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1886 – UMBERTO PITTAMIGLIO – 1966
EL ALQUIMISTA DE TROUVILLE

 


 
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 ENERO 2010

UN ALQUIMISTA EN LA RAMBLA
UMBERTO PITTAMIGLIO

Por Ana Maria Sammarco

 

Se  dice que Pittamiglio era alquimista. La construcción de su castillo comenzó  en 1911, el mismo año en que Francisco Piria le vendiera un terreno en la zona de ranchos denominada La Estacada.. Comienza aquí una aventura alquímico-arquitectónica que culminaría el día de la muerte  de su propietario en 1966.
Humberto Pittamiglio fue alumno de Francisco Piria no solo en el arte de construir, sino en la disciplina alquímica, en una relación maestro-alumno a la que fue fiel durante toda su vida. Se afirma que todo el castillo está rodeado por un  sopor alquimista. Este hombre misterioso y excéntrico es una figura legendaria de la cultura de Montevideo. Todo lo extraño que algunas historias cuentan sobre su persona puede leerse en la arquitectura de su castillo. Esta edificación popularizó su reputación  y su recuerdo ha estado siempre presente en el imaginario de todos los montevideanos.
Entre otras leyendas se cuenta que solía pasearse con una capa roja y realizar prácticas esotéricas en su castillo. Al igual que otras personalidades de la época se dice que no murió sino que trascendió a otro plano de existencia o encontró quizá la fórmula de la inmortalidad. No podemos dejar pasar estas afirmaciones sin explicar someramente lo que es la alquimia, nos basaremos en estudios realizados por otros escritores debido a que es entendible que nunca tuvimos oportunidad de llegar a las fuentes directas. Lo cual no sería despreciable visitarlas  para entender más a fondo lo que este arte significa. La alquimia es una ciencia que busca producir oro, como símbolo de iluminación y salvación. Negro, blanco rojo y oro es el proceso cromático simbólico.
El negro representa la culpa, el blanco la primera transformación. El rojo significa la pasión y el azufre, un principio fijo y masculino, y es la etapa que antecede a la aparición del oro. Llamativamente el dorado se prodiga en la ornamentación del castillo. Oro - palabra que en hebreo se pronuncia “aor” y significa “luz”- es la imagen de la inteligencia divina y en el código alquímico representa el cuarto estado: la glorificación.
El ocultismo asegura que la transmutación no podrá ser sólo física, sino mental y aún espiritual. El alquimista debía trabajar sobre su propia interioridad, por la perfección de su alma. De lo contrario, la labor sería infructuosa o equivocada. La escritora uruguaya Mercedes Vigil,  en su libro “El Alquimista de la Rambla Wilson”, expresa en uno de los pasajes del mismo: “El alquimista tendrá cualquier fe, cualquier religión pero no podrá ser ateo; el ateísmo va contra la base misma de la alquimia. Nuestro sabio se esmera en lograr en su vida “la gran obra”, quizá se vuelva ermitaño y trabaje aislado del mundo, más siempre contará a su lado con la ayuda de Dios, la divinidad es un aderezo imprescindible en la obra alquímica- respondió el monje con  firmeza y agregó. Así tenemos por ejemplo la Eucaristía, que revive un eterno sacrificio, el fiel se hace uno sólo, a través de él con Cristo. Trasmutar lo más bajo en lo más alto es el fin de este sacramento, tal cual lo es en la alquimia, en la magia y en el arte. Todas las culturas han tenido sus maestros alquimistas. Entre otros Santo Tomás de Aquino, Sor Inés de la Cruz y hasta el propio Papa Juan XXII, que llegó a escribir varios tratados sobre la materia.
En Arabia se destacó Geber- continuó el monje- quien fue el primero en hablar de un laboratorio químico y bautizó con  la palabra “elixir” a la sustancia en cuestión. Es él quien nos habla de los cuatro elementos aristotélicos: agua, aire, tierra y fuego, y de la posibilidad de trasmutar las sustancias- Y explayándose aún más-Sabemos que el China la alquimia es milenaria teniendo su origen en la “ cofradía de los herreros” De todas formas, hay una ley del año 175 A:C:  por la que se prohíbe comercializar con el oro alquímico.” (pág 36 del citado libro)
“Cuando se abraza la ciencia alquímica el iniciado debe optar por la forma en que trabajará  dentro de su laboratorio. Se está haciendo referencia en este caso, a la alquimia  operativa,  aquella  que se lleva a cabo en el laboratorio, operando sobre lo externo del hombre, y no a la alquimia espiritual, que acompaña al adepto íntimamente, y sin la cual la alquimia operativa nunca alcanzaría buen fin..
La “vía seca”, la más extensa de las opciones operativas, es la realizada por el adepto manteniendo  la sustancia en fusión constante dentro de un crisol, para llegar a la esperada transmutación. El término “crisol” deriva de la palabra  cruz, es decir es donde la sustancia- Cristo – sufre su pasión. Se dice que este método es el más difícil. Preferidos por los conocedores profundos de la alquimia, y que puede ocasionar fuertes explosiones.
La otra vía operativa, “la vía húmeda” es mucho más lenta y es preferida por los iniciados recientemente, lleva muchos años su procesamiento y su base está en el correcto uso de los tradicionales hornos.
Con el paso del tiempo el adepto alterna los dos sistemas para llevar a cabo su investigación.” (pag.22 del citado libro)
Dentro de la filosofía alquimista, Pittamiglio se afilia a la llamada “ simbología de la transformación húmeda”, lo que indica porque todos los senderos  culminan en la Victoria de Samotracia frente al mar.
Al castillo se accede por la calle Francisco Vidal, y desde el comienzo se destaca toda la simbología marina, por me4dio de barcos, mayólicas e incrustaciones de cerámica.
Desde la misma entrada Pittamiglio advierte que él, como alquimista, eligió la vía húmeda.

