejército patriota con el célebre BATALLON DE LIBERTOS que sirvió en toda la Gesta de la Emancipación y hasta después de la Guerra Grande.
Esta decisión tuvo, como contra parte un primer paso hacia la abolición de la esclavitud. El gobierno de entonces dispuso que los patriotas que poseyeran esclavos los aportaran a la causa de la revolución, en proporción al número que tuvieran. La tarea fue llevada a la práctica por Barreiro, a la razón Gobernador de Montevideo. “Tenemos ya más de doscientos acuartelados en la Ciudadela, decía Barreiro en carta dirigida el 25 de agosto de 1816, al ciudadano Regidor don Joaquín Suárez, "de tres se han tomado uno; de cuatro, dos; de cinco, tres; de siete, cuatro ....... nunca dejándoles más de tres. A los que tenían dos no se les tomaba ninguno porque “los hortelanos no pueden estar sin menos.......”
Cuando llega la ocupación portuguesa Lecor, para atraerse los esclavos dispuso que “los que estuvieran armados, sin ocupación alguna, que se pasen al ejército portugués o a cualquiera de sus destacamentos, gozarán su libertad el mismo día.......”
Muy pocos acudieron al llamado. Si lo hicieron no fue por propia decisión sino más bien por defección de la oficialidad que los mandaba, como en el caso de su Coronel Rufino Bauzá que entró en tratos con el mando lusitano para retirarse a Buenos Aires.
En 1825, cuando la Cruzada Libertadora trajo el signo de LIBERTAD 0 MUERTE, los esclavos dan nuevas pruebas de adhesión a la Patria.
En carta que un grupo de ellos dirigió al General Lavalleja el 12 de diciembre de 1825, decían: “comprometidos nosotros todos los del color bajo a tomar armas para defender nuestra patria y derramar ambos la última gota de sangre para libertar nuestro país del portugués, con el mayor silencio y secreto se ponen los de color para defender el Pabellón de nuestra patria...........” y así suplicamos a V. E. sea servirnos mandarnos un guiador por el cual podremos ser dirigidos a la gran empresa....... “. La carta terminaba diciendo: “todos comprometidos bajo el juramento que han de derramar su última gota de sangre y hacer los mayores esfuerzos para libertar la patria y morir descuartizados”.
Estos documentos prueban que muchos esclavos se enrolaron voluntariamente. Dieron, junto a gauchos y a indios, fuerza y bizarría al ejército patriota. Como dice Belloni en su grupo escultórico EL ENTREVERO ubicado en 18 de Julio y Agraciada: “Lo que somos a ellos lo debemos. Lucharon y murieron para que la libertad no muriera nunca en el Uruguay”.
Muchas veces las autoridades premiaban su arrojo y sus méritos de guerra dándoles la libertad que ansiaban. Pero otras tantas la buena intención no llegaba a los hechos como no llegaron a ser realidad los principios de igualdad inspirados en razones de justicia histórica.
“Hemos peleado ayer para ser libres. Preciso es también que pensemos en ser felices, y que de esa felicidad sean partícipes todos los hombres, de todas las clases y de todas las condiciones”.
Clamor que cayó casi siempre en el vacío por la indiferencia que mantenían los encargados de imponer la ley y la Constitución, ante la defensa que la prensa de Montevideo hacía a favor de los esclavos Integrantes del Batallón de Libertos. Muchos de ellos, con sus honrosas cicatrices de guerra, salían de los cuarteles para caer de nuevo bajo las garras de sus dueños, no obstante las promesas y los compromisos del Estado para intervenir en su rescate.
ABOLICIÓN DE LA ESCLAVITUD
Es largo el proceso que culminó con la abolición de la esclavitud en el Uruguay. No podemos hacer, dentro de los límites de este artículo, ni siquiera una breve síntesis de las gestiones que se cumplieron desde que Artigas dictó las célebres Instrucciones del año XIII, hasta 1851, en que fue conocida la paz que puso fin a la Guerra Grande –“SIN VENCIDOS NI VENCEDORES” Con el licenciamiento de los ejércitos rivales se afianzó definitivamente el concepto abolicionista que culminó exitosamente en 1853 y para siempre.
Los conceptos fundamentales que primaron en nuestros Constituyentes establecían: “Para evitar la monstruosa inconsecuencia que resultaría que en los mismos pueblos en que se proclama y sostienen los derechos del hombre continuasen sujetos a la bárbara condición de siervos, los hijos de éstos se declara: SERAN LIBRES SIN EXCEPCION DE ORIGEN LOS QUE NACIERON EN LA PROVINCIA DESDE ESA FECHA EN ADELANTE QUDANDO PROHIBIDO EL TRAFICO DE ESCLAVOS DE PAIS EXTRANJERO”-. (Florida, 7 de setiembre de 1825.)
