Lorenzo Salvo Vassallo nació en Liguria hacia 1825. Se casó con Angela Debenedetti en Murialdo, en 1849, donde nacieron los hijos mayores. En la década de los sesenta del siglo XIX, Lorenzo viajó solo a Montevideo, trabajando como empleado en un comercio del Paso Molino. Más tarde se trasladó Ángel, aún adolescente, y posteriormente Angela con los otros hijos. Reunido el grupo familiar en Montevideo, Lorenzo Salvo pudo desarrollar una actividad independiente, gracias a la colaboración de su esposa Angela. Poco documentados están orígenes lejanos, y menos aún el papel tan fundamental de esta mujer en el tránsito de los Salvo a la cúpula empresaria. El trabajo como costurera fue la actividad que permitió a Angela mantener a sus hijos en Italia, mientras su marido buscaba mejores horizontes en Uruguay. La experiencia pudo repetirse luego, en Montevideo, donde organizó un pequeño taller para la confección de ropa. Hacía prendas sencillas para trabajadores urbanos, pero muy pronto se sumó una creciente demanda del Montevideo suburbano y departamentos vecinos. Lorenzo Salvo se reveló como un inteligente estratega para la colocación de las prendas confeccionadas por Angela y sus hijas. Contó con la colaboración de los varones mayores en las ventas callejeras en el Paso Molino. En 1867, el esfuerzo realizado por el grupo familiar, permitió instalar un pequeño almacén al que luego se agregó una tienda. En la segunda generación, la figura de Ángel Salvo (nacido en Murialdo) es una de las claves para interpretar el despegue de estos mercachifles hacia los grandes negocios. Ángel aprendió el oficio de ‘sastre’ de su madre, pero lo ejerció poco tiempo. Junto a sus hermanos, continuó la actividad paterna, pero ampliando los rubros de venta ambulante, aunque conservando como principal el de ropa confeccionada por las mujeres de la familia. El ambulantismo incidió significativamente en el salto que dio el pequeño local comercial que, en 1876, fue trasladado a su emplazamiento definitivo y con mayores dimensiones. Una primera exploración en algunos de los «Libros “Caja” de la Tienda y Almacén Salvo y Cía. (Paso del Molino)» permite apreciar, aún en 1912 —cuando los Salvo ya habían instalado las grandes textiles—, la permanencia en la empresa comercial de un trabajo artesanal: la confección de ropa a cargo de costureras contratadas (entre 8 y 12 operarias), continuando la tradición que estaba en el comienzo de las actividades familiares. La referencia no deja de sorprender, en la medida, en que se articularon inversiones mayores en empresas sin antecedentes en el país —las textiles— con niveles de producción artesanal, igualmente lucrativas. El Almacén y Tienda Salvo fue un comercio de ramos generales, cuyo crecimiento estuvo estrechamente ligado a la modalidad que Ángel imprimió a la venta ambulante. Desde el núcleo operativo en Paso Molino, fue extendiendo las ventas hacia zonas y barrios populosos como la Teja y el Cerro; hacia nuevos asentamientos industriales de la ciudad que nucleaban importantes contingentes obreros, como Pueblo Victoria, Nuevo París o Arroyo Seco; avanzando hacia las zonas chacareras de Melilla y Cerrillos. Durante años el tránsito de los Salvo por las calles barriales y los rudimentarios carros, fue creando un mundo de relaciones personales y comerciales, consolidando una clientela poco exigente. Camisas, pañuelos, pantalones, abrigos y ponchos, conformaron algunas de las líneas de producción artesanal que la habilidad de las costureras repetía monótonamente, pero con rapidez. El stock producido paulatinamente comenzó a comercializarse por la tienda; pero, durante muchos años, fue fundamental la venta ambulante para crear una clientela. El Almacén y Tienda Salvo pudo entonces abastecer, durante décadas, demandas de la campaña: comestibles, ropas, vinos, enseres para la vivienda rural y forraje que, entre otros, constituyeron los rubros más sobresalientes. Los negocios crecieron vertiginosamente, y a partir de 1876, los Salvo comenzaron a invertir en inmuebles, principalmente fincas urbanas —para el alojamiento de los inmigrantes recién llegados—, y más tarde una chacra próxima al Pantanoso, que destinaron a viñedo y elaboración de vinos. Cuando Lorenzo Salvo se retiró del comercio, Ángel permaneció al frente del mismo, convirtiéndose en el «cerebro» de los negociosfamiliares. Bajo su inteligente y dedicada atención, los beneficios se multiplicaron, y así obtuvieron los capitales que los Salvo invirtieron en otros negocios. En 1898 iniciaron la primera textil uruguaya que trabajaba con fibras de la lana y luego algodón. Un año más tarde, se asociaron con José Campomar —español con varias empresas de tejido en la República Argentina— en el mismo rubro. Bertino señala que, atendiendo a la ausencia de una industria artesanal previa, la industria textil uruguaya se inició con el siglo XX, y sería luego de la crisis de 1929 y la protección cambiaria que se produjo la expansión de esta actividad. En 1900, Salvo Hnos. y Campomar Hnos. y Cía. se fusionaron en Salvo, Campomar y Cía. En 1906, la firma instaló en Juan Lacaze una gran hilandería de lana peinada y tres años más tarde, incursionaban en la producción de tejidos de algodón. Luego, las inversiones se orientaron a la adquisición de varias estancias para la cría de ganado. A fines de la década de los veinte, los Salvo-Debenedetti emprendieron la construcción del complejo comercial-hotelero del Palacio Salvo. La empresa edilicia era el coronamiento de un esfuerzo familiar de varias décadas, que había logrado conformar una de las grandes fortunas del país.
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