 

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UN ALQUIMISTA EN LA RAMBLA
UMBERTO PITTAMIGLIO

Por Ana Maria Sammarco

El paso terrenal de este hombre,  si es que alguna vez pasó, esta rodeado de mil conjeturas que nos llevan a pensar si fue verdad y no solo un espejismo alquímico. Sabido es que en su proyección de vida pudimos saber que se recibió de arquitecto e ingeniero, en la Facultad de Matemáticas, cuando no existían las facultades autónomas  de esas disciplinas. También pudimos averiguar que fue un estudiante ejemplar, que mantuvo una línea de comportamiento público que lo llevó entre otras cosas a ser Ministro de Obras Públicas en la época de la Presidencia  de Feliciano Viera (1915-1919). Corrían en ese momento, los tiempos gloriosos de Francisco Piria, en la segunda década del siglo cuando los remates de lotes y terrenos eran una verdadera fiesta montevideana que incluía el traslado de los interesados a los lugares que se fijaban, con grandes comilonas e infinidad de diversiones.
El joven Pittamiglio no compartía estos divertimentos, pero a lo que no pudo sustraerse fue a la tentación de ser propietario de un poco de tierra en  los parajes de puntas de Trouville o de la Brava, donde solo se podían ver algunos ranchos y caseríos..Conoce a Piria y queda flechado por su personalidad, no tardando en adquirir su trozo de tierra en lo que hoy es la playa de La Estacada. Comienza entonces a elaborar el incomprensible capricho que fue y sigue siendo esa vivienda donde no hay ningún orden o programación lógica en su diseño. Donde los planos se entrecruzan y se evaporan  como en un acto de magia, donde todo está concebido como un antojo muy personal de alguien que se graduó de arquitecto para  olvidarse que hay una disciplina llamada Arquitectura. En pocas palabras el hombre se sacó el gusto.. Cuando los curiosos e investigadores se preguntan el porqué de tanta extravagancia expresiva, no pasa un segundo sin que aparezca el nombre de su admirado Francisco Piria.. Sabemos que este era un apasionado practicante de la alquimia, disciplina o como se llame que también encantaba al joven Pittamiglio.
Esos corredores esotéricos son los que unen sus vidas al punto de que hay quien asegura
que Pittamiglio fue el mejor alumno del Maestro. Gente  que no se ha preocupado de saber de que se tratan esos asuntos los definen a ambos como BRUJOS. Así como el Palacio Piria  (hoy Suprema Corte de Justicia) o todo  Piriápolis original están concebidos según cifras y datos alquímicos que van desde los óvalos, las flores de lis, las guardas de laurel, la rosa, los diseños de las veredas y las orientaciones de muchas casas, entre cientos de datos más, también el alumno pobló  su  castillo  con una caligrafía esotérica que nadie ha podido descifrar totalmente hasta hoy.
No podemos decir que fue una vivienda, en el sentido clásico. No hay comedor, no hay sala para recibir, no hay un escritorio o un cuarto de vestir. No hay ningún indicio  del ciudadano ejemplar que cumple con sus obligaciones y paga sus impuestos. Hay si, interminables y oscuros laberintos arropados por maderas combinadas, corredores que no conducen a ningún lado, ventanas que no sueñan con buscar o frenar el viento, porque son proyecto inacabados de puertas y ventanas que se suicidan frente a una muda pared que se hace cómplice de las tinieblas.
Ahí adentro, en esa vivienda, por llamarla de alguna manera había colocado delante de una ventana interior una mesa a la cual se sentaba, no para mirar el mar que tenía enfrente sino para darle la espalda y encoger su imaginación hacia el patio interior que lo gobierna todo. Aunque pensándolo bien, todo no.