Esta cláusula como se ve, no era general pues la limitaba a los nacidos en la provincia prohibiéndose el tráfico de esclavos provenientes de “país extranjero”.
Esta limitación quedó confirmada con una resolución dictada en febrero de 1830 por la cual se reglamentaba la venta de esclavos. Se establecía entre otras cosas que “ningún amo será obligado a vender sus esclavos sin justa causa”. Existiendo la causa, la venta no podía “verificarse en más precio que el que hubiese costado al actual poseedor”. En todos los casos, y aun para los exceptuados, su precio no podía superar de “trescientos pesos plata”.
En diciembre de 1842, siendo Presidente Rivera, se dispone: atento a que desde 1814 no debieron reputarse esclavos los nacidos en el territorio de la República ni que podían introducir esclavos desde julio de 1830, lo siguiente: art. 1) Desde la promulgación de la presente resolución no haya esclavos en todo el territorio de la República. art 2) El gobierno destinará los varones útiles que han sido esclavos”.
El 26 de octubre de 1846 se dicta en el Miguelete, por los hombres que respondían al general Oribe, una ley por la cual se establecía en su art. 1 ) lo siguiente: “Queda abolida para siempre la esclavitud en la República” . Y en el art. 2) se establece que, desde la promulgación de esa ley “entran al goce de su libertad todos aquellos esclavos que no hayan sido emancipados de derecho ..... etc.” Esta misma ley establecía que el valor de los esclavos “es deuda de la nación” correspondiendo a sus dueños “una justa compensación según ley”.
En la forma que hemos descrito, los dos gobiernos que se disputaban la administración del país, Fructuoso Rivera y Manuel Oribe, dieron forma a las leyes abolicionistas que sólo tuvieron aplicación definitiva, como ya lo adelantáramos, al licenciarse los ejércitos beligerantes y se aboliera también en el Brasil en 1853, pocos años después de la proclama de Líncoln. Se cerró de esta manera uno de los capítulos más amargos de nuestra historia. Se eliminó para siempre el privilegio que una parte de la humanidad ejercía sobre el resto bajo el precepto de que unos pocos habían nacido para mandar y otros para obedecer. Resabio de la forma más regresiva del derecho de propiedad; LA PROPIEDAD DE LOS ESCLAVOS.
LA VIDA DE LOS ESCLAVOS EN EL URUGUAY
Dice Horacio Arredondo que la Sociedad en la época del Virreinato, fue esencialmente patriarcal. Se caracterizó, en lo que a esclavitud se refiere, por la forma humana como se trataba al servidor doméstico, contrastando con los terribles castigos que los portugueses del Brasil propinaban a sus esclavos, igualados a los animales, al extremo de que el látigo era cosa usual y corriente. Pero eso no era todo. El látigo cedía paso, casi siempre, a torturas de otra naturaleza como la marcación con hierro candente o el estaqueado, medios utilizados para intimidarlos.
Entre los criollos se consideraba la esclavitud un recurso económico. Como recurso político se la consideraba un instrumento útil para facilitar la colonización de los territorios conquistados llegándose a decir, en alguna oportunidad, que la colonización de América fue posible gracias a su ayuda.
Hemos dicho ya que el esclavo cumplía tareas domésticas. Servía a sus dueños con fidelidad llamándolos "amos", Y "amitos" a los hijos de sus dueños. Vivían, acota Arredondo, en un pie de igualdad con la clase asalariada generando, en las casas de larga familia, sentimientos de amistad y de familiaridad, difíciles dé encontrar entre los servidores domésticos de hoy. Por lo general las esclavas domésticas eran muy pulcras en cuanto a higiene personal. “Las mulatas esclavas son hermosas, dice Robertson en su obra: La Argentina en los primeros años de la Revolución, “su vestido es blanco como la nieve, sencillo como sus costumbres y después de proveer a la decencia, es aireado y liviano, de acuerdo a las exigencias del clima. El busto se cubre simplemente con una camisa y los contornos sin ayuda de sostenes, se acusan estando sencillamente la camisa atada a la cintura con una cinta de vivos colores...... “
Los mulatos y negra usaban una especie de “poncho” consistente en una “pieza de tela rayada en bandas de diferentes colores abierta en el medio, para dejar libre la cabeza que cae sobre los brazos y cubre hasta los puños”.
A los esclavos negros y mulatos como también a los blancos de condición inferior les estaba reservada las tareas de panadero, pasteleros, bizcocheros, lavanderos, cocineros, o el acarreo de agua, pisar la mazamorra, trabajar la tierra y otros menesteres análogos. Sus diversiones favoritas -como lo son hoy el fútbol y los deportes- eran las riñas de gallos, y las corridas de toros que alcanzaron su apogeo en los años anteriores a la Guerra Grande. Las corridas de toros subsistieron aun después de abolida la esclavitud. Fueron prohibidas definitivamente durante la primera presidencia del señor Batlle y Ordóñez. Las riñas de gallos se siguen practicando en clandestinaje.
Los esclavos menores, llamados “moleques”, debían acompañar a sus amas con el mate o con el farol durante las horas de Ia noche. La educación de los hijos de familia fue, poco a poco, dejada a cargo de las esclavas de mayor edad. Transcurrió así, en esa forma, la vida social en el período colonial.
COSTUMBRES DEL ESCLAVO MONTEVIDEANO
En interesante recordar, aunque sea de paso, el uso que los esclavos hacían de sus horas libres, si es que las tenían por la comprensión o tolerancia de sus amos. Especialmente las fiestas en honor de sus santos preferidos o los jolgorios a que se entregaban en fechas especiales como el día de Reyes. Actuaban en forma organizada, reuniéndose en “salas”, “sociedades” o "naciones” de acuerdo con el origen o tribu de la que procedían. Cada sala tenía un “Presidente", un "juez de fiestas” lo cual les permitía reunir algunos fondos para la celebración de sus conmemoraciones religiosas.
Los negros afincados en el Uruguay no crearon ritos independientes de las prácticas cristianas, ni siquiera intentaron imponer el culto de sus dioses. Andando el tiempo, el esclavo aprendió a querer al Dios que adoraban los españoles y criollos, mezclando los himnos religiosos de las iglesias con el ritmo y las voces ancestrales del África lejana.
El recuerdo de sus aldeas, de su tierra y el dolor que sentían por la libertad perdida, sumados a los nuevos sentimientos religiosos que arraigaban en ellos, juntando temores y resentimientos, se tradujeron en cantos de lánguida nostalgia y en danzas frenéticas, con rasgos de lascivia, donde el tambor proyectaba, en las manifestaciones, el desborde y el ardor de su sangre moza. La mística de sus tristes se refleja, todavía hoy, en sus canciones espirituales que tanto contribuyó a divulgar por el mundo la voz dulce y melódica de Maryam Anderson.
En este juego de ritos y creencias, el negro era dueño de su voluntad. Sus santos preferidos, San Benito y San Baltasar, por ser ellos mismos de raza negra, eran honrados a su manera. Son conocidas sus festividades y las expresiones del ceremonial que cumplían, a veces con la ayuda de sus amas, complacidas en destacar el rol que sus jóvenes siervas habrían de cumplir junto a sus “reales consortes" en esos reinados que apenas duraban un día, terminado el cual volvían al desempeñó de su trajinar rutinario. Rendían culto a sus muertos con un ceremonial, característico de los “velorios negros” que supo captar la paleta de Pedro Figari. Tenían “un juez permanente de muertos” a cuyo cargo estaba el ritual. Cuando el difunto era miembro de la sociedad lo regaban, corno parte de la ceremonia, con su bebida preferida, entonando cánticos alusivos en presencia del “rey y de la reina” de la comunidad a la que pertenecía. Las relaciones amorosas entre esclavos eran facilitadas a menudo por los dueños, porque de la unión entre siervos, no liberados, obtenían descendencia - vale decir - cosas que tenían valor para ellos como algo que acrecía su riqueza. En honor a la verde salvo casos excepcionales, el esclavo nacido en los casas patricias era estimado. Su venta era poco frecuente y resistida por las familias montevideanas de la época colonial.
UN TESTIGO DE LA ESCLAVITUD
Se están esperando por días dos embarcaciones inglesas cargadas de negros y los apoderados de este Asiento (que dicen subsistirá) van a hacer galpones sobre la orilla del Miguelete a su entrada en la Bahía, para hospedarlos. La ciudad los ha determinado allí consultando la salud del pueblo y la de los infelices esclavos. Ciertamente causa lástima sólo la memoria de este triste comercio, pero su necesidad para la América o la costumbre si no ahoga, al menos prevalece siempre a todos los sentimientos de la humanidad y de la razón.