En el piso debajo de esa mesa, hay dos estancias que no quieren saber nada con la luz ni con la vida, el reducto donde filosofaba y un pequeño cuadrilátero en el que manipulaba los metales, especialmente el plomo que quería convertir en oro. En que sitio o rincón del insondable gabinete se preparaba la inmortalidad, es algo que no ha sido posible descubrir hasta este momento. No cuesta nada, sin embargo, acercarse a su gramática expresiva exterior, asentada en el uso obsesivo del ladrillo visto, las incrustaciones de cerámica o de hierro, el amor por los vitrales, el agregado de torres y torrecitas que no sirven para nada, todo ello salpicado constantemente, por la simbología de los escudos de armas, los referentes genealógicos, o simplemente la impronta esotérica de la Edad Media.
Al ver una obra de Pittamiglio se tiene la certeza de que el autor no prestó la menor atención a los cánones establecidos y así es imposible calificar sus engendros   como neoclásicos, historisistas, modernistas, porque se dio el gusto de hacer lo que se le vino en gana, lo que le venía a la cabeza en las tardes junto a la mesa de la ventana, antes de transformarse en una llamarada carmesí que manchaba las piedras de la Punta de Trouville
Corroborando el misterio que rodea a esta extraña personalidad no podemos dejar de mencionar la tumba que se encuentra en el Cementerio Central A pocos pasos de la entrada, se encuentra la tumba del que nunca murió. Un panteón en mármol negro, con una cruz esculpida grande y sobria ”Juan Pittamiglio y flia” , indica la parca inscripción. No hay fechas, ni nostálgicos recordatorios. Un solícito empleado del Cementerio  colaborando con la investigación encuentra en el registro: 29 de setiembre de 1966. Oriental, soltero, 80 años. Sólo esos datos..       
Pero los datos funerarios  contradecían al folleto de la APPCU y todos  los informes periodísticos que repetían su nacionalidad italiana y la ausencia de familia. A todo esto el funcionario agregó: -Para introducir el cuerpo hubo que reducir a estos otros : José Pittamiglio, fallecido en 1956 y  Juan Pedro Pittamiglio en 1957. Pero el panteón era propiedad de Humberto. Evidentemente compró una tumba a su gusto, la diseñó, sepultó a la familia y después a si mismo. Para poder desentrañar la verdad hizo falta conseguir el testamento. Lo único que podía sacar del caos esta historia era el orden público y escrupuloso de los escribanos. Una escribana, África González había certificado el testamento. Con esa certeza se requirió el depósito de protocolos de aquella profesional. El primer te4stamento condujo a un segundo de fecha anterior y éste a un tercero todavía más viejo. Así es que el 25 de abril de 1958 el supuesto anticristo legó el uso y goce del panteón del Cementerio Central  a las Hermanas de Caridad Hijas de María del Huerto, imponiendo como obligación principal, que jamás podrán retirar de dicho panteón los restos mortales de sus padres y de sus hermanos legítimos: Ángela, Teresa. Luís, Juan Pedro, José Pittamiglio, ni los suyos propios. Se declara católico, apostólico, romano y sentimental, pide limpieza y flores, para lo cual destina tres mil seiscientos pesos anuales.

 

Nota: la documentación de la nota esta basada en:
- Diario “EL PAÏS” Domingo 13 de junio de 1999,Veredas “El Misterio
Pittamiglio” Ramón Mérica
-“El País Cultural”- Testamento y Tumba de un alquimista- Helena Corbellini

 

 

 

 


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