(Dr. José Manuel Pérez Castellano)
El tráfico negrero en las colonias de España
Este comercio funcionó bajo sistemas diferentes según las épocas. El régimen de "licencias" aplicado entre los años 1493 y 1595, consistía, en un permiso otorgado por el rey, obligándose el traficante al pago de un derecho por cada negro que introdujera en sus dominios. El segundo sistema que rigió entre los años 1595 y 1789, se estableció para restringir las licencias por el temor de un predominio de negros sobre blancos. El permiso se concedía a particulares o compañías llamados “Asentistas” con quienes la Corona de España celebraba un contrato llamado ASIENTO. El tercer régimen, aplicado después de 1789, se llamó de “libre tráfico” para evitar el monopolio que estaba en manos de negreros franceses. Después del tratado de Ultrech, ese derecho pasó a los ingleses.
De cualquier manera que fuera el negocio de esclavos, redituaba amplias ganancias estimulando, cada vez más, la llegada de negros al continente americano. Se atribuye a Fray Bartolomé de las Casas haber influenciado ante las Cortes españolas para que se implantara este sistema denigrante en favor de los indios, cruelmente explotados por los encomenderos españoles. Con el propósito se decía, de aumentar el número de brazos que se dedicarían a la agricultura, al trabajo de minas, y faena de ganado...... “ Lo que se impulsaba en defensa del indio se creaba contra otra raza, también indefensa, sojuzgada como lo era la indígena por aquellos que, según la declaratoria de Viena, contrariaban los principios humanos y morales.
EL TRÁFICO DE ESCLAVOS EN MONTEVIDEO
El Uruguay no pudo sustraerse a este negocio infame. La trata de negros en la Banda Oriental, igual que en sus hermanas latino americanas, constituyó un excelente negocio para los negreros y, en cierto aspecto, para las arcas del Cabildo. En particular para Montevideo, porque su puerto favorecía el tránsito de buques de ultramar. En la segunda mitad del siglo XVIII, entre los años 1750 y 1810, entraron a puerto, traídos por buques de diferentes nacionalidades unos veinte mil esclavos que aportaron, por concepto de tributos, unos trescientos mil pesos fuertes. Un negro valía unos doscientos pesos de esa moneda. En cambio, unos pocos de ellos quedaban en Montevideo. Un censo practicado en 1778 indicó un total de 1368 esclavos, suma equivalente al 20% de la población montevideana de entonces. Con el crecimiento y desarrollo de Montevideo, el número de esclavos aumentó considerablemente llegando, en 1790, a 5.000 aproximadamente, más de la población total. Las condiciones sanitarias en que llegaban los pobres infelices hacinados en las bodegas, mal alimentados y sin condiciones higiénicas de ninguna clase, causaron mortandad y afecciones graves que alertaron a las autoridades responsables de la salud pública. En cierta oportunidad, el Cabildo de Montevideo, teniendo en cuenta que el depósito de los negros se hacía dentro del pueblo, procedimiento que estimó “opuesto a la piadosa mente del soberano que no vigila en otra cosa que proporcionar a sus vasallos por cuantos medios le dicta su tierno amor, la mayor sanidad y preservarlos de todo contagio” .......... dispuso una serie de medidas profilácticas con respecto a la introducción de negros que “viene cubiertos de sarna y llenos de otros males capaces de infectar la parroquia”, por lo cual “corresponde prevenir el daño general que pueda esparcirse en la ciudad........ “. Las disposiciones de orden higiénico comprendían la creación de una Junta de Sanidad, la obligación de visitar los buques que hacían tráfico de negros y la permanencia en puerto por un plazo de cuarenta días.
Un episodio que merece destacarse ocurrió en 1787 cuando llegó a Montevideo un barco cargado con estos infelices. El Cabildo de Montevideo, cuenta Isidoro de María, dispuso que se alojaran fuera de la ciudad, disponiendo que, con tal fin, se levantara un barracón con capacidad suficiente para albergarlos. La construcción se levantó próxima al arroyo Miguelete, en un lugar cercano al que ocupan hoy, las instalaciones de la Ancap, en la Rambla Sud América y calle República Francesa. Ocupaba, dice de María, una manzana aproximadamente, bajo muro, teniendo en el centro cinco piezas edificadas, dos grandes almacenes, cocina, techo de teja. Por mucho tiempo, continúa de María, sirvió para depósito de los pobres negros condenados a la esclavitud. Vino luego el sitio chico y grande "de esta plaza, del año 11 al 14 y otro fue su destino, convirtiéndose en ruinas, quedándole el nombre vulgar de CASERIO DE LOS NEGROS”. Allí acudían los señores de entonces a comprar esclavos. Algunos como Lucas Obes negociaban al por
mayor, para luego revenderlos. Así fue el triste comienzo de la esclavitud en estas tierras donde, cincuenta años más tarde, campearía la gallarda figura "del único campeón de la democracia en el Río de la Plata, el bravo y caballeresco republicano General José Artigas”.
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